Capítulo 19.

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Sonreí cuando al día siguiente apareció en mi despacho un nuevo ramo de flores de parte de Daniela. Era una serie de tulipanes de diferentes tonos de blanco, rosa y amarillo, combinados con orquídeas salvajes que se habían colocado aleatoriamente entre ellos.
Cogí el sobre que las acompañaba y lo abrí.

«Cinco lugares en los que me gustaría follarte:

5. En un concierto lleno de gente.
4. En un cine abarrotado.
3. En la sauna de casa.
2. Sobre el capó del Bugatti.
1. Encima de la mesa de juntas.

Llámame en cuanto salgas de la última reunión.

Con amor.
Tu futura esposa, Daniela».

Me reí y me guardé la nota en el bolsillo.
—Ya puedes decirle a la cita de las diez que pase, Rita —dije por el intercomunicador.
Me acerqué a la puerta y la abrí, esperando ver a un anciano y a su esposa, pero
allí estaba... —¿¿Richard??

—Nunca te hubiera imaginado decorando casas, María José. —Se quitó el sombrero al tiempo que pasaba junto a mí—. Pero supongo que cuando estás prometida con alguien millonario cambian tus prioridades. ¿Diseño de interiores? ¿En serio? —Se burló—. Creo que puedo adivinar a qué corresponde la otra C de M&C's.

—¿Qué parte de «Lárgate» y de «No te quiero cerca» no entiendes? ¿Follar con Sofia te ha hecho perder audición?

—Siempre has sido una listilla. Me encantaba que fueras así.

—Está claro que no lo suficiente. ¡Lárgate!

Suspiró.
—¿Sabes lo complicado que es adaptarse a una ciudad nueva? Pues es todavía más si te vigilan y siguen unos seguratas a todas partes. —Negó con la cabeza—. ¿Acaso te sientes amenazada por mí?

—Ve-te-de-a-quí.

—Me iré. —Se acercó—. Pero antes vamos a hablar. Siéntate.

—Me sentaré después de que te vayas.

—¿No me puedes dedicar ni cinco segundos?

—Te he dedicado mucho más. —Me acerqué a la puerta y la abrí—. Además, no hablo con gilipollas, no entiendo su idioma.

—Me lo debes, Majo. Por favor, escucha. Por el respeto que puedas sentir por mí... o al menos por nuestras viejas promesas. Nunca se olvida uno de su primer amor.

—A menos que te abandone por tu mejor amiga. La gente nunca lee la letra pequeña.

—Poché...

—¡Señor Hayes! —De repente, Greg estaba a mi lado—. Es mejor que no intercambie ni una sola palabra más con la señorita Garzón. No es bienvenido en esta propiedad privada.

Noté que los ojos de Richard se apagaban al tiempo que negaba con la cabeza, mirándome como si se sintiera herido.

«¿Qué coño le pasará?».

—Tiene cinco segundos para desaparecer, señor Hayes. —Greg entrecerró los ojos y Richard salió del despacho, mirándome mientras lo escoltaban otros dos guardias de seguridad. —Ya he notificado a la señorita Daniela esta intrusión. —Greg parecía preocupado—. El señor Hayes nos despistó y logró venir en taxi. Mis más sinceras disculpas, señorita Garzón. No volverá a ocurrir. ¿Está bien?

—Sí, estoy bien —mentí.

Odiaba a Richard con cada fibra de mi ser, pero solo había visto esa mirada de dolor en sus ojos dos veces mientras estábamos casados: una vez cuando nos desalojaron del primer apartamento en el que vivimos porque llevábamos tres meses sin pagar el alquiler. Y otra vez cuando tuve que renunciar a mi baja de maternidad cuatro semanas antes de lo establecido.

«Se trata de algo muy serio...».

—¿Señorita Garzón? —Greg me sacó de mi trance.

—¿Sí?

—La señorita Daniela me pregunta si debería venir. —Sostenía el teléfono pegado a la oreja—. Quiere también saber si prefiere volver a casa antes.

Negué con la cabeza.
—No, dile que estoy bien. Iré a su despacho después de las tres.

El asintió y le repitió el mensaje a Daniela por el móvil antes de dejarme sola. Con un suspiro, me acerqué al escritorio y me hundí en la silla. Moví la cabeza, esperando que así pudiera eliminar cualquier pensamiento sobre Richard de mi mente, pero no pude porque encima del escritorio había un sobre blanco. Un sobre que no había antes.
Lo agarré y me di cuenta de que, posiblemente, Richard lo había dejado allí antes de que lo escoltaran a la salida. Sabía que no debía abrirlo, que debía limitarme a romperlo y seguir con mis citas...
Me venció la curiosidad.

«María José:

Te he enviado fotos y cartas todos los días, pero ayer por la noche me di cuenta de que lo más seguro es que no hayas recibido ninguna.
Por lo tanto, he pensado que esta vez será mejor que te la entregue en persona.

No he venido aquí para provocarte problemas ni para interferir en tu nueva vida, en la que parece que, por cierto, te va bastante bien...

Sofia y yo nos mudamos aquí hace seis meses, pero decidí no decírselo a las chicas para poder hablar antes contigo, pensando que lo habrías superado ya.
Me gustaría hablar contigo delante de una taza de café. Dime dónde y te juro que solo te entretendré unos segundos. ¿De verdad crees que iba a provocar todo este problema si no tuviera que decirte algo importante?
Por favor, llámame para que podamos vernos.

Tu primer amor, Richard.

P. D.: Siempre has sido preciosa, pero ahora estás increíble.
P. D. 2: Sé que una parte de ti todavía me ama».

*******

CALLE

«Uno no puede evitar enamorarse...».

Al menos, es lo que me sigo diciendo.
Estoy sentada al final de la mesa, en la sala de juntas, y trato de aparentar que quiero estar aquí. Acabo de volver a tener sexo con María José mientras estaba enfadada, y estoy empezando a desear haberme quedado con ella durante el resto del día para asegurarme de que envía de una vez las putas invitaciones.

¿De verdad importa tanto si el papel es blanco o de color marfil? ¿Si tienen detalles de encaje o perlas? ¿Si hay cuatro o cinco tipos de letra diferentes?

Me sentía muy inquieta porque ella me había hecho pasar la noche en blanco para ayudarla a elegir entre cientos de sobres... «¿Color crema sin líneas? ¿Blancos con el borde más oscuro? ¿Cualquiera de los dos colores con el borde sombreado?».

También se pasó dos horas esta mañana repasando los sellos que irán en la parte de atrás, un lugar que nadie mirará.
«El sello blanco le dará a nuestra boda un aire más elegante, pero el plateado dirá que es un evento de alto nivel. Uno dorado será demasiado, creo... Espera, ¿y si hacemos algo personalizado? ¿Quizá sellos blancos con las iniciales en plata y oro?».

—¿Señorita Daniela? —Uno de mis asesores de confianza se aclaró la garganta —. ¿Ha oído lo que he propuesto sobre un nuevo paquete de beneficios para todos los empleados?

—Claro. —Sonrío, y pone los ojos en blanco.

La reunión versa sobre los beneficios conyugales para los empleados de Industries Calle, pero sé que esto es un intento velado para forzarme a firmar un acuerdo prenupcial.
Los miembros de la junta están nerviosos porque saben que en el momento en que me case con ella le pertenecerá por derecho un veintiséis por ciento de la empresa, lo que será, junto a la mía, la parte más grande de acciones en manos de una persona. No confían en ella porque no ha crecido con una cuchara de plata en la boca, porque piensan que será algo que se volverá contra mí cuando
se seque la firma en el certificado de matrimonio.
Pero yo no soy de esa opinión. Confío completamente en ella.
Es cierto que me pone a prueba como nadie, pero es real, frustrantemente real,
y eso es lo que más me gusta de ella.


















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6/7

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora