xix. El agua guarda secretos que no todos pueden manejar

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Cerró la puerta de la habitación en su salida. No escuché los pasos ir por el resto del corredor y sostuve, ilusamente la esperanza de que no fuera a caer por el rumor. Apreté el lápiz en mi mano derecha con brío. Oí la voz de Stella diciendo algo pero no diferencié nada en específico antes de que finalmente, los pasos hicieron eco hasta que estuvo en silencio. De todas las cosas que pudo haber hecho, darme la espalda por algo que no había sido mi culpa, oficialmente le otorgaba el título de hipócrita y malagradecido. Todos en esa escuela eran iguales: tan centrados en ellos como para ver más allá de sus narices.

—Ya se le va a pasar, no es la gran cosa.

Stella entró en la habitación, sentándose sobre la cama antes de cruzar sus piernas una sobre la otra, mostrando los botines blancos aperlados que yo le había regalado tan solo tres semanas antes del incidente.

—Sky hablará con él. No te enrolles.

Me giré completamente hacia ella, tirando el lápiz sobre el escritorio y poniéndome de pie.

—No, no necesito que ni él ni tú hablen con él. Ya nos hiciste un favor a los dos, especialmente a mí, así que por favor, te pido que te mantengas al margen.

Apretó sus labios y enderezó su espalda ante mi tono arisco. No dijo nada por un momento aunque sí mantuvo mi mirada. Sacudí la cabeza, exhalando con molestia. Claro que no tenía nada a su favor, estaba en esta situación por su culpa, únicamente. Y como una estúpida, había aceptado a regañadientes la amonestación y castigo. Como bonus a la lista, las etiquetas de monstruo, rara y loca ahora las compartía con ella.

—Sabes por qué tuve que hacerlo —intentó justificar.

—¿Y me ves mencionándolo? ¿Has escuchado que diga algo al respecto? No, asumí las consecuencias por tu inconsistencia y ahora me lanzaste al abismo a mí sola, otra vez. Ricki es una cosa, Stella. Y Riven es completamente diferente, en ambos casos, perdí. Por estúpida.

Tildé la cabeza y me acerqué a mi armario, agarrando la sudadera de estrellas grisácea que aún conservaba del intercambio con Brandon—. Y bien, no me interesa. No es como si me hiciera falta uno, tener amigos y dos, novios que no sirven para nada y sólo causan problemas... Asco. —Acomodé la tela sobre mi cuerpo, alisando el torso y ajustando la capucha—. Incluso la ridícula palabra sigue eso siendo ridícula. Inservible y...

Se tomó la molestia de aclararse la garganta para interrumpirme. Elevé mi ceja, expectante.

Tragándose el orgullo, abrió la boca: —Lo siento.

Bufé, subí los calcetines blancos para que sobresalieran del borde de las botas Chelsea negras.

—Ya. Ve a manipular Sky, ¿quieres? Ya cumplí con mi parte. Puedes dejarme tranquila por un par de horas... O mejor toda la vida, ¿te parece? —Me detuve en la salida. Relamí mis labios—. Aunque si tanto te interesa ayudarme, y disculparte, asegúrate de quitarme al profesor Ross y a todos los demás de mis espaldas. Cada vez que me ven parecen que van a sentenciarme al encierro de por vida. Exiliarme a Polaris suena como un paseo ahora. Todavía no entiendo por qué cambiaron de opinión.

—Niniveth, sin mares...

Cerré la puerta sin molestarme en seguir escuchando. Afuera, el breve silencio se hizo pesado en mi cuerpo.

La sala de estar completamente vacía era señal de que todas las demás seguían pidiendo cambio de habitación con el asistente de Dowling. Resoplé por lo bajo cuando oí la puerta volverse a abrir y Stella me siguió. No entendería jamás como Sky y Brandon soportaban estar con ella todo el tiempo cuando no tenían ninguna obligación. Era exasperante.

The lost of the hearts || Fate: The Winx SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora