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Hace cuatro días que se fue.
Nanami lo sabe y su corazón se llena de temor y culpa.
Se ve obligado a viajar por un viaje de emergencia y, desafortunadamente, no hay nada que pueda hacer al respecto. Su trabajo es tarea, le duelen los huesos y ha tenido dolor de cabeza durante tres de los cuatro días que estuvo fuera. Su cuerpo se siente como si estuviera a punto de desinflarse, como si no fuera más que un desperdicio.
Odia este sentimiento inmensamente. El pavor de dejar la comodidad de sus cuatro paredes; el pavor de dejarte a ti, la persona que mueve su mundo. Cuelgas las estrellas que Nanami mira cada día que te extraña. El sol que quema su piel nunca ha sido ni será tan brillante como la sonrisa que se dibuja en tus labios cada vez que lo ves. Y ningún medicamento podría quitarle el dolor de su cuerpo y su mente tan bien como lo hacen tus besos.
Nanami lo sabe, y es exactamente por eso que se pasea por una acera sucia a las 4 p. m. y se comunica con una floristería cerca de tu apartamento.
"Sí, señorita, el ramo de rosas rosadas sería perfecto".
"¿No Rosas blancas?" la señora hace señas, "se verían hermosos con el hermoso color rosa de las flores".
Nanami contiene un suspiro molesto. Sabe lo que quiere y maldice la creación de marketing y la naturaleza persuasiva del dueño de la floristería.
"Sí estoy seguro. Las rosas tienen un significado específico que estoy tratando de transmitir", deja escapar mucho más de lo necesario.
La conversación es civilizada de ahí en adelante: Nanami le da a la mujer tu dirección y una nota para adjuntar al ramo. Él le paga y ella le dice "gracias" y "¡por favor contáctenos pronto!"
Ella, sin embargo, hace una pausa y rompe el breve acto de servicio al cliente.
"Tienen suerte de tenerlo, señor".
Y corta la llamada.
Las palabras resuenan en los oídos de Nanami, la sinceridad de su voz no es algo que uno pueda fabricar en cuestión de segundos. Él sabe que ella lo dice en serio y eso hace que su corazón salte.
