Deseo

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Mirabel y la abuela por lo general no peleaban. Mirabel dejaba que todo pasara con una sonrisa falsa. Tratando de complacer a su abuela. Por lo general, la abuela no le prestaba a Mirabel la atención suficiente como para enojarse con ella.

Pero hoy, Mirabel fue notada y no por algo bueno. Había estado bajando las escaleras como siempre lo hacía, deslizándose hacia abajo con la ayuda de Casita. Pero hoy no fue como otros días, ya que su zapato se rompió, lo que la hizo caer y tropezar. Tropezó y se estrelló contra el retrato del abuelo Pedro.

La rasgadura resonó en toda Casita.

La abuela siguió el sonido y vio a una Mirabel de aspecto increíblemente culpable sentada junto al retrato rasgado.

Se desató el caos.

Los gritos estallaron en Casita.

Julieta, Pepa, Agustín y Félix dejaron de hacer lo que estaban haciendo en la cocina para apresurarse a ver qué estaba pasando.

Los gritos sacaron a todos los nietos de sus habitaciones confundidos por lo que estaba causando esta reacción de su abuela. Todos salieron solo para escuchar lo último que la abuela gritó con cara roja a una casi llorosa Mirabel arrodillada frente al retrato estropeado de Pedro.

—¡No entiendo por qué no eres como el resto de la familia! ¡No entiendo por qué tienes que romper y arruinar todo! ¡Pero si sé que desearía tener otra nieta que tuviera un don!

Todos jadearon ante esto.

Las lágrimas cayeron libremente por la cara de Mirabel mientras subía corriendo las escaleras sin mirar a sus primos o hermanas y entraba en su cuarto con un portazo.

—¡Mamá! ¡¿Cómo pudiste decir eso?! —Julieta le gritó a su madre.

—¡Ay! ¡Mamá! ¡Te pasaste! —señaló Pepa a su madre y un nubarrón apareció sobre su cabeza.

—Alma, eso fue cruel —comentó Félix parándose junto a su esposa.

Agustín le envió una mirada furiosa a la abuela y subió corriendo las escaleras para ver a Mirabel.

—¡Vieron lo que hizo! —la abuela alegó enojada mirando el retrato destruido de su esposo muerto.

—Fue un accidente, abuela, escuché que sus zapatos se rompían —Dolores se inclinó sobre la barandilla.

Todos miraron el zapato rosa roto al lado de la pintura.

Luisa e Isabela se miraron, luego a su padre y a su primo Antonio que llamaban a la puerta preguntando si podían hablar. No obtuvieron respuesta.

—No creo que quiera hablar ahorita —señaló Camilo mirando levemente enojado a la abuela.

—Mamá, discúlpate con Mirabel. Eso fue cruel y duro —exigió Julieta y señaló el retrato—. Fue un accidente y estoy segura de que lo lamenta. Sé que ese era el retrato de papá, pero Mirabel es tu nieta y ella no lo haría a propósito.

La abuela no quería disculparse, ¡era su retrato de Pedro y Mirabel lo destruyó! Un descuido que fue causado debido a la falta de su don. Ella siempre corría así porque constantemente se esfuerza demasiado debido a su falta de un don y se interpone en el camino de todos. Pero seguía siendo su nieta, y no debió haberle dicho eso.

—Sí, tienes razón. Cuando salga, me disculparé.

Con eso todos fueron al comedor a cenar y esperar a que saliera.

No salió. Cenaron y esperaron, pero no salió. Julieta y Agustín intentaron hablarle, pero ella no respondió y Casita se negó a abrirles la puerta. Antonio eventualmente intentó llamar a la puerta para tratar que se la abriera para que pudiera irse a la cama, pero no hubo respuesta.

Cuidado con lo que deseas, abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora