Capítulo 12

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— ¡Eres gilipollas, Archer! — bramó perdiendo los estribos el omega que se movía como león enjaulado en un zoológico, de lado a lado por el pequeño espacio, rondando por las cercanías del pequeño omega sentado en el borde de la cama, asquerosamente empapado de sus propias lágrimas y mocos.

— Lo hago por Eugene— murmuró escondiendo su propia voz, más como un mantra para concentrar sus pensamientos, con tal de autoconvencerse que había hecho lo correcto en dar un paso hacia atrás.

Raylee se enojó por el susurro tan débil y frágil, que no había hecho más que aumentar la llamarada que ardía desapareciendo el aroma de tristeza del contrario. Jaló sus cabellos y se tragó un par de maldiciones en la garganta para no aumentar los sollozos de su inquilino.

— ¡Le estás dejando el camino libre a ese idiota de Mylo!, ¡Él dejó a Eugene! — estrelló su puño contra la pared, liberando un poco de la frustración que le producía aquella nefasta situación, estaba dejando en mala posición a su mejor amigo — No puede solo venir como si nada hubiese pasado, es un maldito egoísta —

Archer negó apretando los dedos entre ellos al mantener sus manos enlazadas, no podía quejarse, siempre supo como acabaría su historia de amor con Eugene. Con el corazón roto, no había espacio para él en esa historia más que la de navegar entre el agua hasta la llegada al puerto, solo el alfa se bajaría del bote para irse con Mylo... Él volvería a navegar a la deriva, solo que acompañado de dos hijos.

— Él es su destinado. Gene me dijo que le ama, no me lo ocultó — se le escapó tanta tristeza con aquella afirmación, que quiso correr al sanitario para ahogarse la boca con espuma, limpiar cada rastro de su cavidad, esperando que la impureza se marchara, como si ello pudiese borrar las palabras dichas. Eliminar el mal, acallar la verdad y regresar a su burbuja donde todo era colorido y perfecto.

— ¡¡Ese maldito hijo de puta de Hemsley me va a escuchar!! — vociferó el omega al fulminar con la mirada a su amigo que chilló del susto, encogiéndose, intentando desaparecer entre las sábanas de la cama.

El mismo día que Mylo piso la casa del alfa, él decidió preparar una maleta con poca ropa para irse a casa de Raylee por un "par de días", con la excusa que ambos necesitaban tiempo con tal de despejar las ideas y afrontar la nueva realidad, pese a las negaciones de Eugene sobre que su ex novio y destinado, no merecía tener ese tiempo porque su decisión ya había sido dictada, el omega insistió en que el alfa debía tomárselo en serio.

Tenía que aclarar sus ideas, no podía ser solo a la ligera en un ataque de nervios. Era su para siempre, Archer quería que lo tomase con total parcialidad sobre lo que quería hacer. Mylo había regresado a él, un omega que nunca podría eliminar de su corazón, tanto como él quisiera en verdad... Iba a sufrir mucho si no elegía bien y arrastraría a cualquiera de los dos omegas en su elección.

Eugene le dejó ir. No tuvo otra opción, no cuando el omega de miel fue tan contundente, que tuvo que cerrar la boca y asentir para verlos marchar sin siquiera poder darle un beso. Una mirada de despedida, solo un movimiento que le hizo gruñir en sus adentros por sentir el rechazo de Archer.

— Debes decírselo, Archer. ¡Dile que te preño! — señaló al otro omega encorvado, prófugo de sus pensamientos que le adormecieron. Raylee solo estaba desvariando, intentando buscar soluciones — Eugene no será un desalmado que no te elija cuando sepa que en tu vientre llevas a su hijo — tomó de los hombros al hombre que negó, lo agitó por el enojo de ver la negación brillando en esos orbes que volvieron a empañarse.

Los leves sollozos explotaron como bombas de sonidos que no se acallaban, solo aumentaban su intensidad mientras el agua afloraba con tanta fuerza como la de una tormenta que ahogaba la tierra, en su caso, sus pobres y regordetas mejillas... Su expresión se contrajo y perdió la fuerza de mantenerse a flote, se aferró a Raylee para llorar contra su pecho. Su mejor amigo no pudo retomar el habla, se le despedazó el corazón con cada doloroso grito de auxilio que Archer expulsó en la soledad de la habitación.

Más allá del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora