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𝗗𝗘𝗡𝗧𝗥𝗢 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗟𝗜𝗦𝗧𝗔 𝗗𝗘 𝗠𝗘𝗧𝗔𝗦 𝗬 𝗣𝗥𝗢𝗣Ó𝗦𝗜𝗧𝗢𝗦 de año nuevo de nailea resaltaba una sola cosa.
hacer cambios.
no quería cambiar su personalidad ni su físico. nailea quería cambiar de actitud. quería eliminar todo rastro de miedo al hablar con sus padres, quería tener más libertades y demostrarle a sus padres que lo merecía. tampoco sería muy difícil hacerlo, siempre fue una buena hija, buena estudiante, buena hermana y siempre se esforzó por ser obediente. sólo necesitaba que sus padres supieran que no podrían controlarla por siempre.
o al menos esa era su idea, pero creo que ya sabemos que no es tan simple como decirlo.
seremos realistas. sabemos cómo son los padres de nailea —o su madre, mejor dicho—. sería mucho más conveniente para la morena sólo seguir aparentando pero quería que la situación cambiara, estaba realmente harta de tener que fingir ser alguien que no era. pero en su cabeza aún había una parte que estaba asustada.
tenía miedo de que su familia se decepcionara, de que sus padres le dieran la espalda, de que la que la odiaran. por esa razón estaba indecisa.
¿tener la aceptación de su familia y mantener su amor o dejar de lado todo y aferrarse a lo que sentía y quería?
se le hacía difícil decidir.
— ¡nai! —llamó andrés—.
la morena despertó de su trance cayendo nuevamente en su realidad. ni siquiera notó que llevaba varios minutos de esa forma por lo que le costó procesar lo que pasaba a su alrededor. se encontraba parada junto a la isla de la cocina con un vaso vacío entre sus manos (había olvidado que estaba buscando pero supuso que estaba por servirse jugo de manzana). su hermano mayor estaba frente a ella, mirándola confundido.
— ¿qué te pasó? —preguntó andy con cautela—.
— eh, nada, sólo... me quedé pensando... —sacudió un poco su cabeza— ¿me llamabas? —.
nailea dejó en vaso en la isla mientras intentaba aclarar un poco su mente. de la nevera sacó el jugo de manzana para poder servirse un poco. andrés se aclaró la garganta.
— sí, am... dejaste tu teléfono arriba, creo que te estaban llamando —.
nailea volteó a verlo rápidamente.
— no... ¿no viste quién era? —.
— sabes que no me gusta entrometerme pero era un tal ¿sapacho? ¿o era...? —.
— ¿saracho? —preguntó la morena intrigada—.
— sí, él... ¿quién es, eh? —el mayor enarcó una ceja—.
