Capitulo 10.

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Emilio.

Las calles estaban con muy poco tránsito por lo que no me tomó mucho tiempo llegar a casa de Regina quien estaba esperando sentada en el escalón antes de su puerta. Mi intención era bajar del auto pero se vió interrumpida cuando pasó por enfrente y subió al asiento de a lado.
No dijo absolutamente nada, solo tenía su mirada fija enfrente. Ni yo sabía que decir ni como actuar.

— ¿A dónde quieres ir?. — le pregunté.

Pues era un poco más de media noche, las opciones eran limitadas. Así que mi pregunta no era muy útil que digamos.

— No lo sé, solo conduce. — respondió.

Hice caso. Puse el auto en marcha y comencé a conducir sin un rumbo definido. De vez en cuando la miraba de reojo, seguía sin cambiar su postura. En una de esas veces que la observé, noté como movía sus manos inquieta.

Le estaba pasando de nuevo.

— ¿Quieres escuchar música?.

— Si quieres. — seguía moviendo sus manos.

No tardé en darle play al estereo. Siempre tengo mi teléfono vinculado porque me gusta ir escuchando música antes de entrenar para irme motivando.
Mi playlist corría, el movimiento de manos de Regina había disminuido pero continuaba haciéndolo.

— Hoy tuve partido. — llamé su atención. — Ganamos. —

— ¿De verdad?. — asentí. — ¿Cómo jugaste?.

— Estuve bien. — contesté. — Ya sabes, nadie pasa cuando lo estoy marcando.

Soltó una risa. Lo había conseguido, dejo de mover sus manos.

— ¿Vamos a tu casa?. — me preguntó.

Me tomó por sorpresa su petición. Terminé aceptando.
Por fortuna la salida de la carretera hacia donde se encontraba mi departamento estaba cerca, llegamos en menos de quince minutos. Estacioné el auto y entramos a tomar el ascensor. Una vez que llegamos al piso la guíe hacia la puerta.
Introduje la llave y la deje pasar primero.

— Pasa. Ponte cómoda.

Se adentró un poco insegura. Encendí la luz y me quite la sudadera que me había puesto dejándola colgada en el perchero.

— ¿Vives solo?. — me preguntó mirándome.

— Si, desde hace poco. Quería ser independiente y demostrarme que podía hacerme cargo de mi mismo. — respondí.

Solo asintió. Hubo un silencio, yo no tenía ni la más mínima idea de cómo preguntarle que había pasado porque era extraño que me pidiera que fuera por ella tan tarde, sumándole que estaba por sufrir otro ataque de ansiedad y que se la pasó callada todo el camino.
No quería incomodarla, ni mucho menos sonar entrometido pero realmente me preocupaba verla así de seria.

— Regi... — llamé temeroso. — ¿Te encuentras bien?.

Lancé la pregunta esperando no arrepentirme de haberlo hecho.
No me respondió, solo me volteó a ver nuevamente. De un momento a otro sus brazos estaban rodeando mi espalda. Otra vez me había quedado helado, tardé en reaccionar y de igual forma la rodeé con mis brazos.
Tenía las ganas de llorar pero no lo hacía, como si tuviera miedo de soltar aquellas lágrimas.

𝗖𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗹𝗮𝘀 𝗿𝗲𝗴𝗹𝗮𝘀 / 𝗘𝗺𝗶𝗹𝗶𝗼 𝗟𝗮𝗿𝗮 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora