Treinta y uno

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VAMPIRO BELIEL

—Soy un vampiro, lo sé, no tienes que recordármelo —dije con pesadez.

—Lo eres, lo sabías, ahora no te pongas melodramático.

—No quiero serlo, pero tal vez lo parezco, ¡Maldita sea! No sé porqué tuve que volver a verla, creo que ese ha sido el problema.

—Jungkook no te atormentes, pasa el tiempo entretenido en algo, la vida humana será corta para ella y pronto no existirá.

—¡No digas eso! Tengo miedo Jin de solo pensarlo.

Estábamos los dos en una cima de la montaña que dividía el límite de lo real y lo imaginario.

Esperábamos que Peter subiera, que lento era y que dificil estaba siendo el trayecto junto a él.

Las cosas no salieron bien, ella perdió con todo ésto. Llevaba dentro de mí parte de su alma, no quise llevármela pero aquí la tenía. Me martilleaba en mi interior. Sentía su calidez y ella sentiría el dolor que eso le provocaba.

—¡Peter! ¡Joder! ¡Sube de una puta vez! —le gruñí.

—!Ya estoy aquí! ¡Demonios! No puedo ser tan rápido como vosotros —dijo lastimero y yo rodé mis ojos desesperado.

Había que saber qué pasó con Jonás y con la loba, algo había ocurrido. Cómo si eso a mí me importara, solo esperaba encontrar indicios de su "no existencia".

—¡Jungkook!

—¿Qué quieres ahora Peter?

Llegó hasta nosotros al fin.

—Cuéntame cómo fue, me dijiste que un vampiro no puede poseer a una humana —sus ojos estaban brillantes—. ¿Son cálidas? ¿Qué sentiste?

—¡Callate! —le dijo SeokJin por mí y se lo agradecía, no creí poder controlarme por darle un buen golpe.

Menos mal que respetaba la edad y a sus mayores. Después de todo no hice mal trabajo con él, por eso solo pasó por nuestro lado callado.

Salimos de nuevo a correr por aquel bosque oscuro. Nos dijeron que lo vieron cerca del castillo de Spencer MacGregor. Un vampiro que no quería encontrar, al que siempre temí ver de nuevo. Era alguien que estuvo enredado en mi pasado y lo peor de todo en el de Alison.

Pasado.

—Dame la mano Alison.

Estaba tan asustada allí mirándonos, se sentía su corazón romperse, era solo una niña pequeña.

Vio como mordí a su madre y le quité la vida. La succión de su sangre fue un horror para mí, era una buena mujer que trabajaba en una cafetería de la ciudad. Spencer se había fijado en ella y la quería como su mascota humana.

Nos encontramos por casualidad, yo ya vivía como humano en ese entonces, me hacía pasar por uno. Fui a la cafetería y conocí al vampiro Spencer MacGregor. Un tipo seductor que hacía el amor con sus víctimas y luego las asesinaba. Todas sus presas eran mujeres jóvenes.

Alison era la hija de Caterina. Una mujer de unos treinta y tantos años que nos sirvió mientras estábamos allí sentados. Spencer la miró por un buen rato y me dijo que iba a dejarla vivir, que sería su esclava, su perra preferida.

Yo no salí de mi mundo para enredarme con un tipo como él, yo no quería seguir con asesinos despiadados. Aunque si la matara sería mejor para ella porque lo que le esperaba sería peor.

La seguí por días, mi interior no podía con aquello, no sé si podría defenderla pero me sentía mal si no hacía nada. Mientras tanto conocí a Alison, una niña que siempre estaba sola. Era muy habladora en la soledad. Me gustaba escucharla y sin querer me acerqué en varias ocasiones, un error que ahora estaba pagando.

Un día que me acerqué a su casa, algo no andaba bien. Los gritos de Alison me pusieron furioso y en alerta.

Entré y el olor a ponzoña me hizo saber que había un vampiro, que uno como yo estaba convirtiendo a alguien.

Cogí a Alison en brazos y ella me agarró del cuello llorando.

—Tranquila, no llores —le dije mientras ella chillaba asustada, se agarraba a mí cogiendo con sus manitas mi chaqueta.

Entré en una de las estancias de la casa y su madre estaba tendida en el suelo desnuda. Acurruqué a Alison y le puse mi mano en sus ojos. Spencer estaba sentado en uno de los sofás tranquilo y mirando como Caterina se retorcía por los dolores que le producía la ponzoña.

—¿Estás aquí? —me dijo y me sonrió tranquilamente.

—¿Vas a convertirla?

—Sí, será mi perra particular, me gusta mucho... además he disfrutado como nunca de su cuerpo —empezó a dar carcajadas.

—¿Qué estás haciendo? ¿No ves que será un monstruo?

—Tú y yo somos monstruos y somos bellos, así que ella será la más bella vampiro que jamás verán en nuestro mundo —sonreía de forma macabra.

—No puedes hacerlo, matará a personas, no sabrá siquiera que tiene una hija —lo intenté convencer.

—No es asunto tuyo, ya no eres humano, ¡Deja de pensar como uno, te ves patético! —gritó y se levantó—. Dame a la niña, la haré vampiro también y se la regalaré para que esté contenta cuando esté convertida.

Agarré a Alison con más fuerza y lo miré de forma despiadada.

La luz entraba por la ventana, se estaba haciendo de día. Él se dió cuenta.

—¡Joder! —se cubrió la cara y gruñó de dolor—. ¡Cierra la maldita cortina!

Era mi oportunidad. Corrí hacia las demás ventanas y las abrí todas. Mi poder por estar ante el sol me hacía invencible ante él en éste momento.

Se puso a gritar y Alison lloraba aún más, por fin desapareció de allí, dejó la estancia  solo con los gritos ahogados de su madre que se retorcía de dolor.

—¡Mamá! —decía ella llorando.

Estaba tan dolido por todo aquello que pensé que succionando su sangre y dándole paz haría lo correcto. Sería un monstruo que mataría hasta a su hija.

Dormí a Alison y la deposité en el sofá despacio. Me acerqué a aquella pobre mujer y bebí toda su sangre. Decidí lo correcto en ese momento aunque ahora no sabía porqué, no me parecía bien lo que hice.

Si llegara a enterarse creo que me odiaría, era su madre y murió en manos de dos vampiros. Su padre lo hizo antes, lo encontré tirado en otra habitación, antes lo había succionado Spencer.

Borré todos sus recuerdos, la llevé a un orfanato y la seguí cuidando en la lejanía.

Pero si llegase a enterarse sería para ella el monstruo que decía que no era, el que siempre negó delante de mí. Nunca me iba a perdonar y esa era la agonía que me estaba consumiendo....

Ver su rostro después de saber la verdad de su trágica infancia....

Ver su rostro después de saber la verdad de su trágica infancia

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