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—No pasa nada, está todo bien —se dijo para mantener los pies en la tierra.

Sus ganas de usar el baño desaparecieron.

Mierda. Ahora solo tenía ganas de una pelea física, una muy violenta, una que lo dejara agotado o, mejor, noqueado. Quería quedar inconsciente, para no pensar en lo que acababa de ver.

¿Por qué, si le coqueteaba a él, iba por ahí besando a otros?

¿Por qué, si él luchaba con tanto ímpetu contra esto, no había logrado hacerse inmune a la prueba mayor?

Ver a Sorní con otra persona lo quemaba como si se hubiera tomado una muestra de fuego líquido y le estuvieran haciendo añicos el pecho. A él, a él que jamás había sentido algo así antes.

Dejó caer su mochila al suelo del frío del baño y se quitó su chaqueta y el polerón porque sentía que la ropa le pesaba. Contuvo el aire en sus pulmones mientras se daba golpecitos en la frente con un puño para intentar acomodar sus ideas. Sentía que la cabeza le bombeaba y que su corazón saltaría en cualquier momento de su pecho para correr lejos de ahí. Era una excelente opción, pues quería alejarse de todo y de todos, sobre todo de Sorní. Sorní y lo precioso que lucía mientras era besado.

—Tranquilo, Baek —se repitió con los ojos apretados.

Estaba tan confundido que sentía un dolor casi físico. Se acercó hacia uno de los lavabos, abrió la llave para mojar sus manos en busca de alivio. Intentó calmar su respiración. Al mirarse en el espejo podía notar sus ojos cargados de nuevos sentimientos, como si un nuevo software se instalara en él.

Cerró los ojos y recordó aquella noche en que había encontrado, en una página web, la palabra «asexual». La boca se le secó mientras lograba ponerle un nombre al impacto que la definición le estaba provocando. Leyó que a más gente le pasaba lo mismo que a él y entendió que no estaba roto ni descompuesto. Con fuerza se abrazó, hasta el día de hoy, a esa palabra para convertirla en suya, como un escudo para defenderse de las risas de los demás. Había aprendido a valorar la soledad que, por ese entonces, eligió, porque no le daba miedo. Miedo tenía ahora que no sabía cómo llamar a lo que sentía, debido a que ninguna página web le había advertido que años más tarde iba a aparecer un Gael Sorní que lo volvería a hacer sentir desorientado.

Tantas veces deseó sentir algo así para ser normal, para encajar, para que su madre estuviera feliz, para que su hermano no lo tildara de «retrasado», para que sus amigos no se rieran porque era «el virgen del grupo».

Se pasó las manos mojadas por su rostro hasta que sus dedos se hundieron en su cabello y cortó el agua. Intentó aclarar sus ideas y no ver su patético reflejo en el espejo, luego se pasó el polerón por la cabeza y volvió a ponerse la chaqueta de mezclilla, pero se envolvió contra el frío en vano porque lo que lo tenía temblando venía de su interior y no existía forma aparente de escapar.

Tenía que salir de ahí, dejar ese baño atrás y la atormentadora imagen de Gael besando a otro chico. Se iría a casa, se encerraría como siempre y revería las mismas películas de siempre. El Exorcista, It o El bebé de Rosemary, cualquiera que lo llevara a sentir el miedo de otra fuente que no fuese su corazón.

Que se jodiera Sorní, sus manos pequeñas, sus ojos brillantes, el lunar en su clavícula, sus mejillas redondas, su boca color cereza, sus imperceptibles pecas en el puente de su nariz, su frágil figura, su voz soñadora, su torpeza innata y su olor a lilas.

Que se jodiera.

Salió del baño, pero no pudo ir muy lejos.

—Adam.

My Chemical (Asexual) Love ✦ DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora