Capítulo 9

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|3 años después|

Por décima vez de aquella fría mañana, el omega posó su mano sobre la frente del alfa para comprobar su temperatura, soltando siempre la misma respuesta: "No tienes fiebre".

Ante cada inclinación sus lentes caían por el puente de su nariz y Eugene terminaba acomodándoselos, no estaba dispuesto a ser el culpable de arruinar de nuevo el cristal de los preciosos lentes de metal que contenían a presión dos par de círculos de vidrio. Archer tuvo que mentir profesando que sus anteojos se le quebraron al trastabillar con uno de los peldaños de casa, cuando en verdad, lo único con lo que chocó, fue con la polla de Eugene.

— Bolita preocupada, ya te dije que estoy bien — intentó por la misma cantidad de veces, hacerle entender al más pequeño que sus náuseas y vómitos matutinos solo eran contratiempos sin importancia y no su culpa, pues estaba un poco cansado de decir que no iría a revisarse con el médico del pueblo.

— Alfa, juro que ya no insistiré — suspiró al morderse los labios — Yo... Tengo algo que contarte, pero lo haré en la cena, prometo preparar un gran banquete — contó con una pequeña sonrisa acariciando sus labios.

Eugene solo asintió, cerró los ojos para recibir por parte de Archer, un pequeño beso sobre su frente. El toque suave del omega se incrementó en sus mejillas y acabó friccionando su nariz contra la del alfa.

— Ustedes son muy cursis — resopló Thiago al saltar el último escalón para correr a tomar asiento en la mesa — pero tranquilos, yo no los expongo con los demás — tomó de inmediato el vaso de leche que su madre le había servido — nadie me creería si les digo que papá es un señor muy blando —

Eugene frunció el ceño por las palabras del infante — ¿Qué dices, Renacuajo? Yo no soy blando — resopló sintiendo las atenciones de Archer bajar hacia su mano, entrelazando sus dedos con el omega que había tomado asiento a su lado.

Thiago le vio con un deje de incredulidad — Sí usted lo dice, no soy nadie para contradecirlo... Mamá contradice a papá — dijo a Archer al hacer la técnica de los ojitos con la carita de perrito abandonado bajo la lluvia. A Thiago le gustaba la dinámica de familia, amaba mucho más estar en ese recóndito lugar con el alfa, que la vida de penurias con sus abuelos, pese a su edad, sabía que esos ancianos no lo querían.

— Pequeño Renacuajo travieso — murmuró el alfa con el ceño fruncido, no estaba realmente enojado, le hacía gracia como el niño conocía su debilidad y la explotaba constantemente en su cara — más comer y menos hablar —

Una orden sin realmente exigencias, básicamente en el lenguaje de ellos dos, Thiago había ganado. Archer solo posó sus ojos entre ambos para terminar negando con leves movimientos de cabeza, así debían ser todas las mañanas, juntos, recibiendo los buenos días, su pequeña familia perfecta.

Cada vez al despertar entre los brazos de un hombre que amaba, compartiendo una lenta sesión de mimos antes de comenzar con las labores del día a día, quería detener el tiempo para que la eternidad fuese ese momento. Solo ellos en su cajita de cristal, ajeno a los demás, sin que nadie pudiese cruzar a su lado.

— Bolita distraída — el suave llamado del alfa le trajo de regreso del mundo de sus fantasías — Raylee ya vino por ustedes...No puedo creer que me hayas cambiado por él — renegó entre dientes mortalmente ofendido por ser relegado de uno de sus mayores placeres.

— Lo siento, alfa — se disculpó con la fragilidad plagada en su garganta, tuvo que hacer un sobreesfuerzo en no pedirle que se exigiera más de lo debido. Sus intenciones eran más que buenas, pues con los vómitos mañaneros, el omega quería que descansara todo lo posible, así que había optado por pedirle el favor a su amigo de llevarlos y traerlos de la escuela.

Con una pequeña limpieza en la comisura de los labios a Thiago, los tres se encaminaron a la puerta. El alfa se despidió del cachorro enredando sus mechones castaños entre sus largos dedos, hasta que el niño se quejó y se fue corriendo hacia Aaron.

— Malagradecido — rabió por el mocoso que se alejaba ignorándolo. Con su mochilita negra sacudiéndose y la lonchera de Spider-Man en su mano.

Despedirse de Archer fue diferente, compartieron tres cortos besos que no pudieron prolongar por el sonido del claxon del auto de Raylee que quería molestar a Eugene, y una corta batalla de miradas que acabó con Archer sonrojado hasta las orejas, hermosos pómulos rojitos que quería apachurrar.

— No me veas así — murmuró acongojado el omega que sentía una mano caprichosa en su espalda.

Enfurruñado en molestar al tímido omega, enterró con mayor dureza sus dedos en la piel de Archer. Se inclinó para alcanzar sus oído, prestando atención a los nervios que se derrochaba por las glándulas del más bajito.

— ¿Así como? —

"Como si fuese el único"

Archer se mordió la lengua para evitar que sus pensamientos salieran a flote, prefirió perderse en el gustoso aroma a bosque que le hacía sentir tan libre y limpio, como si pudiese flotar en el aire.

Besó sus labios aprovechando la cercanía, le abrazó desde el cuello y dejó caer su maletín cuando los brazos de Eugene le sostuvieron de la cadera para elevarlo, haciéndolo ponerse de puntillas. Archer tenía tantas ganas de decir esas dos palabras que solo existían para Gene, pero calló de nuevo, porque sabía que él no se las devolvería.

Eugene durante esos tres años de relación, jamás llegó a decirle: Te amo.

— Volveré pronto y voy a mimarte mucho — Archer cambió sus pensamientos, mandando al alfa a descansar.

Su pareja le alcanzó sus pertenencias y dio media vuelta para irse de una vez. Bajó peldaño a peldaño ante la atenta mirada del alfa y respiró sofocado por sus malos presentimientos, obligándose a aferrarse al anillo que colgaba de una cadena que nunca se quitaba.

Eugene había intentado marcarlo en el pasado, era un gran paso para el que él no estaba listo, su cuerpo seguía resentido por la cicatriz que le dejó Paul. La herida continuaba fresca, cada que Gene lo intentó, su cuerpo se defendió usando las lágrimas, se ponía a llorar y temblar como un crío asustado.

Pasó tanta ansiedad porque creyó que el alfa terminaría con su relación al ser incapaz de aceptar su marca, que llegó hasta el punto de evitar comer, dormir o trabajar por el desánimo.

"Es el anillo de mi madre, el único recuerdo que tengo de ella"

Eugene le dio aquella preciosa joya, diferente del valor monetario, guardaba tanta sentimiento y nostalgia, se volvió el símbolo de ambos del enlace. No era una mordida, pero significaba lo mismo para ambos.

Con pasos insonoros por el caminito rodeado de flores que la familia había plantado, el omega solo se detuvo a mitad del sendero cuando el aire sopló con un poco de violencia arrastrando un par de pétalos dispersos por el suelo, dejando uno que otro enredado en la melena de Archer.

Una despedida después, la familia se separó... inconsciente que su perfecta burbujita de cristal, estaba a punto de resquebrajarse.

Caminando por el mismo pasaje, con una maleta dispuesta sobre su costado y la vista sobre los campos pintados de un perfecto verde como si fuesen una obra calcada a mano por un pincel, llegaba él a irrumpir en la vida de un tercero, porque eso estaba escrito.

— ¡Archer, deja de estar pensando en tu amorcito y préstame atención! — demandó Raylee, luchando con los cambios del auto envejecido por los bruscos tratos del campo.

El azabache negó entre leves risas dejando de prestar atención a la ventana, justo cuando sus ojos se cruzaron por leves segundos con unos marrones de un hombre casi tan alto como su alfa. La sensación fue extraña para Archer, quien se encogió en su asiento y pretendió no sentir el jalón en su corazón.

— ¿Quién era ese? Tengo la sensación que lo conozco — espetó el otro omega, intentando encontrar el nombre de ese conocido. 

— Ni idea — susurró Archer apretando el anillo entre sus manos, como un soporte que le permitía mantenerse a flote.

Mylo había regresado y estaba acercándose poco a poco a su destino, mientras Archer se alejaba. 

Más allá del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora