21) ¡Esto no tiene sentido!

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Narra Rebecca

-Esto está mal... -susurré débilmente después de haber sido sometida a la tercera ronda de Luz Oscura. Me sentía como si cada segundo que pasaba era el último. Quería morir, para que esa terrible agonía terminase. ¿Qué había hecho yo para merecer tanta tortura?

-Calmáte, Becky, todo va a estar bien -intentó consolarme Hiro.

-No es necesario que me mientas, porque sé que nada va a cambiar. Cada día pierdo fuerzas y así seguiré... hasta morir -dije dejando que las lágrimas salgan. La única razón por la cual no quería dejar el mundo era él. Era muy egoísta de mi parte dejarlo solo.

Hiro me abrazó y así nos quedamos un rato, en silencio hasta que yo lo rompí.

-¿Recuerdas lo de el metal amarillo? No lo hemos encontrado y creo que nunca lo haremos -reí amargamente sin separarme de él. Y de pronto, una explosión se escuchó detrás nuestro.

Una mesita con una pequeña vasija fue lo único que encontramos. Contenía una sustancia algo espesa y me picó la curiosidad.

-¡Rebecca, no!

Pero ya era tarde. Había acercado mi cara demasiado a la vasija. Todo se disolvió y sentí cómo me agarraban, sacudían y me arrojaban contra el suelo. Pero no estaba sola. Hiro también estaba allí.

-¿Dónde estamos? -pregunté levantándome.

-No lo sé -respondió.

Estábamos en lo que aparentaba ser la cima de una montaña. Enfrente nuestro había una puerta. Estaba cerrada con llave y no teníamos qué hacer. De repente, una luz comenzó a salir del bolsillo de Hiro. Metió la mano en su bolsillo y sacó dos frascos de que contenían un misterioso líquido color violeta azulado.

-Bébelo -le dije a Hiro.

-Pero... -intentó protestar Hiro.

-Sólo hazlo ¿Qué tenemos que perder? -lo interrumpí y suspiró. Destapé el frasco casi al mismo tiempo que él y chocamos nuestros frascos.

-A tu salud -me tragué todo rápidamente.

Todo se agrandó y mi tamaño fue disminuyendo poco a poco. Me encogí tanto que el espacio entre las rocas y la parte de abajo de la puerta era más que suficiente para pasar.

-¿Pero qué demon...? -comenzó a decir Hiro pero yo lo callé con un corto beso en los labios.

-¡Estamos apurados! ¡Corre! -Lo tomé de la mano y corrí para apurarme y llegar a pasar por debajo de la puerta antes de que el efecto de ese brebaje se acabara. Volvimos a nuestro tamaño normal y miramos a nuestro alrededor.

Nos encontramos en una sala repleta de amatista, cualquiera podría hacerse rico con todo aquello. Pero sólo importaba una cosa.

El metal dorado.

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Chartreuse [Mericcup 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora