Julieta

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Julieta era una buena madre. No había duda de ello. Nunca la habrá.

Pero mientras miraba el moretón que se formaba en la mejilla de Cas cuando abrió la puerta, estaba perdida.

—No me disculpare, ma —dijo Cas de inmediato tomando las arepas que Julieta sostenía y la dejaba entrar en la habitación.

Julieta entró en la habitación por primera vez y miró alrededor con asombro. Era hermosa... y solitaria. Se sentía vacía. Le recordaba a la habitación de Bruno. Julieta meneó la cabeza tratando de eliminar los recuerdos. Odiaba cuando veía las similitudes entre Bruno y Mirabel, y verlas ahora con Cas lo empeoraba aún más.

—No espero que lo hagas, Casandra —respondió Julieta viendo a Cas sentarse en su cama para comer una arepa.

Julieta notó la manta verde oscuro que parecía hecha para parecerse a la ruana de Bruno.

—Pero, quiero que consideres como nos sentimos con todo esto de Mirabel y tú cambiando de lugar.

Cas se tragó la arepa y Julieta vio desaparecer los moretones y heridas de su cuerpo.

—Ninguno de ustedes se molestó en preguntarme qué sé. Diablos, además de Antonio, generalmente ustedes me ignoran. ¿Es así como tratan a Mirabel?

Julieta guardó silencio. ¿La trataban así? Ella pensó mucho. No lo sabía. Estaba tan ocupada, pero... estaba allí para sus hijas, ¿verdad? ¿Verdad? Las lágrimas brotaron de sus ojos.

—¿Soy una mala madre? —comenzó a llorar.

—Mierda —murmuró Cas levantándose de golpe y agarrando las manos de Julieta—. ¡No, no! ¡Eres una gran mamá! Solo tienes mucha responsabilidad y peso. Es normal pasar las cosas por alto algunas veces.

Julieta miró la cara de Cas y la sonrisa triste.

—Mirabel es mi bebé y se ha ido... porque nunca le hice frente a mamá.

—Bueno, la abuela da bastante miedo —la adolescente trató de bromear, pero cuando miró la cara angustiada de Julieta, se puso más seria—: ¿Sabes? Siempre me dices todo el tiempo lo inteligente que soy, que tengo un gran corazón y gafas geniales.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Julieta.

—También se lo digo a Mirabel.

La sorpresa apareció en el rostro de Cas, pero luego una sonrisa verdaderamente dulce tomó su lugar.

—Apuesto a que sí. De todos modos, sigo siendo una Madrigal. Solo pregúntame si tienes alguna pregunta, ¿de acuerdo?

Julieta se calmó un poco y pasó un poco del cabello desordenado de Cas detrás de su oreja derecha y se detuvo.

—Cas, ¿qué tan diferente es tu mundo del nuestro? ¿Tengo el mismo don? ¿La familia también?

—Eh —Cas pensó por un minuto—, sí, básicamente es lo mismo, solo que no existe Mirabel. Tienen los mismos dones. Pero no soy muy cercana a Antonio, ya que no compartí habitación con él. Isabela y Luisa no están tan estresadas ya que yo también ayudo con las tareas.

Julieta sabía que estaba mintiendo y en ese momento Julieta supo que esta chica no era su hija. En ninguno de los dos mundos. Porque si fuera cierto, ¿por qué Cas tenía una cicatriz sobre la ceja derecha? Si Cas estuviera comiendo la comida que Julieta había cocinado la mayor parte de su vida la cicatriz usualmente oculta por su cabello no estaría allí. Tratando de no llamar la atención, miró las manos de su Cas.

También había pequeñas cicatrices en ellas. Pequeños cortes comunes. Cortes que nunca estaban en las manos de sus hijas, porque comían la comida de Julieta todos los días. Algo que aparentemente Cas no hacía.

Cuidado con lo que deseas, abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora