Capitulo uno

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Formas idiotas para amar:

"La gran verdad es que no eliges ni la persona, ni el lugar, ni el momento para enamorarte"

Armonía

El amor es un misterio. Todo en él son fenómenos a cual más inexplicable; todo en él es ilógico, todo en él es vaguedad y absurdo. Gustavo Adolfo Bécquer

¿Vale la pena contar esta historia? Pocas veces me he sentido más derrumbada. Pero he vivido demasiado tiempo ocultándome bajo un velo de indiferencia como para seguir callada. Quizá nadie lea estas palabras, quizá jamás te enteres de todo mi sentir hacia ti. A pesar de todo escribiré esta historia.

Tal vez no sea la mejor de todas... pero es nuestra y nunca la olvidaré.

***

Años atrás:

Distraídamente comencé a buscar una canción en mi mp3 mientras miraba por la ventana de nuestro salón. Yo estaba sentada al frente, con los brazos cruzados sobre mi pecho y los ojos cerrados. A mi lado derecho estaba el tragaluz entreabierto por donde se colaba una reciente primavera. El aire tibio de esa estación me daba en la cara, relajándome al punto de que caería dormida sin casi notarlo.

Pero por supuesto esa tranquilidad no podía durar. Mi mejor amigo entró por la puerta del salón y yo le observé de reojo. Felipe usaba lentes, tenía los cabellos de color oscuro, sumado a su cara de siempre estar pensando. Era el típico alumno que siempre sacaba el primer lugar sin demostrar esfuerzo alguno. Se lanzó sobre su puesto, que estaba al lado del mío, gritándome en la oreja sin delicadeza alguna:

—¡Angélica! —chilló en mi oído sin respeto alguno—¡Despierta!

Enojadísima tomé el audífono encajándolo más en mi oído con gesto de fastidio. Él me lo quitó de las manos. Seguimos en este juego absurdo como dos niños pequeños que se pelean por un dulce. De un fuerte empellón lo dejé sentado sobre la silla.

—¡Bruta!

—Eso le pasa a todos los que me fastidian —le devolví.

Él se hundió más en su silla y yo me senté a su lado donde siempre. Nos desafiamos mutuamente con la mirada... no duró lo suficiente. A los pocos segundos ambos nos empezamos a reír. Por lo general solo con unos pocos gestos nos perdonábamos todo.

—Vale conseguiste despertarme... ¿Qué sucede?

Con algo de dramatismo, mi mejor amigo comenzó su rutina diaria. Contarme de sus problemas, de los chismes que se había enterado y amplio etcétera. Ponía especial énfasis en los gestos con sus manos, en verdad en ellas estaba la mitad de lo que intentaba decirme. Adoraba esa faceta de él, aunque la gran mayoría de mis compañeros solo ve a Felipe como un perfecto estudiante, para mí es mucho más que eso. Él es mi mejor amigo, mi protector, mi confidente... la persona que siempre me hace reír en las mañanas.

Formas Idiotas Para AmarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora