ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 𝑋𝑋𝑉

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Omnipresente 

Bakugou estaba sentado en una mesa apartada, contemplando el atardecer que estaba pintado en el cielo de una maravillosa mezcla de colores amarillo rosa, anaranjado y azul, tratando de dejar de pensar en aquella chica que tanto inundaba sus pensamientos, no obstante, apenas logro su cometido cuando una pelirrosa se le posa justo delante de él con una amplia sonrisa en la cara, burbujeante de entusiasmo. 

Traía puesto un maxi vestido blanco de pequeñas florecitas azules que combinaba con su suéter tejido color azul cielo, que le daba un aspecto más dulce.

Sí, no había la menor duda de que ella era extraordinariamente bien parecida, con unos labios rosados naturales, que contrastaban con el color lechoso de su piel, ojos azules llenos de franqueza, rosados cabellos ondulados. 

Había algo en su rostro que inspiraba inmediata confianza. 

Bakugou sentía como si aquella chica todavía no se hubiera dejado manchar por el mundo. No era de extrañar que casi toda la UA sintiera una gran veneración y amor por ella.

«Sin duda flor es demasiado encantadora», pensó.

Ella se sentó a su lado, observó el atardecer fascinada y luego cerró los ojos como tratando de guardar aquel sentimiento.

Bakugou la miró de reojo y observó el perfil de Kiyomi a la sosegada luz del amanecer, no pudo apartar su vista de ella: tenía unas cejas bien definidas, unas suaves y largas pestañas que enmarcaban sus ojos cerrados, una bonita nariz chata y respingada y labios carnosos. 

Le parecían que sus grandes ojos eran tiernos y que inspiraban inmediata dulzura y tranquilidad, pero a la vez le pareció encantador y fascinante que aquella mirada contrastara tanto con sus labios rosados, se perdió tanto en la belleza de ella hasta que sus ojos se encontraron.

—Mira mira, una estrella fugaz —dijo emocionada cuál niña señalando el cielo que ya se había oscurecido—, pide un deseo, pide un deseo —cerró los ojos, juntó sus manos en forma de oración y empezó a murmurar.

«Esta chica... tiene una personalidad de niña mimada y llorona, pero creo que puedo entender por qué todos se obsesionan con ella. La verdad es que es demasiado linda», pensó Bakugou.

Cuando abrió los ojos solo se encontró a Bakugou mirándola con una pequeña elevación de la comisura.

El color rojo subió por sus mejillas y de manera rápida se cubrió la cara con las manos y se recargó en la mesa.

Él hizo lo mismo que ella, apoyó la cabeza, sintiendo el frío de la mesa en su mejilla derecha, y la distancia entre ambos se acortó significativamente.

—No te burles de mí, por favor —pidió ella, mirando por entre sus dedos, perdida en la mirada de él.

Ambos no podían dejar de mirarse, sintiendo secreta e inconscientemente un impulso por besarse.

Bakugou no respondió, aunque se le hizo muy tierno que, a pesar de todo, siempre fuera muy respetuosa y siempre pidiera las cosas amablemente.

Después de un silencio que Kiyomi sintió largo, pero que en realidad no lo fue, dijo con asombro al verlo tan de cerca:

—Wow, tus pestañas son superlargas.

Con esa distracción se esfumó la vergüenza que había sufrido momentos antes y dejó de cubrirse la cara.

El cenizo no dijo nada, lo que sí hizo, consciente o no, fue acercarse un poco más. Ambos sintieron como si su corazón fuese a estallar de emoción.

𝑵𝒐 𝒎𝒆 𝒎𝒊𝒓𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒔𝒐𝒔 𝒐𝒋𝒐𝒔 -𝓑𝓪𝓴𝓾𝓰𝓸𝓾 𝓗𝓪𝓽𝓼𝓾𝓴𝓲Donde viven las historias. Descúbrelo ahora