20.

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YoonGi estaba sentado en un rincón de un oscuro club de streap-tease italiano, pensando que todos aquellos bares eran iguales, no importaba en qué país se encontraran. Había ido a Roma a buscar la caja de Pandora, pero le estaba costando mucho concentrarse y sólo había conseguido enfadar a sus compañeros, en vez de ayudarlos. 

Al final, le habían dicho que se marchara hasta que estuviera más tranquilo, antes de regresar a las ruinas del "Templo de los No Mencionados" y continuar la búsqueda. 

Así que allí estaba, haciéndose cortes en el brazo por debajo de la mesa para que nadie pudiera verlo. Poseído por el espíritu de Dolor, necesitaba sentir aguijonazos de agonía diariamente. No había nada más que pudiera calmarlo. 

Sobre todo en aquel momento en que no podía dejar de pensar en Danika. 

¿Dónde estaría? 

¿Se encontraba bien? 

¿Lo odiaba o pasaba las noches soñando con él, como él soñaba con ella? 

Una imagen llenó su mente. Rubia, esbelta, angelical. Sensual, valiente, apasionada. 

Bueno, él imaginaba que era apasionada; ni siquiera la había besado todavía, y mucho menos la había acariciado. Pero quería hacerlo. Lo deseaba. 

Tenía que quitársela de la cabeza, y ésa era la razón por la que había ido allí. Sin embargo, las cuatro mujeres desnudas que había en el escenario, por muy bellas que fueran, le resultaban indiferentes. Ni siquiera estaba excitado. 

No podía excitarse si no pensaba en Danika. 

Ansiaba encontrarla, protegerla... Quererla. 

No podía. 

Pese a que momentáneamente estaba encarcelado, Jackson la mataría finalmente para cumplir con la orden de los Titanes. 

Por eso, YoonGi no quería tener contacto con ella; sabía que iba a perderla. 

No había ningún medio de detener a Jackson. Tendría que matarlo, o condenar a su amigo a una vida eterna de tormento. 

Por desgracia, él no era tan egoísta. Jackson era su hermano. Un guerrero que había estado a su lado. Codo con codo, enfrentándose a los Cazadores. Habían sangrado juntos. Se habían salvado el uno al otro. 

Olvidar todo aquello por una mujer, por un placer momentáneo..., se mordió el interior de la mejilla. 

Hundió el cuchillo profundamente en su muñeca, cortándose la vena. Notó la sangre caliente derramándosele por el brazo. Sin embargo, la herida se cerraría al instante...

Se hizo otro corte, y suspiró de alivio. 

—¿Te apetece que baile en tu regazo?— le preguntó una de las bailarinas en italiano. 

—No— respondió él, con más aspereza de la que pretendía. No sabía qué estaba haciendo allí. Cada vez estaba de peor humor. 

—¿Seguro?— preguntó ella, tocándose los pechos cubiertos de encaje— Haré que te sientas bien. 

—Segurísimo. Vete. 

La bailarina se marchó. 

Él se pasó una mano por la cara. Tenía que haber algo que pudiera hacer para ayudar a Danika. La idea de que le arrebataran aquella vida vibrante era demasiado dolorosa incluso para él. 

Quizás pudiera suplicarles a los dioses, pedirles que rescindieran su mandato de que Jackson asesinara Danika. 

Quizás, pensó, recostándose en el respaldo del asiento con algo de alivio. Sin embargo, necesitaba ofrecerles algo a cambio, algo que ellos quisieran. No sabía mucho sobre los Titanes, salvo que no habían tenido el poder durante mucho tiempo. 

¿Qué querrían?

¿Y cómo podría conseguirlo?


...


Jackson se acurrucó en un rincón de la celda. Tenía el cuerpo golpeado y ensangrentado a causa de sus ataques de rabia. No obstante, el dolor no le molestaba. No, lo fortalecía. 

Matar, matar, matar. 

Tenía que escapar de aquel calabozo.

«Soy prisionero dentro de mi propia casa». 

La sed de sangre lo mantenía atenazado, lo exprimía Sólo veía una niebla roja. No podía comer sin imaginarse hundiendo el cuchillo en el cuello de Danika, en el de la hermana, la madre y la abuela de ésta. No podía respirar, dormir ni moverse sin imaginarlo. 

Matar. 

Durante mucho tiempo, había anhelado perder aquel deseo de matar. Sin embargo, cada día que pasaba el impulso era más fuerte. Sus amigos ya no lo visitaban, salvo para deslizar una bandeja de comida en la celda. Era como si lo hubieran borrado de su vida. 

Matar, matar, matar.

Tenía que salir de allí. Necesitaba destruir. Después, aquel deseo se desvanecería. Él lo sabía, y casi podía saborear aquellas muertes. 

Sí, lo necesitaba. 

No podía esperar más. No podía pensar que recuperaría la paz. Haría lo que tenía que hacer, lo que le habían ordenado. 

Miró hacia los barrotes. En su cabeza estaba empezando a perfilarse un plan. 

Sonrió. 

Pronto... 

2. Besos Oscuros // Jung Hoseok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora