Los días fueron pasando demasiado deprisa. Me acostumbré rápido al lugar y a su gente. Ethan y Emma habían ayudado mucho con eso, y enseguida entablé amistad con las gemelas y el resto.
Solíamos comer juntas las cuatro, mientras Ethan solía sentarse con Maik, Greg, Keilan y el padre de este. Graciela no solía comer con nosotros, siempre parecía estar ocupada con otra cosa o nos evitaba.Me llevé una grata sorpresa con las clases de magia impartidas por ella, gracias a Dios no estaba sola, Emma las compartía conmigo y eso hacía que fuera todo muy diferente. Si es verdad que la chica no brillaba precisamente por su simpatía hacia nosotras, pero parecía haberme dado cuenta de que no era con nosotras en especial... Simplemente, era como si llevara un palo de escoba en el culo. Todo el día. Con todo el mundo. Menos con Keilan, por supuesto. Y por lo que había oído de Ethan, con él también parecía relajarse un poco. Quizás el problema éramos las mujeres en sí y su inseguridad en sí misma, cosa que no acababa de entender, pues era hermosa a pesar de esa cara de limón amargo que solía poner tan a menudo.
No habíamos aprendido nada de magia en sí, nos limitamos a estudiar y leer textos de libros antiguos y la historia de quienes se suponían que eran mis antecesores. Estaba deseando pasar a la práctica, pero Graciela pensaba que aún no estaba preparada, y en este caso la magia no era una fuente de poder ilimitada. Se supone que se extinguió por culpa de Lucifer y su maldición, pero de alguna manera la orden había conseguido extraerla o crearla a partir de ciertos objetos antiguos sagrados. Así que disponíamos de magia, sí, pero no ilimitada. Supongo que invertirla en mis clases le parecía una forma horrible de desperdiciarla.
Las clases de lucha con Keilan eran... Otro cantar.- ¿Estás lista? Creo que deberíamos practicar más con la espada, no acabas de acostumbrarte a su peso, y ella te acaba dominando a ti.
Keilan me esperaba como siempre en la sala de entrenamiento. Era una sala completamente vacía y blanca, el suelo era de piedra y en el centro había un gran círculo de arena donde solíamos pelear. La estancia en este caso estaba iluminada con antorchas de luz azulada y era bastante fría. Las armas estaban bien ordenadas, bajo llave y conjuros en una sala contigua. Keilan no me dejaba entrar nunca y eso me fastidiaba bastante.
Hoy habíamos quedado a las 9:00am como cada dos días, uno entrenábamos y el otro salíamos a correr. No era lo mío, o eso creía hasta que probé. Me di cuenta de que realmente se me daba bastante bien, ni por asomo igual que Keilan o algunos de los chicos, pero en cuestión de semanas había aprendido y mejorado mucho más de lo que esperaba. Y sabía que él opinaba igual aún que siempre buscara cualquier excusa para no hacerme el cumplido.Me limité a asentir y cogí la espada que me lanzó al vuelo, esto unas semanas atrás habría acabado conmigo sangrando por alguna parte de mi cuerpo, pero esta vez no. La alcancé al vuelo y la sostuve con fuerza. A decir verdad, sí que pesaba más de lo que me gustaría, pero de ninguna forma iba a controlarme ella a mí. Desde luego que no.
Me puse en posición de ataque y Keilan sonrió. Sus ojos eran de un color añil intenso. Sabía que aquel color venía con un sentimiento de diversión y picardía, le sonreí de medio lado y le insté con la mano a que me atacara.
Las dos espadas chocaron con fuerza, y de ellas brotaron chispas. No eran espadas cualquieras, según me había contado concentraban algo de poder de las brujas antiguas, por eso eran más mortales y valiosas que una espada normal. Cada vez que la cogía, algo parecido a la electricidad me recorría por las venas, como un sentimiento de estar en casa. Sabía que tenía que ver con mis orígenes, con los que últimamente me estaba familiarizando bastante.
Le guiñe un ojo y aprovechando ese segundo de distracción intenté segarle la pierna que tenía más adelantada, adivinó el movimiento antes de que lo llevara a cabo y saltó hacia atrás. Su sonrisa mostraba unos dientes perfectamente alineados y blancos. Esta vez, yo caí en su distracción y consiguió darme un codazo en las costillas mientras se colocaba detrás de mí. Me incliné hacia un lado intentando no centrarme en el dolor que palpitaba ahí y me giré de golpe. Volví a ponerme en guardia y una vez más nuestras espadas comenzaron a chocar y chispear entre nosotros.

ESTÁS LEYENDO
La profecía
Подростковая литератураCuando Naz conoce a Keilan toda su vida cambia por completo. Después de un trágico suceso que marcará un antes y un después en su vida para siempre, Naz descubre por primera vez quién es y a qué se enfrenta. Con una misión que cumplir y un libro que...