Ocho

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Una pesada losa contraía mi pecho, la boca la tenía tan seca que creo que me iba a ahogar de pegada que tenía la campanilla al paladar, los dedos de las manos me costaba moverlos y los de los pies también, mis ojos no se despegaban y no podía ver.

Con dificultad moví mi cuerpo y abrí los ojos por fin.

—¡Ah! ¡Por el amor del cielo! ¡¿Qué hace ahí mirándome así señor Jeon?! —me asusté.

Sus ojos negros estaban fijos en mi, era alto y corpulento, estaba vestido de negro de forma informal y me miraba mientras yo estaba tendida.

—No se asuste, está usted en mi casa —me dijo con voz aterciopelada y se volvió. En ese momento me di cuenta que me encontraba tendida en un sofá de tela de cachemira en color marrón que estaba pegado a un trozo de pared pintada en color verde claro.

—¡Dios mío! ¿Dónde demonios estoy? ¡Esto es Alicia en el país de las maravillas!

Lo escuché reír por lo bajo, movía algo en un vaso con una cucharilla.

Mi alrededor estaba lleno de libros por todos lados, unas estanterías enormes me rodeaban, miles, ¿He dicho miles? Qué coño...millones de libros me hacían sentirme la persona más pequeña del mundo. Era un sueño ver toda aquella cultura junta. En el centro había dos mesas de grandes dimensiones con vitrinas de pasta transparente que albergaban esculturas, jarrones y pergaminos de toda índole y culturas. ¿El tipo era millonario? Ni Seul tenía esa clase de reliquias en su museo.

Me levanté con dificultad y me senté, parecía que una manada de rinocerontes habían pasado por mi cuerpo.

—Tómese ésto —me extendió un vaso de cristal con un líquido dudoso de color extrañamente amarillento.

—¿Qué es? —no me hizo gracia aquel brebaje.

—Es una tisana hecha de plantas que cultivan los monjes budistas, como diría mi madre ésto es mano de santo —y puso una sonrisa que cualquier mujer se rendiría a sus pies. Yo solo me limité a sonreír, había algo en él atrayente y desconcertante a la vez, no sé porqué no me fiaba de tanta gratitud.

—¿Me intenta envenenar? Lo digo por lo de la investigación —lo miré con el ceño fruncido.

—No se preocupe, no soy un hombre que quiera estar inmerso en el asesinato de una funcionaría del estado —le sonreí torcido y me levanté.

—¡Madre mía! ¿Me ha recogido en el basurero de la ciudad? Estoy hecha un desastre... No recuerdo nada —toqué mi cuello que me dolía enormemente.

—Estaba tirada en la puerta de mi casa, no sé lo que le ha ocurrido —negó levemente con su cabeza— tómese ésto de verdad que luego se sentirá mejor.

Se lo cogí de la mano y lo miré recelosa, después lo bebí de un trago, si sabía a perros mejor hacerlo rápido.

—Mmmm, está delicioso —dije sin poder callarlo.

Sabía a moras silvestres y tenía un toque de limón amargo. La sensación me hizo sonreír.

—Es un líquido ancestral, lo conservan de generación en generación, cuando los visito me lo dan sin pedir nada a cambio, cuando necesito paz voy allí y puedo decirle que tomarlo viendo las montañas que rodean su templo potencia el sabor —me quedé allí como boba escuchando su explicación con esa voz que erizaba todo mi cuerpo.

Parpadeé un poco para salir del trance en el que ese hombre de pelo negro y tez de nácar me tenía sumida, sus ojos un poco rasgados por ser asiático eran de admirar, eran de color negro intenso, parecían tener una constelación en su interior, nunca había visto que nadie  tuviera algo igual, era desconcertante.

—¿Se encuentra mejor? —me preguntó y yo asentí.

—Sí....no se preocupe.

—¿Tiene hambre? Puedo hacerle algo de comer?

—¿Sabe cocinar? —le pregunté, y no sé porqué, yo no comía con ningún hombre, desde que mis citas a ciegas habían sido penosas, no quería pasar ese momento con ninguno.

—Tengo un título de chef internacional —lo decía mirándome a los ojos y con una leve sonrisa, ¡Engreído! Pensé.

—Por lo que veo tiene usted tiempo para todo y muchas cualidades ¿Está casado? —pero bueno Alison ¿Estás loca? ¿Porqué diantres haces esa ridícula pregunta?

Él rió y miró sus dedos por un momento, no sé lo que fue que pasó por su mente, pero su expresión se volvió triste.

—No soy un buen partido, las mujeres solo quieren mi cuerpo, porque lo que es mi corazón y mi alma, nunca he podido entregarlos a nadie —levantó la vista y me volvió a mirar.

Clavó sus ojos en mí y una sensación de echarme en sus brazos inundó mi cerebro y mi intimidad. Cerré mis muslos con fuerza y un pequeño jadeo ahogado que salió de mi garganta lo pude disimular con una tos nerviosa.

—Venga conmigo, le haré un filete de carne de buey, me salen muy ricos, ya lo verá —empezó a andar y me dió la espalda, su trasero se quedó pegado a mi vista, sonreí, si mi amiga Megan lo viera me empujaría para que estuviera con él, diría: "Está potente Alison, échale un buen polvo y relaja tu cuerpo de una vez, que te estás volviendo una vieja amargada"

Me reí interiormente.

—¿Piensa en algo gracioso? —se había vuelto hacia mí antes de cruzar la puerta.

—No, lo siento, pensaba en mi amiga....solo era eso —me excuse.

Salimos fuera y un enorme pasillo apareció ante nosotros. Las paredes eran de madera en tono claro y unos cuadros enormes con edificios de distintas ciudades y paisajes silvestres estaban colgados por todo el espacio.

—Si quiere ir al baño está al final de éste pasillo —me dijo observando mi boca abierta.

—¿Vives en un museo? —le pregunté.

Él rio, y negó con su cabeza— Solo soy un inversor de bolsa y bienes que le encanta el arte en general.

Nos miramos por un momento y él fue el que rompió el contacto visual, porque yo por alguna causa quedé pegada a su atrayente energía imaginaria.

—Vaya al baño, la espero en la cocina, solo tiene que coger la puerta de madera oscura que hay cuando salga, está en el siguiente pasillo —se fue sin más y yo quedé paralizada por unos segundos, algo me decía que tenía que salir corriendo de allí, huir desesperadamente...pero otro algo me suplicaba que me comiera ese rico filete que iba a cocinar un hombre apuesto y que estaba como un tren para mí....

Vampire JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora