Capítulo 17.

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—Vale, a ver si lo he entendido bien... —La organizadora de nuestra boda se paseó por la suite del hotel mientras se daba toquecitos en el labio.
Se llamaba Paris Corwin y era la mejor del país en su trabajo. Había sido contratada por cientos de celebridades, atletas, superestrellas, e incluso había asesorado la realización de una boda real.
Impecablemente vestida con un traje gris oscuro y una blusa de color crema, llevaba cortado el pelo castaño al estilo bob, lo que encuadraba su cara en forma de corazón.
—¿Quiere que la ceremonia se celebre al aire libre, frente al mar, pero no quiere que el lugar sea accesible al público? —Me miró—. ¿Y no quiere que sea en una playa?

—Exacto.

—¿Y quiere que la recepción sea en una instalación cubierta a poca distancia del lugar de la ceremonia, pero tiene que haber techo de cristal?

—Correcto.

Se quitó las gafas y se frotó la frente.
—Y tiene que ser en San Francisco...

—Lo preferiríamos... —intervino Daniela.

—Bueno, vale..., debo ser sincera. Puede que tengan que renunciar a algunas cosas si no quieren cambiar nada.

—¿A qué cosas? —Arqueé las cejas. Llevaba mucho tiempo imaginando mi boda y no quería renunciar a nada.

—Bueno... —Se acercó a la pantalla del proyector, al otro lado de la estancia.
Apagó las luces y activó el mando a distancia—. Esta foto es de The Shores Resort, es un complejo junto a la playa, con un gran salón de baile con el techo de cristal.
Hizo clic otra vez y apareció otra imagen.
—Se trata de La Santa María Resort. En ella hay una hermosa zona al aire libre cerca de la playa, pero no hay arena, sino hierba, que es lo que desea, pero el salón de baile no tiene el techo de cristal, aunque las paredes son acristaladas y tienen seis metros de altura.
Uno de los miembros de su equipo se acercó y me entregó una carpeta blanca. —Dentro de ella encontrarán complejos similares del mismo tamaño —explicó la señorita Corwin—. Son caros, pero a todos les falta una de las cosas que buscan.

—¿Tienen grandes escalinatas para ir al salón de celebración? —Miré a Daniela—. Quiero entrar tras subirlas, justo antes del primer baile.

—Todas las páginas con un marcador rosa tienen escalinatas. Los demás lugares son escaleras con medidas estándar.

—Vale. —Suspiré—. Déjeme ver... —Abrí la cubierta y pasé algunas páginas con rapidez. Todos eran lugares preciosos, pero ninguno tenía todo lo que yo quería, lo que había soñado.

—¿Qué tal este? —Daniela señalaba una página en la que venían los datos de un castillo histórico, cerca de la playa. Era precioso, con rocas bañadas por el sol, grandes escalinatas de mármol, pero el salón de baile no poseía el techo de cristal y la zona al aire libre para la ceremonia tenía más tierra que hierba.

Negué con la cabeza y cerré la carpeta.
—Lo siento, pero no es lo que quiero... No quiero renunciar a nada. Y si nos vamos a otra ciudad, ¿tenemos más posibilidades de conseguirlo?

—Sí, señorita Garzón. Sería posible. Le enseñaré varias opciones. —Sacó un pendrive del bolsillo y lo enchufó en un ordenador portátil—. Empecemos por Los Ángeles.

—Señorita Corwin —la interrumpió Daniela—. En su equipo hay un buen plantel de arquitectos, ¿verdad?

—Sí, por supuesto. Me aseguraré de que la glorieta que ambas quieren se construye siguiendo sus deseos.

—En realidad... —Me cogió la mano y la besó—. Quiero que construyan el lugar que mi prometida desea partiendo de cero. Denle todo lo que quiere.

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora