26.

220 27 4
                                    

Mientras sus lenguas se entrelazaban, mientras el sabor de Anya lo invadía, Hoseok se sintió ingrávido. Entonces, sus pies tocaron el suelo. Abrió los ojos y se encontró en una espaciosa habitación. 

Del techo colgaba una enorme araña que derramaba lágrimas de luz suave. Las paredes estaban decoradas con frescos de flores y viñas, y cada uno de ellos era una delicia para la vista. La cama era enorme, y estaba vestida con sabanas negras de seda. 

Hoseok asió a Anya por las nalgas y la levanto. Inmediatamente, ella le pasó las piernas por la cintura y situó el centro de su universo contra el miembro erecto. Él se movió contra ella; era una un acto tan necesario como respirar. Gimiendo, Anya se mordió el labio inferior, y notó que se estremecía entre sus brazos. 

—Más— le pidió ella en un jadeo. 

Él obedeció. 

De nuevo, ella se mordió el labio y se estremeció. 

Hoseok agarró el borde de su camiseta y se la sacó por la cabeza. Aquella increíble melena se le derramó por los hombros. Llevaba un sujetador de color azul claro, y la visión dejó hipnotizado a Hoseok. 

Sus pechos se le aplastaban contra el torso; era maravillosa. Sin embargo, no fueron lo que más le llamó la atención. 

Anya llevaba cuchillos atados por todo el cuerpo. Algunos estaban en los tirantes del sujetador, y otros, adheridos a su piel, aunque Hoseok no supo con qué. Sólo sabía que le gustaba. Y mucho. 

Tardó un poco, pero finalmente dejó caer el último de los puñales al suelo. Entonces, la dejó en el suelo y atajó sus protestas besándola en el cuello. 

El placer iluminó su preciosa cara y él cayó de rodillas mientras le desabotonaba el pantalón.

Tenía que saber si llevaba las braguitas a juego con el sujetador. 

En segundos, los pantalones estuvieron en sus tobillos. Hobi vio cuchillos y estrellas también pegados a la piel de Anya. 

—Sabia que ibas armada, pero no sabía hasta que punto— dijo. 

Ella apoyó una mano en su hombro y se salió de los pantalones mientras él la desarmaba. 

—¿Te gusta?— preguntó cuando Hobi hubo terminado. 

Las braguitas eran diminutas, una escasa cinta de tela azul brillante a juego con el sujetador. 

Él tragó saliva. 

—Me encanta— dijo con voz ronca— Eres muy bella. 

—Muchas gracias. Ahora es tu turno. Desnúdate. 

Por los dioses, Hoseok quería estar dentro de ella; tenía que estar dentro de ella, pronto, en aquel momento. Sin embargo, se negaba a despojarla de su libertad y a obligarla a estar con él para siempre. 

Mientras investigaba todos los posibles modos de robarle a Anya la Llave Absoluta sin los efectos secundarios adversos, tendría que encontrar la manera de romper su maldición, también. 

—¿Y bien?— dijo ella. 

Hoseok se retiró y se quitó la camisa. Antes de que lo hubiera hecho del todo, ella comenzó a quitarle las armas del cuerpo. 

—Creo que me superas— comentó. 

Dejó caer los cuchillos al suelo entre ruidos metálicos. Cuando el último desapareció, ella extendió los dedos sobre su piel y le acarició las tetillas, el tatuaje. 

El sintió tensión en el vientre; tuvo una erección. El calor se extendía a toda velocidad por su cuerpo; adoraba que lo acariciara. Hacía que se sintiera como un dios, todopoderoso, imparable. Deseado. 

2. Besos Oscuros // Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora