PEQUEÑA FLOR DE LIRIO

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Después de más de una hora de estar viendo un programa televisivo de mujeres dando a luz, Makoto puso en pausa la programación y recargo su cabeza en el hombre de Andrew, quien justo se encontraba sentado a su lado.

—¿Nerviosa?— Le preguntó él

—Un poco— Respondió ella

Andrew pasó uno de sus brazos por los hombros de ella y su otra mano la llevó al prominente vientre, donde de inmediato, sintió los movimientos de la pequeña Sayuri, quien podía nacer en cualquier momento.

—Todo va a salir bien, cariño— Le dijo Andrew— Aunque no sea ginecólogo estoy informado y voy a estar contigo. Si no soportas el dolor no dudes en pedir la anestesia epidural. No tienes porque sufrir. Tú y Sayuri estarán bien. Te lo prometo.

Makoto suspiró al escucharlo y recargó su cabeza en el pecho de él. Si bien era cierto que estaba nerviosa, no era por miedo al parto como suponía Andrew, sino que conforme se acercaba la fecha del nacimiento de Sayuri, comenzó a sentirse más ansiosa, pues aunque amaba a la hija que crecía en su vientre, le aterraba la idea de que fuera hija de Neflyte y se le pareciera; sin embargo, no se atrevió a mencionar ese miedo a Andrew.

—Te amo— Susurró Makoto, y después lo besó en la mejilla.

Andrew volteó a mirarla a los ojos y le sonrió.

—Las amo.

Por un momento ambos se quedaron en silencio perdidos en la mirada del otro, hasta que de pronto, el ensordecedor ruido de un trueno se hizo presente, y tras el, Makoto dejó escapar un grito.

—¿Qué tienes, mi amor?— Preguntó Andrew tan nervioso como emocionado.

—Creo que es Sayuri

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Después de casi doce horas de labor de parto, poco antes del amanecer de aquella madrugada de finales del mes de noviembre, Makoto trajo al mundo a su primogénita y heredera directa del poder joviano; y tan pronto como escuchó su llanto y los gritos de júbilo y felicitaciones para ella y Andrew que eran la señal inequívoca de que la bebé estaba bien, la vista comenzó a nublarsele, y a lo lejos le pareció escuchar la voz de Andrew

—Mako, mira, es tan bella nuestra hija.

Makoto quiso pedirle que cuidara de Sayuri, esforzarse porque los ojos no se le cerrarán, pero de pronto, todo se oscureció a su alrededor.

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Como cada noche, Neflyte estaba despierto mirando en las estrellas lo que había ocurrido y que estaba sucediendo ese día en la vida de Makoto, y fue gracias a estas, que miró como si fuera un espectador mirando una obra en escena, el momento en que la sehshi dio a luz a su hija.

Aquella niña cuya vida había deseado apagar antes de que Makoto se diera cuenta, pero que aunque despreciara, se erigía en ese momento como su tabla de salvación para calmar la furia del Señor de los Infiernos.

Horas después de que ella diera a luz a esa niña, cuando no faltaba mucho para el amanecer del nuevo día, vio a Makoto descansar en una de las lujosas habitaciones del hospital, y sentado en una silla mecedora a Andrew, quien cargaba en brazos a la diminuta bebé que estaba envuelta en una manta color rosa pastel.

Ver aquel momento en la vida de la senshi de Júpiter le dio rabia, y furioso, apretó los puños hasta que de pronto sintió la tibia sangre corriendo por su piel.

Aquel que debería estar ahí tendría que ser él y con una hija de su sangre. No ese hombre ni ningún otro.

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RECUERDOS ROBADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora