Prólogo
Corrí, corrí todo lo que pude hasta que las piernas me temblaron y los dedos de mis pies se entumecieron. La lluvia calaba cada uno de mis huesos, y el viento gélido quemaba en mi cara y en la piel de mis manos. Subí la calle de la mina y giré a la izquierda. Ahí estaba, la taberna de Klaus.
Miré a mi alrededor para ver si alguien me seguía, lo dudaba con este tiempo horrible que estaba haciendo, pero una nunca sabe, las paredes de este pueblo tenían ojos y oídos en todas partes. Corrí no sin resbalarme y caer al suelo una vez más, mojando más mi falda si cabe."Toc, toc, toc" - Golpeé la puerta tres veces. Las luces de la taberna estaban apagadas, y daba la impresión de estar cerrada, pero yo sabía que no era así. Cada martes por a noche, Gilberta, abría clandestinamente para todas nosotras. Brujas que nos escondíamos de la ira de los humanos, que se dedicaban a darnos caza y quemarnos en hogueras entre otras cosas terribles que no debería ni si quiera mencionar.
Escuché unos pasos al otro lado de la puerta.
-Cerrado -Dijo una voz femenina que conocía demasiado bien. - Luna nueva, blanca y llena. -Contesté en un murmullo lo suficientemente cerca de la puerta para que me escuchara.
Con un ruido sordo la puerta se abrió poco a poco, una mano vieja pero firme me agarró de la camiseta y me empujó hacía dentro, a la oscuridad de la taberna.
- Joder Rose, soy yo, ¿qué formas son esas de...? - No llegué a formular la pregunta completa, Rose me tapó la boca y se puso el índice de la otra mano en la boca como señal de silencio. En ese momento me tensé, todos mis instintos se activaron, y bajé mi mano hacía mi bota donde siempre guardaba una daga malformada de hierro, no era lo último en dagas, pero en cuanto a desgarrar pieles, funcionaba.Rose negó con la cabeza, y se acercó a mi oído. - Silencio Deva. Han venido, es el día. Las moiras están aquí, puedo sentir como vienen. No debemos de interrumpir con nuestras insignificantes palabras. Corre, ven conmigo. -Palidecí mientras Rose me cogía de la mano y me guiaba por una trampilla en el suelo de la cocina.
Cogió una lámpara de aceite de la mesa, y bajamos por las oscuras escaleras que asomaban del agujero. Bajé despacio, siguiéndola, vigilando de no hacer alarde de mis dones para tropezar con cualquier cosa. Al fondo de las escaleras podía distinguir la luz tenue de unas antorchas y el ruido bajo de unos susurros.
Antiguamente este pasadizo era usado por contrabandistas y bandoleros de todo tipo. Hace años, cuando Gilberta heredó este lugar de sus padres, los rehízo y tapió todas las entradas o salidas, y así nació la orden de las brujas, después de la maldición. Habían pasado ya 20 años de aquel entonces, pero aquel día no lo olvidaríamos nunca, como tampoco sus secuelas y el rastro de muerte que dejó a su paso, y seguía dejando.
Nos unimos al grupo enseguida. Vislumbré a Margaret en una esquina cerca de un pilar redondo, haciendo señas para que fuera, me uní a ella abriéndome paso a través de la multitud.
- Deva -Me abrazó con fuerza, y le devolví el abrazo.
- Hola Margaret ¿es cierto? ¿están aquí? - La miré intentando que no se notara que estaba tan pálida y nerviosa que podía desmayarme en cualquier momento.
- Sí, están aquí, y es cierto. Al fin, tendremos nuestra venganza. Miserables humanos desgra.. - Marge no pudo terminar la frase.
El suelo tembló, y todas las antorchas que iluminaban la estancia a nuestro alrededor se apagaron al unísono. La multitud quedó en silencio y juraría que lo único que podía oír eran mis dientes castañeando del frío helado que aún me recorría los huesos. Maldita sea, estaba empapada. Apreté la mano de Marge e intenté ver algo entre toda aquella oscuridad.
El suelo volvió a temblar, y esta vez las antorchas se encendieron solas, pero no era fuego normal y corriente, una luz azul y blanca emergía de ellas. Se escucharon voces de asombro y susurros cuando en el centro de la multitud, tres sombras aparecieron de la nada. Eran ellas, las moiras, las parcas, las personificaciones del destino en persona. Nona, Décima y Morta. Nacimiento, vida y muerte. Cuando escribían el destino de alguien en las paredes de su enorme muro de bronce, nada ni nadie podía borrarlo jamás. El destino, estaba escrito."Dentro de cien años, cuando la luna llena deje paso a la nueva luna menguante, la bruja Blanca despertará. Destruyendo el inframundo en cada uno de sus pasos, devolviendo así el poder que jamás debió ser arrebatado. Pero una nueva fuerza más poderosa que Belcebú y todos sus demonios se alzará también entonces, y sólo a través del amor verdadero, se sellará su destino. Y el del resto del mundo"
ESTÁS LEYENDO
La profecía
Teen FictionCuando Naz conoce a Keilan toda su vida cambia por completo. Después de un trágico suceso que marcará un antes y un después en su vida para siempre, Naz descubre por primera vez quién es y a qué se enfrenta. Con una misión que cumplir y un libro que...