36. (N)

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—Amy Ann, ¿puedo hablar contigo?

Los días pasaban, el tiempo corría y el recuerdo de los ojos de Gael juzgándolo al preguntarle si había, en sus palabras, «hecho lo correcto» empujaron a Adam a detener a la chica antes de que saliera por la puerta del salón donde recién habían tenido clases.

Amy se giró para mirarlo con esos bonitos ojos claros que tenía y, luego de pensárselo un poco, respondió:

—Claro.

Esperaron a que el resto de sus compañeros saliera del salón. Ella aprovechó para ordenar sus cosas, mientras él seguía sus movimientos con cautela.

Adam no era ciego, sabía que la chica que estaba frente a él era hermosa: tenía unos pómulos altos enmarcados en un rostro pequeño que siempre lucía un bonito color damasco, el que contrastaba con sus labios rosa y su cabello color cobre. Era lista también, tanto como él, lo que hacía que siempre se hubieran disputado los primeros puestos en clases. Entendía a la perfección por qué muchos no se extrañarían si empezaran a salir juntos. Quizás, ese hubiese sido el curso natural de las cosas, quizás por eso ahora Amy Ann, de pie frente a él, lo miraba con los ojos llenos de ilusión. Al verla tan expectante, Adam hubiera preferido meterse un puñado de canela a la boca antes de explicarle que él no podía seguir con ese curso natural.

—¿Irás a la fiesta de Anna Bloom? La dará por San Valentín; la del año pasado estuvo muy buena. —La voz de Amy rompió el silencio.

Tragó saliva con pesadez y se rascó la frente incómodo.

—Amy Ann, no sé muy bien cómo empezar —dijo y metió sus manos en la chaqueta que llevaba para no moverlas—, pero, yo... lo que viste hace unos días...

—Oh, es sobre eso —dijo decepcionada—, entonces, ¿es algo serio?

Asintió.

Amy Ann se ensombreció.

Gael tenía razón, aunque le costara, debían tener esta conversación.

—Nunca quise mandarte señales confusas.

—Me gustabas incluso antes de esas señales, Adam.

—No era mi intención.

—¿Que me gustaras? —dijo y sonrió con amargura.

—Nunca quiero gustarle a nadie, Amy, porque a mí nunca me gusta nadie. —Guardó silencio un momento. Miró la punta de sus zapatos como si así pudiera encontrar las palabras que se escondían en su cerebro—. Soy asexual y todo esto me genera mucha ansiedad. Nunca he sido capaz de sentir lo que tú sientes por mí. No puedo corresponderle a nadie.

Ella rio.

—Me han rechazado muchas veces y esta es la forma más original, sin duda. —Su voz ya no sonaba dulce, sino molesta—. Puedes decirme que eres gay y ya.

—No soy gay.

Adam no era gay, era asexual. Creía que se lo había dicho de forma muy clara y eso no era algo que hiciera muy seguido.

Las uñas de la chica sonaron sobre la superficie de la mesa donde estaban apoyadas. Lo examinaba incrédula y prejuiciosa, justo lo que siempre intentaba evitar. No importaba qué tan inteligentes fueran ambos, sobre las personas como él siempre caía la duda, como si fueran un mito, como si fueran invisibles, como si tuvieran que explicar que no eran una leyenda urbana y que existían en el mundo real.

—Está bien si eres gay, no tienes que ocultarlo.

—Es que no lo soy. Nunca le correspondí a nadie que no fuera él porque nunca me había gustado nadie antes y eso, aparentemente, no me quita lo asexual, Amy Ann.

—¿Y podría haberte gustado yo, entonces? —le respondió rápido.

Esa pregunta le causó una increíble ternura, tal vez, fue el tono o la mirada brillante de la chica, pero, de todas formas, apretó los labios y negó con la cabeza.

—No lo sé.

Pudo verse en sus ojos antes de que bajara la mirada y en el reflejo se vio confundido.

—Está bien —dijo Amy Ann luego de un silencio que le pareció eterno. Volvió a escuchar sus uñas antes de que ella diera un paso hacia él—. Me gustas, Adam. Creo que eres muy listo y guapo. Tienes un aire de misterio que hace que... —suspiró para detenerse a sí misma, como alguien que no quiere hablar de más—. Pero si no te aclaras, no estás listo para estar con alguien. —Movió su cabello cobrizo hacia delante y se encogió de hombros—. Te veo luego.

La vio marcharse y sintió cómo su cuerpo se desmoronaba, obligándolo a sentarse en la silla más cercana. Se llevó las manos a la cara y echó su cabeza hacia atrás. Qué agotado se sentía.

A veces la hoja más pequeña puede remover toda la rama de un árbol. Él sabía quién era, todo esto solo era una etapa confusa y nueva.

Y ya.

Estaba claro.

¿Entonces por qué de pronto se sentía tan aturdido?

¿Entonces por qué de pronto se sentía tan aturdido?

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My Chemical (Asexual) Love ✦ DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora