Agustín

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Agustín estaba teniendo el peor día. Literalmente. Su hija menor desapareció y fue reemplazada por una completa extraña. En serio le encantaría culpar de todo a Alma. Pero sabía que no sería justo, como Casandra había insinuado antes. Era un poco la culpa de todos.

Agustín fue quien buscó a Cas, ya que su esposa estaba llorando y técnicamente era su responsabilidad, ya que era el padre de la chica. No fue tan difícil encontrarla cuando escuchó música de piano suave. La siguió hasta la habitación que él y Félix usaban como sala de música.

Se asomó escuchando la hermosa melodía que nunca había oído antes. Al parecer, esta era otra diferencia entre Mirabel y Casandra. Mirabel tocaba el acordeón y decía que el piano no era tan diferente, que era algo que tanto él como Luisa ya sabían hacer.

Agustín estaba a punto de entrar cuando escuchó que la melodía se volvía un poco más agresiva y Cas comenzó a cantar junto a ella.

—Y moveré los montes. Flores nuevas sembraré. Por favor, que alguien me ayude a entender, si es que en mí hay algo mágico, sí, mágico. Sanaré el quebranto. Les demostraré valor. ¿Lograrán mirar quién puedo ser yo? Lejos de aquel regalo mágico, y aquí estoy.

Agustín arqueó la ceja, Cas era una buena cantante, pero la canción... la canción sonaba triste, pero había algo más...

—¡Muy dispuesta! ¡Véanme, dispuesta! ¡Fui impaciente y no obtuve respuesta! Bendiciones te pido, aunque no tenga un don milagroso y mágico —terminó Cas mientras dejaba de tocar el piano— ¿Habrá algo en mí que sea mágico?

Agustín vio a la chica suspirar, como si tuviera mucho peso sobre ella. Levantó la mano y golpeó la pared.

—¿Cas?

La chica se dio la vuelta y miró al hombre.

—Ah, papi.

—Hola, Cas —él respondió mientras intentaba entrar en la habitación, pero inmediatamente tropezó con sus propios pies y golpeó el suelo con fuerza.

Gimió y planeó levantarse y quizás ir por una arepa de su esposa cuando sintió que su cuerpo comenzaba a moverse en contra de su voluntad. Su cuerpo en cámara lenta se movía antinaturalmente, se sentía levantarse y volver a como estaba antes de caer. Estaba otra vez parado y ya no tenía lesiones.

Agustín estaba impactado hasta que miró hacia adelante y vio los brillantes ojos verdes de Cas y su mano levantada.

—Ten más cuidado, pa —respondió Cas y miró el piano, tocando una tecla.

—Eso fue...

—¿Espeluznante?

—...increíble —Agustín hizo una pausa y avanzó para sentarse junto a Cas en el banco del piano—. ¿La gente llama espeluznante a tu don?

Cas hizo un gesto a sus ojos.

—Brillan de color verde como los de tío Bruno y literalmente puedo detener los cuerpos de las personas. Puedo quitarle a la gente el control de sus cuerpos con mi don. Sí, la gente me llama espeluznante.

Agustín no sabía qué decir al respecto. Los dones de Isabela y Luisa no eran así y Mirabel ni siquiera tenía uno.

—¿Hicimos algo al respecto? —Agustín preguntó con sinceridad.

—La abuela lo hizo —Cas sonrió—. Dijo que, si no me respetaban, no obtendrían mi ayuda. Solo ayudo a aquellos que son amables conmigo. La abuela es la mejor.

Eso francamente sorprendió a Agustín considerando la forma en que Cas le habló a la abuela antes.

—Así que, ¿me vas a regañar o qué? —Cas preguntó mirándolo—. Estoy esperando el "Casandra Valentina Rojas Madrigal, no puedes hablarle así a la familia".

—Ah, ¿ese tu nombre completo? Puedo usarlo ahora —él bromeó y Cas rodó los ojos—. Pero, no estoy aquí para regañarte. Porqué tienes razón. Nunca debimos haber dejado que eso sucediera. Pero... lo habría hecho real. Si lo ignorábamos, no tendríamos que lidiar con el hecho de que mi bebé nunca sería como sus hermanas o el resto de la familia. Abordar la situación de la habitación le habría puesto un final.

Cas tomó lo que Agustín dijo con una mirada de "ah" antes de quitarse las gafas y entregárselas.

—Uso lentes. Mirabel también los usa, ¿no?

Agustín asintió mirando las gafas cuadradas azules, ¿por qué estaba sacando esto a colación ahora?

—Estoy bastante ciega. Sin ellos, seguía chocando con mis primos mientras jugábamos y me golpeaba horriblemente como mínimo 3 veces aquí —Cas señaló justo encima de su ceja derecha—. Mis padres me llevaron a buscar lentes, tú hiciste lo mismo con Mirabel —tomó sus gafas—. Era un hecho que no veríamos como el resto de la familia. Ustedes aceptaron que Mirabel nunca iba a ver como el resto de la familia. La habitación no debería haber sido diferente.

Agustín suspiró.

—Mirabel nunca dijo nada. Incluso parecía emocionada por compartir habitación con Antonio.

—No puedo hablar de lo que Mirabel estaba pensando, pero probablemente estaba feliz de que se confiara en ella para ayudar con Antonio —supuso Cas mientras se levantaba del banco—. Pero hablaría con Dolores sobre lo que pudo haber escuchado.

—Hablando de eso, deberías disculparte con Dolores —dijo Agustín luciendo incómodo—. Es posible que hayas arruinado la relación de ella e Isabela por un chico.

Cas pareció tener una mirada en su rostro que solo un divertido ser de caos tendría.

—Por favor, papi. A Isa ni siquiera le gusta Mariano. Le estoy haciendo un favor.

—¡Espera, ¿a Isabela no le gusta?!

....

—Es demasiado musculoso y odio la poesía —Isabela se quejó sentada molesta en la mesa.

—Pero su poesía es tan hermosa —explicó Dolores limpiándose las lágrimas con un pañuelo.

Fue una larga charla. Una que sucedió durante la cena. Pero Isabela admitió que no le gustaba tanto Mariano y que pensaba que él la superaría. Pero no lo había hecho.

Así que, una llorosa Dolores abrazó a Isa y le agradeció por dejarla tener una oportunidad.

Abuela no estaba contenta, pero lo entendió. A Dolores parecía gustarle Mariano.

También tuvieron una breve charla sobre la habitación de Mirabel para cuando regresara, fue tensa, pero los adultos acordaron hablar con ella sobre las opciones y decidir qué le gustaba más.

Lo que los llevaba al ahora. Cas decidió cenar en su habitación y Antonio fue enviado a la cama.

La familia restante ahora estaba sentada a la mesa tratando de averiguar qué hacer. Lo máximo que se les había ocurrido era que la abuela pidiera otro deseo y esperar lo mejor.

—Eh —murmuró Dolores mirando a todos—, creo... creo que Cas puede no ser del todo veraz. Creo que ella sabe más de lo que está diciendo.

—¿Por qué? —Pepa le preguntó preocupada a su hija y todos los demás compartieron una mirada.

Dolores pensó en el libro con la fecha futura, su conocimiento del enamoramiento de Dolores y los sentimientos de Isabela al respecto, y la forma en que habló en su habitación.

—Algunas cosas no cuadran.

La abuela tarareó.

—Es posible que tengamos que investigarlo más.

La familia seguía sin hablar con nadie, ni siquiera Dolores les prestaba atención a los ojos en los muros observándolos.

Cuidado con lo que deseas, abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora