Hoseok estaba perdido aquella noche, cuando acompañó a tres almas al cielo.
Seguía perdido cuando las puertas de nácar se abrieron de par en par y dejaron a la vista las calles doradas y llenas de piedras preciosas, las farolas arqueadas que colgaban como nubes llenas de diamantes. Los ángeles de alas blancas estaban a ambos lados de la entrada, cantando una melodiosa bienvenida.
Cuando las almas cruzaron el umbral del paraíso, las puertas se cerraron y lo dejaron fuera, y sólo hubo silencio.
Seguía perdido.
Normalmente, la belleza y la paz de aquel lugar lo llenaban de envidia y resentimiento, porque a él nunca le permitirían entrar. Aquella noche, sin embargo, no le importó. Sólo podía pensar en Anya; no tenía ni idea de qué hacer con ella.
Hobi se trasladó en un destello a su dormitorio en Seoul, y apareció a los pies de la cama. Se quedó inmóvil, atrapado en unas emociones caóticas que no debía sentir. En lo relacionado con Muerte, sabía cuáles eran las consecuencias de la duda. Sin embargo, aquel día él no sólo había dudado, sino que había estado a punto de hacer el amor con su víctima.
Había tenido la oportunidad de acabar con ella, y debería haberlo hecho.
—Soy un idiota.
Anya había estado a punto de matarlo, y él sólo había pensado que no podía morir sin otro beso suyo. Era lo único que le importaba: sus besos.
Sus labios. Su cuerpo. Ella.
Anya lo estaba utilizando para burlar a Cronos, ella misma lo había admitido; y eso hacía que el deseo que Hoseok sentía fuera todavía más estúpido. Sin embargo, no parecía que a ella le hubiera desagradado el beso. No, parecía que había disfrutado, que quería más.
—Maldita sea— rugió él.
Sin poder evitarlo, se acercó a la pared y dio un puñetazo. Al instante, la piedra se hizo añicos y surgió una nube de polvo que le nubló la visión. Se sintió bien, así que volvió a dar otro puñetazo. Los nudillos sé le rompieron y comenzaron a latir de dolor.
«Relájate. Ahora».
Nunca salía nada bueno de la ira. Exhaló lentamente y se dio la vuelta para mirar por su habitación. Ya había amanecido.
Todos los guerreros, salvo Namjoon y Jin, habían salido en avión hacia Grecia y Roma.
«Yo tengo que marcharme también. Me ocuparé más tarde de Anya, cuando no esté confuso por su sabor y el contacto de su piel».
Caminó hacia el armario y vio unas flores sobre la cómoda. No estaban allí la noche anterior, lo que significaba que Layla había pasado por su cuarto aquella mañana. La dulce y bondadosa Layla había querido, seguramente, alegrarle el día con las flores, pero al verlas, a Hobi se le encogió el corazón de dolor.
Marian se ponía flores en el pelo.
De repente, la puerta de la habitación se abrió y Layla entró a toda prisa con una expresión de inquietud. Namjoon, como siempre, estaba a su lado, una amenaza oscura y llena de gracia mortífera. Tenía dos cuchillos preparados para el ataque.
—¿Va todo bien?— preguntó Layla, al darse cuenta de que Hoseok estaba solo. Por los hombros le caía una cascada de pelo castaño. Tenía las manos agarradas de preocupación. ¿Por él?— Ibamos por el pasillo y hemos oído unos golpes.
—Sí, todo va bien— dijo él.
Sin embargo, miraba a Namjoon, que entrecerró sus ojos de color violeta.
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2. Besos Oscuros // Jung Hoseok
FanfictionAunque contaba con siglos de existencia, Anya, la diosa de la Anarquía, no había conocido el placer hasta que cruzó caminos con Hoseok, la encarnación de la Muerte. Un guerrero condenado a llevar las almas de los perecidos al Más Allá durante toda...