38.

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—Creo que se parece a ti.

Mochi no dejaba de moverse de un lado al otro. Llena de energía luchaba por sacarse el pequeño arnés que llevaba puesto, al mismo tiempo que  atacaba la correa con sus patitas.

Era adorable mirarla, tanto como mirar a Adam jugar con ella. Sonreía tanto que sus ojos se volvieron dos medias lunas en su rostro. Gael los observaba hipnotizado y embobado desde el pasto. Estaban en el frondoso parque ubicado detrás de la veterinaria donde habían llevado a la pequeña Mochi por sus vacunas. Era mediodía y, contra todo pronóstico, el sol que se asomaba entre las nubes calentaba el día lo suficiente como para poder estar al aire libre.

Se sentía como una cita.

En realidad, se sentía como una no-cita. Una no-cita de no-San Valentín, porque era 13 de febrero y Gael sentía que de a poco tenía que ir preparando el camino para celebrar con Adam su segunda festividad favorita del año.

—¿Eres el que tiene el atrevimiento de compararme a con un gato? —Gael estaba sorprendido.

Qué osadía. No hacía falta pasar una tarde entera con Adam para saber que, si fuera un animago, solita la magia hubiera hecho el trabajo para convertirlo en un gato.

—No se queda quieta y es persistente igual que tú —murmuró poniendo su atención en él. Grave error—. ¡Ay! Y muerde.

Gael soltó una carcajada y estiró una mano para acariciar la pancita de Mochi.

—Yo jamás te he mordido —le respondió con los ojos entrecerrados—. Al menos no aún. Mochi me lleva la delantera.

Adam, que aún sacudía su mano herida, clavó sus ojos oscuros en los suyos y sonrió negando con la cabeza antes de lanzarse con una mano de nuevo a combatir contra Mochi.

Le encantó ver su expresión relajada y su sonrisa de nuevo.

Fue una semana extraña, una donde Adam se veía taciturno y silencioso. Miles decía que estaba cansado, Éden que tal vez estaba un poco triste.

En un principio pensó que era porque el bombardeo de información de San Valentín lo estaba matando, así que no había hecho ningún comentario al respecto. Sin embargo, si la festividad tuvo algo que ver o no con su actitud, nunca lo supo, porque las cosas le empezaron a hacer sentido cuando una tarde notó que Amy Ann Díaz lo miraba fijamente, una mirada llena de odio.

¡La muy atrevida!

Por la tarde, dentro del auto de Adam, el chico le contó lo que había pasado y, cuando vio cómo sus manos apretaban el manubrio, las cuentas le calzaron.

—¿Hablaste con ella?

—Sí.

—¿Salió mal?

Adam, hermético como siempre, prefirió inclinarse para besarlo antes que responderle y contarle qué había sucedido en esa conversación que lo tenía así.

No le quedó más opción que preguntar después. Era impenetrable si se lo proponía y a veces, incluso para él, era mejor no insistir.

Al menos por un tiempo.

—Sorní, tu gata es una salvaje, me volvió a morder.

Chasqueó la lengua y rodó los ojos.

—En realidad es tu gata, tú la encontraste, yo solo le di un hogar.

—Tú la adoptas, tú la educas.

Gael la tomó con cuidado, para no botar el té de manzana y miel que se había comprado antes de sentarse en el pasto, y la pegó a su pecho.

My Chemical (Asexual) Love ✦ DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora