Estar bien

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Estar bien.

Actualizado: 23/10/24

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Sesshomaru y su madre merodearon un poco fuera de la habitación de Inuyasha. Su padre no había dado mucha explicación, dijo que lo haría mañana, pero aseguró y juró que Inuyasha se encontraba bien. El daiyōkai mayor se despidió del par y se adentró a la habitación de Inuyasha. Sin embargo, ni su madre y él, Sesshomaru, estaban tan seguros porque la energía yôki de Inuyasha se había esfumado. No había ni rastros, más que su característico y leve olor humano.

Fuera de la puerta solo podía sentirse el aura de su padre, tan relajado y tan seguro.

—No hay problemas, Sesshomaru. Nos explicará mañana, si fuera algo grave lo sabríamos. Por ahora es momento de descansar—dijo la dama del occidente, apenas conteniendo su propia preocupación.

Sesshomaru miró la puerta una vez más, como si tuviera alguna visión que traspasara paredes y lo dejara ver que había dentro. Lamentablemente no tenía esa habilidad, tenía que quedarse con la intriga hasta mañana en la mañana.

Suspiró de mala gana, y se despidió de su madre. Cuando la dama del occidente se marchó con una última mirada a la puerta. Sesshomaru se quedó ahí, no quería aceptar la derrota, no quería quedarse con los pensamientos de ser el posible causante del probable mal estado de Inuyasha.

El joven demonio esperó a que la dama del occidente se marchara, y cuando lo hizo, Sesshomaru abrió la puerta de la habitación de su hermano con cuidado, sorprendiéndose un poco al ver el dormitorio tan iluminado. Su padre estaba ahí en el centro, recostado en la cama de Inuyasha acunando al hanyō protectoramente contra su pecho.

—Sesshomaru— habló su padre sorprendido, con su estola escondiendo el pequeño cuerpo del cachorro joven, aunque Sesshomaru podía ver un par de mechones oscurecidos que jamás había visto en la estola de su padre, o en la cabeza de Inuyasha.

Fue intrigante, pero Sesshomaru estaba mucho más interesado en la salud de Inuyasha. Sesshomaru dio unos pasos hacia ellos, adentrándose más a la habitación, pero su padre le dio esa mirada cuando quería advertirle de algo.

Sesshomaru hizo caso omiso, incluso al aura de su padre que se había tensado en su presencia. El secretismo estaba inquietándolo.

— ¿Qué está sucediendo? —preguntó, sin perder la mirada en lo que su padre protegía entre sus brazos.

Su padre lo miró unos segundos más, hasta que finalmente suspiró y reveló al cachorro en brazos.

Era Inuyasha, plácidamente dormido y sin ninguna característica conocida: Las triangulares orejitas no estaban, su energía yôki era imperceptible, sus garras se habían ido y el color de su cabello era negro. Parecía un cachorro humano común, pero seguía manteniendo un ligero olor que lo hacía reconocible.

Sesshomaru estaba sorprendido, pero sobre todo preocupado. Quizás el entrenamiento fue más de lo que Inuyasha tenía para ofrecer, y aun así Sesshomaru le había exigido que fuera mejor. Si no lo hubiera presionado tanto, Inuyasha no se hubiera agotado lo suficiente para convertirse en humano. Eso y un sinfín de pensamientos pasaron por la mente de Sesshomaru, pero se detuvo cuando Inu no Taisho habló:

—No hay porqué preocuparse, es normal en los hanyōs convertirse en humanos, por lo menos una vez cada cierto tiempo. Para Inuyasha, su humanidad llega en luna nueva, y volverá a tener su apariencia de siempre una vez que amanezca.

— ¿Y por qué ocultarlo? —cuestionó Sesshomaru, en parte molesto por preocuparse en vano y no saber de tal información. Miró a Inuyasha con detenimiento, preguntándose si también los ojos dorados tan conocido se habían vuelto diferentes.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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