29.

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—Bonito chupetón— dijo Kang durante el desayuno, al ver el cuello de Anya. 

«Yo no me ruborizo, no me ruborizo», se dijo Anya. 

Y, sin embargo, le ardieron las mejillas. 

Dichoso Hoseok y su maravillosa boca. Y, hablando de su maravillosa boca, la había usado aquella mañana para sonsacarle información sobre la llave.

Ella sabía que estaba buscando la manera de quitársela sin destruir a ninguno de los dos, para poder librarse del dios. Ella le había contado que la llave estaba conectada a ella en cuerpo y alma, y que formaba parte de ella como su demonio de él. Por ese motivo se debilitaba quien cedía la Llave Absoluta; estaba dando una parte de sí. 

Anya había visto la decepción en la mirada de Hobi y había sentido ternura. Él, precisamente, entendería el peligro de perder una parte vital. 

Suspiró. 

En aquel momento, Hoseok, Kang y ella estaban sentados en una mesa redonda, desayunando huevos, beicon y tortitas. 

Todo estaba perfectamente preparado; después de arreglarse y vestirse, se había trasladado a su cafetería favorita de Atlanta, había encargado el desayuno y había vuelto a casa de Kang. 

Y sí, había fingido que ella misma lo había preparado todo. Sin embargo, ellos ni siquiera le habían dado las gracias. 

Desgraciados. 

Mientras estaban charlando, Hoseok se puso muy rígido de repente. Sus dos ojos se volvieron azules, y Anya lo miró con atención y lo tomó del brazo, parecía que había llegado el momento de que los dos fueran a recoger almas. 

—Debo irme— dijo él. 

—Voy contigo. 

—No. Te quedarás aquí. 

—No me obligues a volverme invisible y a seguirte sin permiso. 

—Como antes— dijo él con resignación— No sé cómo has conseguido hacerlo. 

Ella se encogió de hombros. 

—Soy Anarquía, ¿recuerdas? No obedezco a las leyes de la naturaleza, o ninguna otra. 

—¿De qué estáis hablando?— inquirió Kang. 

Ella lo ignoró. 

Sabía que Hobi desaparecería en cuanto ella apartara la vista. 

—Si me dejas aquí, me sentaré en el regazo de Kang todo el tiempo que estés fuera. 

Kang sonrió, olvidando su curiosidad. 

—Déjala, tío. La cuidaré muy bien. 

Hoseok gruñó mientras entrelazaba los dedos con los de Anya. 

—Está bien. Vamos. 

Desapareció llevándola consigo. Entraron en el mundo de los espíritus, y todo se convirtió en un collage brillante de colores y luces. 

Hoseok flotó rápidamente hacia una tienda que se había quemado, en... Shangai. Anya se dio cuenta al ver los edificios rojos y blancos que había alrededor, con tejados a dos aguas. Casi podía oler la comida que se vendía en el mercado. 

Había varios cuerpos carbonizados en el suelo. Sin soltar a Anya, Hoseok se acercó al primero, el más cercano, y hundió la mano libre en el pecho del hombre. Un espíritu emergió entre jadeos, luchando contra Muerte

2. Besos Oscuros // Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora