Capítulo 15.

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POCHE

«A un lado, adelante... Atrás, al otro lado... En diagonal y adelante...».

Hundí la aguja en la pantalla, tratando de que las puntadas fueran lo más minuciosas posible. Llevaba todo el día encerrada en el despacho, cosiendo.
Una de mis pantallas para lámparas hecha a mano había aparecido en una revista de tirada nacional la semana pasada, así que me había visto obligada a contratar a tres personas más para atender todas las peticiones. Incluso había considerado cerrar la tienda al público durante un par de días para terminar, pero todos los miembros del personal se habían ofrecido a quedarse hasta tarde y
ayudar.

—¿Señorita Garzón? —Se oyó la voz de Rita por el intercomunicador—. Lisa y Sam se van ya a casa y tiene a su prometida por la línea uno.

—Gracias. —Cogí el teléfono—. ¿Daniela? Dime.

—Ven a casa.

—Lo haré en cuanto termine la última pieza. Me quedan doce parches que coser.

—Son las ocho, María José. Vuelve a casa ya.

Suspiré.
—¿No puedes darme quince minutos más?

—No. Ven ya. —Colgó.

Puse los ojos en blanco mientras cogía de nuevo la aguja y la pasaba para la parte inferior. Me había equivocado antes al usar la tela y tenía que terminar el encargo para el cliente, que lo recogería al día siguiente.

«Ya se lo explicaré después a Daniela...».

Cuando ya tenía medio trabajo hecho, hubo un ligero golpe en la puerta. —Adelante —invité, todavía concentrada en el proyecto.

—Señorita Garzón. —La voz profunda de Greg me hizo levantar la vista—. La señorita Daniela se muestra inflexible, tiene que ir a casa ya.

—¿Ha pasado algo?

—Solo quiere que regrese a casa. —Mantuvo la puerta abierta e hizo un gesto para que me levantara—. Es innegociable.

Con un suspiro, llamé a Rita para darle las gracias por quedarse hasta tan tarde, luego cogí la chaqueta y el bolso y salí a la tienda, donde le lancé las llaves para que cerrara ella.
Greg abrió la puerta trasera del coche y esperó a que me acomodara antes de ir a su sitio.

—¿Greg...? —carraspeé.

—¿Sí, señorita Garzón? —Me miró por el espejo retrovisor.

—¿Cuánto tiempo hace que trabaja para Daniela?

—Desde que montó la compañía.

—¿Y siempre trataba igual a todas sus amigas? ¿Las obligaba a dejar de hacer
lo que tenían entre manos solo porque quería verlas?

—No. —Él negó con la cabeza.

—Pero sí enviaba el chófer a las amigas más íntimas, ¿verdad?

—Señorita Garzón...

—Solo trato de mantener una conversación para dejar de pensar en el hecho de que ella me ha ordenado que vuelva a casa. Eso es todo.

—Por supuesto. —Tomó el desvío a la autopista y subió el volumen de la música.

—Greg, ¿no va a responder a mi pregunta?

Suspiró.
—La señorita Daniela no me ha enviado nunca a recoger a una amiga.

«¿Qué?».

—¿Y cómo hacían cuando tenían una cita?

MI JEFA OTRA VEZ | PT2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora