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El viento frío anunciaba la llegada inevitable del invierno; las hojas susurraban con la brisa en la misma dirección que las muchas nubes en el cielo.
Robin se sentó junto a un columpio solitario, zapatillas sucias pateando las hojas marrones muertas en el suelo. El anillo en su dedo hizo clic contra la cadena que sostenía el columpio de madera. Estaba esperando a Steve, quien se suponía que la encontraría hace diez minutos, no estaba sorprendida por su retraso.
Mechones de cabello volaron frente a sus ojos, abrazó su abrigo más cerca de sí misma. Por la calle pasaban dos niños, ambos en bicicleta y en playera de manga corta; se preguntó si sentirían el frío.
Después de dos minutos más de balancearse de un lado a otro, el auto rojo de Steve apareció en su línea de visión. Robin no se molestó en levantarse, sus ojos brillantes siguieron a Steve mientras abría la puerta. El día era gris y frío, pero Steve sonreía y hablaba.
Robin vio la razón poco después. La puerta del pasajero de su auto se abrió y una chica salió. Un gemido molesto escapó de Robin, se suponía que eran solo ellos, más tarde le daría a Steve una idea de lo que pensaba por traer a cualquier chica con la que estaba tratando de salir.
Te alejaste del auto, siguiendo el paso de Steve mientras metías tus manos en los bolsillos de tu sudadera con capucha para tratar de ahuyentar el viento frío que perforaba tu piel.
"Hola Robin, lamento llegar un poco tarde, tuve que pasar a recoger a alguien". Steve se apoyó en una de las vigas de madera que sostenía el columpio de Robin y te miró con una sonrisa.
"Tú me invitaste, Steve ". Le frunciste el ceño juguetonamente, abrazándote y cambiando de postura; tus ojos lanzándose momentáneamente a la linda chica en el columpio.
Steve se rió entre dientes, "Espero que no te moleste que haya invitado a ____, ¿recuerdas que te hablé de ella, verdad? ¿Mi amiga de la escuela secundaria?."
La mirada de Robin se centró en ti, frunciendo los labios y al instante amando cómo el tono azul de tu sudadera con capucha complementaba tu piel. "Sí, lo recuerdo".
Sonreíste, una adorable inclinación de labios mientras caminabas hacia adelante y le ofrecías tu mano a Robin para que la estrechara. Lo cual hizo, al mismo tiempo que maldecía sus repentinamente sudorosas palmas.
Al final de ese día, después de que hiciste reír a Robin como nunca antes, tomaste su mano en la montaña rusa de la feria local y le diste un beso de despedida en la mejilla antes de subirte al auto; Robin sabía que estaba perdida.
Durante los diez meses posteriores a que se conocieron, te convertiste en el lugar seguro de Robin.
Curiosamente, llevabas la misma sudadera con capucha azul cuando Robin finalmente tuvo el coraje de besarte.
