Isabela

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Isabela intentó no ver partir a las últimas de las mujeres, Daniela Navarro y Natalia Merlo. Pero encontró sus ojos siguiéndolas mientras se iban. Suspiró, eran tan hermosas y amables. Especialmente Daniela.

Sacudió la cabeza ferozmente. No, las mujeres perfectas no miran a las mujeres. Las nietas prefectas no piensan así sobre las mujeres. Suspiró pesadamente.

—¿Te gustó mi regalo?

Los ojos de Isabela se dirigieron hacia la voz y vio a Casandra sonriéndole desde un tejado.

—¡Tú! Isabela gritó y disparó una enredadera para tirarse hasta allí.

—¡Ay, carajo! —Cas se alejó mientras Isabela se balanceaba hacia el techo.

—¡Tú! ¿Por qué me enviaste a todas esas chicas? Ellas... ellas...

—¿Coquetearon contigo? —Cas terminó alejándose de una enojada Isabela.

—¡Sí! ¿Por qué lo... argh... harías?! —Isabela estaba tan enojada que no podía hablar ni pensar con claridad.

—Eh, ¿porque estás soltera y estoy tratando de ayudarte? —respondió la chica más joven con una mirada inocente—. Pensé que tal vez necesitabas un poco de ayuda. Dolores me ayudó a conseguir a mi novia, Gabriela.

—¿Novia? —Isabela tartamudeó impactada—. La abuela nunca estaría de acuerdo con eso.

—Creo que ya hemos establecido que mi abuela no es tan estricta como la tuya —Cas sonrió poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo—. Vamos Isa, creo que Daniela está realmente interesada en ti y es mucho menos pegajosa que Natalia.

—Para, a mí... a mí no me gustan las mujeres —mintió Isabela desviando la mirada.

—Sí, como si fuera a creerlo. He leído tu diario —Cas rodo los ojos.

—¡¿Leíste mi diario?! —Isabela chilló pisoteando.

Un cactus brotó justo debajo de Cas haciendo que saltara para evitarlo.

—Jesús, Isabela cálmate —murmuró Cas sin darse cuenta de la conmoción de Isabela ante la planta—. No quiero que me apuñales. Necesitas dejar toda esa mierda de señorita prefecta.

La respuesta de la chica sacó a Isabela de su confusión del cactus y entrecerró los ojos.

—No puedes llamarme así.

—¿Cómo? —los ojos de Cas destellaron—. ¿Señorita prefecta? ¿Por qué? ¿Solo Mirabel puede llamarte así?

—No puedes mencionar a mi hermana —los ojos de Isabela se entrecerraron nuevamente y no notó todas las nuevas plantas que aparecían a su alrededor—. ¡No a menos que nos digas la verdad y dónde está! ¡O que es esa puerta extra en tu habitación!

Sabes lo que pasó, la abuela deseó otra nieta con un don y esa puerta no es de tu incumbencia —respondió Cas encogiéndose de hombros—. Y si siguen diciendo eso, pronto no mencionar a Mirabel se dirá casi tanto como no se habla de Bruno.

Esa frase causó que una mirada horrible apareciera en el rostro de Isabela. No querían que eso le pasara a Mirabel. Isabela no quería que Mirabel tuviera el mismo destino que Bruno. Isabela había amado a tío Bruno y sollozó cuando él se fue, no podría vivir sin Mirabel. Sabía que estaba lejos de ser la hermana prefecta, pero... pero... no podía vivir sin su torpe hermana. Sin escuchar su suave canto al despertarlos por la mañana o las ocasionales mantas nuevas que Mirabel hacía. O no ver sus sonrisas.

—Pero ya basta de esa chica —cortó Cas—. Creo que estábamos hablando de ti. ¿Has considerado decirle a la abuela que odias el rosa? ¿O que tal vez no estás lista para el matrimonio? ¿O que no quieres 5 hijos?

Cuidado con lo que deseas, abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora