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Actualizado: 23/10/24

Inuyasha intentó de todo para agradarle a los niños, y lo había conseguido o lo pareció por un tiempo, pero cada vez que Shoishi o Yuriko hacían un comentario desagradable los demás se reían y se burlaban de Inuyasha.

—Mi madre dijo que...

Las orejas de Inuyasha de inmediato bajaron, él no quería escucharla. "Mi madre dijo...", "Mi padre dijo...", "Mi abuelo...", ya estaba harto de las malas historias. Lo hacían enojar, pero sabía que no estaba bien, así que cerró sus ojos e intentó bloquearlo. Le dijo a su mamá que estaría en su mejor comportamiento, y lo estaba intentando muy duro, pero se estaba volviendo difícil.

Su atención volvió cuando escuchó la risa de Yuriko y la de algunos más, abrió suavemente sus ojos y levantó sus orejas.

Yuriko estaba frente a él con una sonrisa burlona.

—Tienes razón, Yuriko—Chong añadió. Y más risas se oyeron.

Inuyasha gruñó por lo bajo, tal vez no oyó lo que Yuriko dijo, pero no era tonto. Fue algo insultante y eso era obvio. A pesar de que tenía motivos no quería pelear. No decepcionaría a sus padres. De nuevo, volvió a sentir esa extraña sensación de malestar, aquella sensación que le hacía desear cosas malas como golpear a sus compañeros.

Con malhumor decidió alejarse, volvería al salón de clases.

— ¿A dónde vas? —preguntó Shoishi.

Inuyasha no respondió y aceleró su pasó.

— ¡¿Qué no me escuchaste?!... tienes esas orejas tan grandes y aun así no escuchas.

Las risas no se hicieron esperar e Inuyasha furiosamente las ignoró.

En la choza, la más anciana estaba dormida incómodamente en una esquina mientras que la joven leía atentamente un pergamino sumamente ruborizada. No notó que Inuyasha fue a tomar asiento y cuando lo hizo guardó rápidamente el papel.

— ¿Te sientes mal? —preguntó.

Inuyasha negó sin perder la vista del suelo.

— ¿Ocurre algo?, puedo ayudar Inuyasha.

—Estoy bien—dijo, aunque no era cierto. Su aspecto evidenciaba su estado y, sin embargo, ella le creyó.

—Oh, está bien. Iré por tus compañeros, el receso ya terminó.

Las clases a continuación fueron fáciles una vez que Inuyasha se dispuso a olvidar los cotilleos o que lentamente los niños alejaban sus tatamis de él.

Antes de finalizar, las maestras les pidieron escribir sus nombres, Inuyasha lo hizo con eficacia por lo que tuvo la oportunidad de salir primero. Antes de salir Inuyasha miró a su alrededor y notó que sus compañeros se desesperaban por hacerlo. Para los demás era difícil por no tener conocimiento previo, e Inuyasha les hubiera ayudado si lo hubieran pedido, incluso se hubiera ofrecido si tan sólo no hubieran alejado tanto los tatamis.

Para el siguiente día, Yuriko volvió a hacer otro comentario malintencionado y los demás como corderos la siguieron. El poco respeto que Inuyasha había forjado se derrumbó por las crueles palabras de Yuriko.

Los días siguientes sucedieron de la misma manera. Desde que Yuriko hizo aquellos comentarios, el respeto ya no era algo que los niños usaran con él.

Sus padres tenían razón, él no hubiera podido con dos escuelas. Una era suficiente. No era divertida, las maestras no conseguían su atención y no había juegos como él imaginó. Y si los había, no lo incluían y cuando lo hicieron se molestaron tanto porque según ellos él hacía trampa. Inuyasha sería incapaz de hacer trampa, pero ellos insistían solo porque Inuyasha los encontraba fácilmente cuando jugaban a las escondidas o cuando los atrapaba en tiempo récord.

Lazos que nos unen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora