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El armario de limpieza escondido en la parte trasera de Family Video es un pequeño espacio lúgubre, con una sola bombilla parpadeando en lo alto, estantes de botellas polvorientas de lejía y desinfectante, y un trapeador empujado a la esquina. Huele a polvo y productos químicos, y con el calor, casi te marea, recostada contra la puerta, mirando débilmente a tu colega mientras se tira del cuello de la camisa, incómodamente caliente.
Es cierto que no es un armario que tenga mucho uso, generalmente no hay mucha causa. Hoy, sin embargo, el sofocante calor del verano atrae a montones de niños vestidos de helado, con dedos pegajosos, y es una bola triste de chocolate con menta que se derrite lentamente en la alfombra lo que lo ha llevado a la parte trasera de la tienda a buscar un limpiador de alfombras.
"Esto es tu culpa."
"¿Cómo diablos iba a saber que se bloquearía detrás de mí?" Robin responde ferozmente: "Podrías haberme advertido que la caja mantenía la puerta abierta".
"¡Estás admitiendo que nunca haces la limpieza al final de la noche correctamente!"
Las cejas de Robin se tensan en un ceño más oscuro, los labios fruncidos para contener lo que sea que se esconde detrás de ellos. No fue su idea volver aquí, sino que Steve la envió a ver cómo estabas cuando no habías regresado en diez minutos, y se dobló de risa cuando te encontró medio enterrada bajo dos docenas de rollos de papel higiénico del estante superior.
Luego, por supuesto, en su torpe estado de hilaridad, su pie empujó la caja de desinfectantes que mantenía la puerta abierta y, cuando se cerró detrás de ella, la empujó contigo, atrapada en un futuro previsible.
"Es una tienda de videos", argumenta Robin con los dientes apretados, "casi completamente alfombrada... ¿por qué tendría que trapearla?"
Tú y Robin Buckley no son amigas.
No se sabe qué lo inició, los comentarios sarcásticos y el ceño fruncido. Tal vez se remonta a la escuela secundaria, de moverse en círculos muy diferentes, de años en el equipo de porristas mientras Robin tocaba la trompeta en las gradas, o tal vez es solo una vieja aversión normal. Hoy, sin embargo, es el calor lo que estimula la hostilidad.
"No era necesario que vinieras", escupiste con dureza, "lo tenía bajo control".
Robin se burla.
"Sí, se veía de esa manera".
Exhalas un suspiro agudo, alejando tu cuerpo de ella mientras ella jala el cuello de su camisa nuevamente, revelando su cuello delgado y unas cuantas pecas que hacen que tu estómago se retuerza nerviosamente. Ella sopla hacia arriba para apartarse el cabello de los ojos, presionando su mano libre contra su frente, la piel picada por el calor.
"Hace demasiado calor."Ella murmura.
"Tal vez deberías haberlo considerado antes de meternos aquí".
