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Desde niños se conocían, ambos siempre estaban presentes en los pensamientos del otro, en los rezos y en los deseos. Siempre, siempre, siempre. Entonces no fue extraño para ellos entregarse de manera carnal, al final, sus familiares siempre especulaban en la peculiar pareja que serían. Aunque ingenuamente evitaron hacerlo en sus celos, fueron tan inmaduros al no pensar en las consecuencias de sus actos a futuro.


Shinichiro tenía catorce años cuando nació su hermano menor, Manjiro, por mucho tiempo creyó que solamente sería él contra el mundo, pero no fue así, un paquete tardío llegó a sus brazos en forma de un hermano pequeño.

— Tiene tres semanas y en tres semanas no nos ha dejado dormir. — Sus amigos rieron al verlo amenazando a un recién nacido con una diminuta almohada.

— Es normal, los bebés no dejan dormir, suelen llorar mucho. — Le explico Takeomi, los adolescentes asintieron con la cabeza y viendo al pequeño rubio empezar a dormir, decidieron salir de la habitación, pero Wakasa se había quedado un poco más, admirando lo diminuto del ser.

— ¿Quieres uno? — Se burló y el leopardo blanco se sobresaltó.

— Shin-chan, no hagas eso. — Le reprendió mientras susurraba.

— Lo siento, es que te veías tan concentrado, creí que estabas pensando en cómo sería un bebé nuestro.

— No estaba pensando en eso, lo estaba mirando, me es tan fascinante verlo, porque, míralo, es tan pequeño y vulnerable. No sé, pero al verlo dormir me dan ganas de dormir con él, sentir su calor y su olor.

— Waka, me pondré celoso de mi propio hermano, mejor duerme conmigo. — El de ojos violetas río ante eso, rodeo con sus brazos el cuello de su pareja y repartió húmedos besos en la zona del cuello.

— ¿Debería dormir contigo hoy?

— Sí por favor. — Suplico el pelinegro mientras lo apretaba de la cintura.

— ¡Busquen un cuarto!

— ¡Señor Sano, su nieto está intentando hacer algo impropio en la misma habitación del bebé! — La palidez en los rostros de la pareja fue notoria al escuchar tales palabras, apresurados se alejaron, dejando una considerable distancia entre sus cuerpos, viéndose nerviosos y alterados, pero rápidamente a sus oídos llegaron las risas de sus amigos, ambos fueron a darles una buena reprimenda por casi provocarles un infarto. Y su tarde pasó entre risas y bromas. Cuando llegó la noche, Shinichiro se había quedado en la casa de Wakasa, debían aprovechar la ausencia de adultos ahí.

— ¿Por qué no verificaste si aún había condones? — Le regaño Wakasa, pero Shinichiro frunció el entrecejo.

— Tu tampoco viste si aún tenías condones aquí, fue un error de los dos.

— Agh. — Ambos se veían molestos por no poder continuar, Wakasa mordió su labio inferior al ver al pelinegro empezar a vestirse y en un impulso lo soltó. — Hagámoslo sin condón.

— ¿Qué?

— Por una vez no creo que pasé algo, además, puedo comprar una pastilla y listo.

— Pero...

— Dicen que sin condón se siente mucho mejor. — Intentó convencer, pero su pareja se veía aún insegura. — Por favor Shin-chan, no va a pasar nada, confía en mí.

— Bueno, pero tendremos que ir a comprar esa pastilla juntos.

— Sí, sí, sí. Ahora ven. — Ansioso llamó, con una sonrisa juntaron sus labios y sin perder tiempo llevo su diestra al miembro del pelinegro, comprobando que aún no estaba del todo flácido. — Vamos amor, ponlo duró para mí. — Shinichiro estalló en colores, mientras Wakasa festejaba el haber obtenido la dures que necesitaba. Después de unas caricias, suspiros y preparación, Wakasa se abría de piernas y Shinichiro se colocaba dentro suyo, aún eran jóvenes y se emocionaban muy rápido, solamente necesitaban de unas estimulaciones para acabar, la primera vez intentó terminar fuera de su pareja, pero la segunda, teniendo a un todavía estimulado Wakasa bajo de él, fue difícil, con el cuerpo tembloroso y sintiendo su corazón palpitar rápidamente, se disculpó por tal acto, Wakasa solamente río por eso y permitió que el pelinegro le ayudará a limpiarse tal desorden.

Consanguineidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora