Siete

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Dicen que un vampiro es un ser despiadado y sin sentimientos, que no tiene alma y que su existencia se limita solo en matar a víctimas inocentes. Y tengo que admitir que eso es cierto, la verdad es dolorosa para mí, pero es la realidad más absoluta.

Yo nunca quise admitir la mía, por mucho que la evidencia fuera la que era yo me repetía día tras día que no era un monstruo, me convirtieron sin preguntar siquiera, no fue una opción y si podía cambiar algo del infierno al que pertenecía lo haría.

Alguien una vez creyó en mí, mi sola presencia con la esencia del ser de la noche la cautivó, aún no sabía yo que mi droga mortífera era mi aspecto, mi rostro, mi olor y mi cuerpo al completo. Se sentía atraída y con sus armas de mujer hizo que yo también me fijara en ella. La atraje como las moscas a la miel, como las abejas al polen o como el ratón al queso.

Como si fuese un hombre cualquiera, cómo si fuese aún humano la quise poseer y encendí todas las alarmas de mi alrededor, mi mentor vio mis intenciones, no la quería para alimentar mi sed de sangre, la necesitaba para satisfacer mi instinto de hombre mortal, era muy poco tiempo el que llevaba de vampiro y algo quedó impreso aún en mi piel.

Pero un ser como yo, inerte, sin corazón ni alma no puede amar jamás a una humana, va en contra de todo lo que somos, según ellos no podría tener a mi lado alguien que descubriera nuestro secreto, que lo expusiera ante los seres mortales.

Tuve que ver como la convirtieron en vampiro, me la quisieron dar como trofeo, pero yo ya no la quería, sus ojos cambiaron, su frialdad heló aún más la mía, había perdido su calidez y su aroma a vida.

Mirar a aquella mujer que tenía Jonás entre sus garras me hizo sentir una ráfaga del pasado, no se merecía ni morir, ni ser convertida, sabía que tenía que sacar mi instinto asesino, ese que odiaba y mantenía encerrado en lo más profundo, debía salvarla.

Ella estaba con la cabeza hacia atrás, su cabello largo castaño caía hacia abajo, los ojos los tenía cerrados porque estaba congelada. Si no actuaba rápido moriría.

—¡Suéltala! Resolvamos de una vez el rencor que me tienes desde hace decadas —le dije acercándome a Jonás— ella no tiene nada que ver con nosotros.

Se reía a carcajadas y yo le enseñé mis colmillos gruñendo despacio y de forma grave.

—Si puedo hacerte daño con ella te lo haré, te conoce me he dado cuenta de eso, querías que se fuera para que no le hiciese daño —le tocó el cuello con sus dedos, se lo acariciaba despacio mirando mi reacción, puso su mano como si quisiera estrangularla— ¿Aprieto su cuello para que la sangre suba y se condense en su vena horta? —me repugnaba su forma de hablar— ¿Desde cuándo no disfrutas de una sensación tan placentera como es el momento que están llorando y asustadas mientras les chupas la vida dejando su cuerpo sin una gota de sangre? —echó su cuerpo hacia atrás, cerró sus ojos, lamió sus labios y emitió un sonido de placer extremo.

—Eres un monstruo —le dije en un siseo apretando mis dientes— me das asco.

—Ups...no me acordaba que tu arma de destrucción es el enamoramiento, la atracción y el coqueteo barato —se volvió a reír con fuerza.

Le había dado un arma con el que regocijarse, ella estaba en peligro sin ser nada mío, pero él  así lo creía.

—Ella no es nadie para mí, solo la quería para divertirme, así que no creas que puedes hacer una tragedia con todo ésto o tenerme en tu poder —le dije cada vez más cerca, tenía que mentir.

Mi cuerpo quería arrancarle todas las partes del suyo a mordiscos, me odiaba porque el supremo veía en mí a un sucesor mientras él era su perro faldero. A mí no me importaba nada esa NO VIDA, huí para salir de ese asqueroso mundo, pero Jonás soñaba con que nuestro maestro lo pusiera en un buen lugar a su lado. Yo sería su DERECHA y él sería su IZQUIERDA.

Le enseñé mi peor aspecto, el aspecto de los muertos en vida con el horror marcado en los ojos y la piel cenicienta.

—Te doy un segundo Jonás, sabes muy bien quién puede hacer que odies lo que eres con solo decir yo una palabra —sopesó por un momento la situación, mi mentor lo haría desaparecer en un santiamén— me la llevaré, seré su dueño desde hoy y si se te ocurre volver a tocarla me aseguraré que todo sea horror a tu alrededor.

Saqué mis dientes y mis gruñidos más sonoros, él hizo lo mismo de forma retadora.

Me pegué a él y lo cogí del cuello, Alison estaba entre los dos, pegada a nuestros cuerpos.

—¡Descongela su cuerpo ahora mismo! —mis ojos se clavaron en los suyos, cedió un poco, lo vi en su mirada, sabía que no podía seguir mucho tiempo con aquel juego tratándose de mi, su superior.

—No sabía que un humano era tan valioso para tí —me contestó con una sonrisa sarcástica.

—Tu frustración por querer ser yo va a hacer que desaparezcas por completo un día de éstos—le volví a retar con un gruñido fuerte — ¡Vuelve su cuerpo a la vida de una maldita vez Jonás!  —puse mi rostro ante el suyo.

—Si eso es lo que quieres —me miró con una sonrisa que no me gustó— quiero que vea tu verdadero aspecto, mientras yo la tenga dominada por mis poderes tú no podrás hacer uso de los tuyos  —dijo y la despertó.

Al estar en medio de nosotros dos noté su pecho elevarse, el aire entraba por sus pulmones, su corazón volvió a la vida y latía con una gran fuerza, la sensación al sentir y escuchar su sangre recorrer sus venas me hizo lamer mis labios. El calor de su cuerpo volvió a inundar el mío que era tan frío y sus ojos se clavaron en los míos.

Gritó horrorizada, y yo tapé su boca, Jonás la empujó y la tiró a mí. La agarré porque quería huir horrorizada.

—Volveré, comunicaré tu posición y tendrás que volver te guste o no, seré el que encontró a Beliel, a nuestro amo no le gustará saber que quieres salvar a una humana —sus labios tenían una sonrisa de triunfo.

—Haz lo que quieras, pero nunca serás alguien como yo, por mi puedes quedarte con mi posición, pero aún así nunca serás lo que yo represento en nuestro mundo —me aparté de él y me volví de espaldas con Alison entre mis brazos, forcejeaba como loca para soltarse, tenía que entrarla en casa y tranquilizarla.

Relajé mi cuerpo y saqué mis horribles y fatales artimañas, la miré a los ojos, bajé hasta su oído y le susurré— No te haré daño, soy tu amo y tienes que obedecerme.

Sus ojos marrones se fijaron en mi rostro que había abandonado sus facciones diabólicas y me sonrió, con un suspiro me habló:

—Eres tan bello, estoy enamorada de tí....

—Eres tan bello, estoy enamorada de tí

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Vampire JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora