Capítulo 2

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El primer encuentro oficial de ambos inició por intercesión del infante, Thiago llevaba días intentando acercarse al hombre que miraba trabajar, mientras él descansaba en el pórtico de la casa de éste, con un vasito de naranja en las manos y la mirada fija en la espalda fornida del imponente alfa de dermis tostada por las caricias del sol, que parecía ignorar su presencia con maestría, quizá porque no le molestaba ver al pequeño balanceando sus piernas, estando allí, viéndolo sin decir palabras, como si le examinase.

Empezó justo al día siguiente de que ayudase al omega a reparar la cerca, el menor simplemente tomaba el refresco que su madre le ofrecía, y se marchaba para cruzar a la casa del vecino, sentarse en el porche y simplemente observar, como no fastidiaba, Eugene no se quejaba de que el pequeñuelo hijo de la "Bolita efusiva", se quedase en su hogar... De todas maneras le beneficiaba porque el omega salía al percatarse de la ausencia de su cachorro, ofreciéndole siempre un vaso de refresco por culpa de las molestias.

— ¿Quiere tener sexo con mi mamá? —

Un renacuajo de cinco cortos años acababa de preguntarle si tenía deseo sexual por la bolita ingenua que era su vecino. Eugene tenía ojos, sabía lo atractivo que era el omega, era bajito, de complexión rellenita, con lindos pómulos salientes que llegaban a ser acariciados por el rubor, cada que se avergonzaba por hablar y hablar y hablar sin frenos, recordó la dulzura de miel que se desprendían por las perlas que el omega de azabaches mechones desprendía.

Admiraba lo expresivo de aquel par de orbes de oro, escondidos tras las gruesas capas de vidrio, que eran tentativas a bajar el marco de los lentes para apreciar el tesoro de sus ojos. Sí, Archer era atractivo, pero no, Eugene no tenía deseo sexual por su vecino. Su corazón, cuerpo y alma estaba fielmente atados para su destinado, su Mylo.

— No — una respuesta comúnmente seca que bastó para convencer al niño que pareció relajarse de golpe.

Aunque tuviese de los aromas normales de los cachorros, una leve fragancia a leche, Eugene no dudaba que por su personalidad tan directa pudiese presentarse como un alfa. Le pareció motivo de mofa que un omega tan sumiso como Archer, tuviese un hijo tan aventado como Thiago.

— ¿Por qué me preguntas si quiero sexo con tu madre? — Cuestionó tras un breve silencio entre los dos. Le carcomía la duda de conocer de dónde había sacado aquella palabra, porque seguramente Archer jamás se la hubiese dicho, primero habría tartamudeado y enloquecido en rubor.

Thiago lo meditó dando un largo trago de su jugo, se relamió los labios y suspiró — Es bonito, mamá confía en las personas y se aprovechan de ello — murmuró con el ceño fruncido — Una vez un tipo ayudó a mamá y luego quiso sexo para compensarlo por su ayuda... Mamá no quiso, así que el sexo es malo —

Eugene lo entendió de inmediato, el renacuajo no era tan renacuajo después de todo.

— Llamé a la policía, mamá me enseñó a hacerlo porque dijo que era importante... Ellos fueron a casa, pero no hicieron nada — su tono se hizo mucho más opaco, sus deditos apretaban el vaso hasta dejar su piel blanquecina por la rabia que exudaba en leves oleadas que llegaban al olfato del alfa — Entonces entendí que nadie más que yo puede cuidar de mamá —

Fue casi instantáneo, tras la pequeña anécdota amarga del infante, se reflejó en él, fue como verse en un espejo. Su versión infantil cuidando de su padre muerto en vida por culpa de la depresión de perder a su pareja, siempre tras su progenitor, velando cada uno de sus pasos.

— No soy un peligro — espetó al limpiarse el sudor de la frente con una toallita, Archer le había regalado ese pedazo afelpado luego de ayudarle a destapar la tubería del lavaplatos, la semana anterior — No estoy interesado en tu mamá —

Más allá del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora