ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝑋𝑋

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Omnipresente 

—Gracias por aclarar las cosas —murmuró ella, cuando se consiguió calmar—. Todavía estoy avergonzada por haber actuado así. Pero me siento... mejor —entornó los ojos hacia él, con las mejillas y la nariz sonrosadas por el llanto, aún con el brillo lagrimal en sus orbes—. Bakugou, creo que esto significa que somos amigos… —señaló con cautela sin poder ocultar el deje de optimismo en su voz.

En eso llegó su tren. Él la guio tácitamente a la puerta de su vagón y ella solo lo seguía en espera de su respuesta.

—Flor, yo no voy abrazando a extras así como así.

Ella se detuvo en la puerta. No se percató cuándo y cómo, pero ya estaba dentro del mismo. Mientras él se quedaba de fuera.

La pelirrosa inclinó su cabeza. —¿Qué significa eso? 

Él cedió a la tentación y le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja. 

«Suave», pensó él.

—Significa lo que significa.

Sabiendo que si se quedaba allí un segundo más, cometería otro error, Bakugou retrocedió un par de pasos; justo a tiempo de que se cerrarán las puertas del vagón, y luego se dio la vuelta, quedándose con la imagen de su expresión atónita, y definitivamente recelosa, grabada en su mente durante todo el camino hacia su pasantía.

Bakugou 

Tenía cosas que hacer: estudiar, entrenamientos, ataques por crear, extras a los que gritar. Pero no estaba pensando en todo eso. Estaba pensando en ella.

No sabía qué me pasaba.

Fuera lo que fuera, me encargaría de ello. Solo quería volver a verla.

Me había distanciado porque creía que era lo correcto. Y yo había hecho lo posible por eso.  Porque si me quedaba cerca no sabría como terminaría eso.

Ni lo que ocurriría después.

—¿Puedes quitar tu cara de estúpido y comer tu desayuno? Que apenas y lo has tocado.

—¡Ya voy bruja! 

Antes de probar bocado mi teléfono, el que tenía sobre la mesa empezó a vibrar, ocasionando que mis padres miraran este y luego me mirarán a mí muy asombrados.

Era la primera vez que alguien me llamaba, desde que había entrado a la UA.

Ah, era flor.

Y cuando caí en cuenta de quién era, me hizo levantarme de un salto de la mesa. Demonios, sentía las malditas orejas arder. 

Salí del comedor y me dirigí a mi cuarto; mientras subía las escaleras, silencioso, atendí el llamado.

—¿Bakugou? —habló la voz a través del teléfono.

Se me olvido cómo respirar, solo había dicho mi nombre, pero eso fue lo necesario para dejarme como un completo idiota en medio de las escaleras. 

—¿Qué?

—Buenos días, ¿cómo amaneciste?

Sería un verdadero idiota si desaprovecha la oportunidad que tenía.

—Bien, ¿tú? —me escuché preguntar sin poder creer que la voz no salió temblorosa, aunque sintiera hasta el cerebro temblar de los nervios.

—Me alegro, muy bien, igual…

Después ella pareció dudar unos momentos; tal vez pensaba que le había colgado, pues ya no se me escuchaba mi respiración en el teléfono y es que me había tapado la boca para que mi jodida respiración no pareciera la de un demente sexual a través de la línea telefónica, de tan agitado que me encontraba.

𝑵𝒐 𝒎𝒆 𝒎𝒊𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒔𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 -𝓑𝓪𝓴𝓾𝓰𝓸𝓾 𝓗𝓪𝓽𝓼𝓾𝓴𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora