xxi. La profecía de la chica destinada a la tormenta

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Afrontar las consecuencias de los actos que uno hacía era de personas responsables. Estaba de acuerdo en eso. Una vez estuve en mis canales, me enteré de que Silva había intentado asesinar al padre de Sky pero supuse que era una mala broma. No obstante, intentar pasar desapercibida en el tumulto de personas y sus susurros de pasillo había sido fácil teniendo en cuenta que mi existencia había quedado desplazada en nivel de importancia gracias a ello y los nuevos encargados de la escuela.

Y por supuesto, la desaparición de Nabú Ross.

—¿Vas a ignorarme por el resto de nuestras vidas?

Mantuve la vista en mi libro, con las piernas cruzadas sobre el sofá de terciopelo marrón. Más sobrio pero más cómodo que el que estaba en la suite Winx al que le solía dar poco uso.

—Ya te dije lo siento.

Pasé la página y seguí masticando el chicle de mora azul, bien sabiendo que tendría la boca y dientes completamente colorados.

Beatrix resopló—. Niniveth, caray. Crece de una buena vez y supera ese tema. Ya han pasado tres semanas. Te dije que lo sentía.

—Voy de salida, ¿van a querer algo? —Una morena llamada Stacy o Stefany, se detuvo en el pasillo. Plantó sus brazos en su cintura y movió su sandalia rosada de tacón contra el suelo, causando ese irritante sonido de espera. Click, clack. Una y otra vez. Exploté una de las burbujas de aire antes de seguir en mi libro.

—Sí, ¿por qué mejor no te vas y no regresas jamás? Le harías un favor a todos con esa ropa tan sosa. ¿Has escuchado sobre las asesorías de imagen? Así dejarías de verte como una piñata. —La escuché bufar al comentario de preparatoria de Beatrix. Y aunque no parecía importarle, Beatrix quería encargarse de mantenerse en su papel protagónico de bravucona.

Cualquiera que haya sido la respuesta de la chica, no había sido registrada por mi cabeza.

La puerta se cerró dejándonos a las dos en la sala principal. Ella había pedido que solamente tengamos dos compañeras, y hasta ahora, sólo la chica había decidido aceptar la desquiciada propuesta por obligación. Claro que, obviamente, nadie quería dormir en un lugar donde tenías dos posibles dolores de cabeza, por elevar la barra hasta casi la perfección del desastre.

Se sentó finalmente junto a mí y volvió a resoplar antes de golpearme en los pies con sus botines. Elevé mi ceja hacia ella, tensando la mandíbula.

—Deja de ser una ingrata, ¿quieres? Te saque de tu hueco. Puedes andar por los pasillos con tranquilidad. Ya no estás con las irritantes hadas esas y posiblemente River se muera por besarte, lo que dice mucho, teniendo en cuenta que es la persona menos expresiva que conozco.

—¿Te aplaudo?

Echó la cabeza hacia atrás y rodó los ojos. Chasqueó la lengua, poniéndose de pie y chocó el tacón del botín contra el suelo de madera, cruzándose de brazos—. Bien, cómo quieras. Rosalind me ha pedido que te diga que vayas a su oficina, durante el día. Quiere hablar contigo.

—Ya. ¿Hará que mate a alguien ahora? ¿Me forzará a hacer tu sucio trabajo? ¿Asistente? ¿Eso quiere? Lo único que quiero de ella es que finalmente me diga qué ocurrió con mi padre, si es que tiene las agallas porque lo único que ha hecho es poner trampas y trampas.

Por primera vez, la faceta de chica rebelde a la que no le importaban los demás se quebró lo suficiente para mostrar a la chica insegura. En un parpadeo, lo había arreglado con lo que tenía a la mano.

Pasó la mano por su rostro, cuidando de no quitar el maquillaje de ojos que le enmarcaba la mirada—. Va a decírtelo, si le das la oportunidad. Por más que quieras negarlo, sacar a Dowling de aquí fue lo mejor.

The lost of the hearts || Fate: The Winx SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora