KEILAN
Las horas parecieron días enteros en la mohosa celda. Podía escuchar el rechinar de los dientes de Vega haciendo eco por el lugar. Me percate de que ningún guardia había estado vigilándonos, debían de estar muy seguros de que no podríamos salir de aquí para que nadie nos vigilara. Me olía... Mal. No me iría bien si subestimaba a mi padre, era uno de los demonios más poderosos del inframundo y eso era algo a tener en cuenta, muy en cuenta.
Me estaba impacientando ya, hacía mucho rato que Ethan se había ido, y mi cabeza no dejaba de pensar en Nazet. Sabía que era completamente capaz de apañárselas sola, pero esta vez no lidiábamos con un demonio cualquiera. Si le hacían daño... Volaría este lugar en mil pedazos, aún que yo tuviera que volar con él.
La voz de Vega resonó por toda la estancia con un fuerte eco que me hizo estremecer.
- ¡Keilan!
Me levanté de inmediato y me acerqué a los barrotes de mi celda.
- Shht, ¿Qué pasa?
- Necesito salir de aquí ¡Ya!
Suspiré.
- Lo sé, tranquila... Ethan dijo...
- Ethan dijo, Ethan dijo... ¡Me importa un carajo lo que Ethan dijo! Dame la llave, quiero salir, ahora. Voy a ir a por mí hermana.
El corazón me dio un vuelco en el pecho, tenía la llave de la celda y aun así estaba aquí esperando la señal del dichoso Ethan, en quién ni si quiera confiaba ya. Vega... Podía tener razón. Podríamos estar perdiendo una ventaja muy valiosa y un tiempo realmente más valioso aún si cabe. Mi cabeza comenzó a maquinar rápidamente. Con mi habilidad de parar el tiempo que ya había comprobado que funcionaba con aquellos monstruos... Podíamos explorar y con suerte dar con alguno de nuestros amigos. No teníamos por qué esperar a nadie, podíamos apañárnoslas solos.
- Tienes razón. - asentí para mis adentros.
- ¿La tengo? - su voz sonó realmente sorprendida.
- Si, creo que sí. Tendríamos que aprovechar esta ventaja que tenemos.
Saqué la llave de detrás de una de las piedras sueltas de la celda y abrí la puerta con cuidado, me acerqué a la de Vega e hice exactamente lo mismo con la suya mientras ella no dejaba de mirarme.
- A ver... A ver... Quizás no tuviera tanta razón. Estoy nerviosa... No sé...
La miré a los ojos y pude ver el miedo y la duda en los suyos. No podía culparla, esto era realmente muy peligroso, y si salía mal no íbamos a ser los únicos en morir hoy. Pero ya me había forjado una idea en mi cabeza difícil de persuadir ahora.
- No te preocupes, estamos juntos en esto. Vamos a por los nuestros.
Vega me miró y las dudas que antes podía ver en sus ojos desaparecieron de inmediato, dejando ver una mirada decidida y valiente.
Estábamos completamente locos, pero no teníamos otra opción. Si no actuábamos ahora, podíamos perder la que posiblemente fuera la única oportunidad que tendríamos. Caminamos lentamente por el largo y húmedo pasillo, sorteando los goterones de agua que caían del techo. Vega se quitó los tacones y los llevó en la mano.
La miré interrogante.
- ¿Qué? Valen un pastón, no los voy a dejar aquí.
No sabía si reír o llorar. Pasé por alto aquel comentario y continuamos. A pocos metros podía ver el principio de unas escaleras que subían al piso de arriba. Un ruido me alertó de inmediato y ambos nos pegamos completamente a la pared que teníamos al lado, definitivamente no serviría de mucho si alguien bajaba, pero no teníamos otra opción, no había donde esconderse.
- Sabía que no me harías caso.
La figura de Ethan salió de la oscuridad, sus dientes relucían más de lo que recordaba y del susto el corazón parecía haberse parado por completo en mi pecho.
- Idiota.
Su sonrisa se hizo más grande.
- ¿Qué pretendías hacer Keilan? ¿No fui lo suficientemente claro cuando te dije que esperaras mi señal?
Solté un bufido.
- ¿Desde cuándo soy yo el que acata órdenes?
Ethan bajó un par de peldaños hasta quedar a mi altura. Pasando por alto mi altivo comentario continuó.
- He visto a Nazet.
Nazet. Cuando escuché aquellas palabras salir de su boca, mi estómago se revolvió de inmediato. Una mezcla de sentimientos de preocupación y de añoranza se arremolinaban en mi bajo estómago.
- Está en sus aposentos.
Espera. La saliva se me atragantó y no pude evitar toser.
- ¿Qué aposentos? ¿Qué me estás contando?
Estaba nervioso, muy nervioso. No entendía nada y él no hacía más que soltarme la información en porciones demasiado pequeñas. Mis puños se cerraron a ambos lados de mis caderas. Tuve que hacer un sobreesfuerzo para no volver a romperle la cara.
- ¿Podrías ser más específico y menos misterioso? Gracias. Nos harías un favor y te lo harías a ti mismo, básicamente porque estamos en medio de unas escaleras en unas putas mazmorras del señor del infierno y tenemos prisa.
Vega había dicho lo que realmente había que decir. Ethan la miró seriamente y asintió.
- Está bien, pero manteneos en vuestras celdas, cualquiera puede bajar aquí y si nos encuentran así, será realmente sospechoso. ¿No crees?
Lo agarré del cuello de la túnica y lo llevé en volandas hasta la celda, encerrándolo conmigo. No opuso resistencia alguna, aunque, si lo hubiera hecho, tampoco le habría servido de nada.
Lo solté en el suelo.
- Si nos pillan, nos pillaran a todos. A ti también, así que habla claro de una vez.
Se echó el flequillo alborotado a un lado mientras Vega se situaba a mi lado moviendo la pierna impaciente.
- Bueno, esta noche hay un banquete. Ya sabéis, la crem de la crem vendrá hoy a celebrar el compromiso de Nazet y Samael.
Mis ojos se abrieron como platos ante aquella afirmación que me dejó sin aliento por unos instantes. Vega posó su mano sobre mi hombro.
- Tranqui, sabes que forma parte de un plan...
Mi cuerpo se tensó. Claro que lo sabía, pero eso de que ella estuviera en una habitación... Sin saber si estaba sola o con él, el hecho de pensar que pudiera ponerle una mano encima, o que ella fuera capaz, que lo era, de dejar que lo hiciera solo por salvarnos me ponía realmente enfermo. Me entraron ganas de vomitar de inmediato.
- Está sola, si esa es tu preocupación. Se está vistiendo y arreglando para la ceremonia, y este es el plan. Voy a ir a liberar a Gracie, y la traeré aquí justo cuando ellos comiencen con la festividad. Entonces los cuatro iremos a sacar a los demás de sus prisiones y atacaremos por sorpresa.
- ¿Dónde están los demás? - pregunté.
- Bueno, aquí... Allá... Están en diferentes salas, pero sé más o menos donde está cada uno de ellos. Emma... Emma no podrá acompañarnos, le... - se le entrecortó la voz - le falta una pierna y psicológicamente está completamente dominada por Samael. Nos la llevaremos como sea, cuando todo esto acabe. La esconderé lo mejor que pueda para que no resulte herida en esta batalla que no puede librar.
Vi el brillo en sus ojos, las lágrimas a punto de salir de ellos. Pero no salieron, recobró la compostura y se arregló la túnica en un burdo intento de contenerlas.
- Gracie, ¿Está bien?
Ethan miró a Vega y asintió.
- Eso creo.
- Bien, entonces ¿Se supone que debemos de esperar otra vez?
Asintió.
- Paciencia Keilan... sé que es difícil, pero es el mejor plan que tenemos hasta ahora. Sé que serías capaz de hacer muchas cosas con tus poderes ahora, pero no nos servirá de nada si la mitad o todos nosotros acabamos muertos. Creo que lo más inteligente es seguir el plan trazado. Una vez estemos todos juntos, será el momento de atacar. Samael estará demasiado entretenido alardeando y agasajando a todos los invitados, y no se fijará en nosotros... si algún otro demonio lo hace, podremos con ellos. El factor sorpresa será lo que juegue a nuestro favor.
- Vale, bien. Pero se te olvida algo importante ¿No? El salón estará lleno de invitados, y no cualquier invitado, son demonios superiores, si ya va a ser difícil sólo con Samael... ¿Cómo crees que lo vamos a hacer con una docena de ellos?
Ethan sonrió sobradamente y me recordó a mí por un momento, odioso, por cierto.
- Bueno, la cuestión es que no pienso atacar cuando estén presentes. Una vez oficiada la ceremonia de emparejamiento, es tradición que la dama se retire a sus aposentos mientras el hombre despide a los invitados. Ella debe esperarle ahí... Para, bueno ya sabes. Para consumar la relación.
Chasquee la lengua y sin poder evitarlo lance un puñetazo a la pared. El crujir de mis dedos me advirtió que más de uno se había roto por el golpe, pero no sentí dolor alguno en ellos. Lo único que me dolía era el corazón al pensar en Nazet con otro.
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La profecía
Fiksi RemajaCuando Naz conoce a Keilan toda su vida cambia por completo. Después de un trágico suceso que marcará un antes y un después en su vida para siempre, Naz descubre por primera vez quién es y a qué se enfrenta. Con una misión que cumplir y un libro que...