En cada suspirar su alma se agotaba, en cada latido perdía la fe y en cada suspiro entregaba su vida. La distancia le salvaría, las fronteras formarían todo un muro que jamás podría ser derribado, porque ellos eran diferentes, la magia no residía en ambos, la historia escrita en tinta imborrable no les bendijo... Los años se encargarían de quebrar el pequeño y endeble hilo que les unía, por culpa de su capricho.
Nunca dijiste la palabra amor.
El único reproche que quiso gritar mientras tomaba el cuerpo de ese formidable alfa, era solamente para aclarar que él le entregó todo su corazón y lo que recibió, no fue lo mismo. La balanza le hizo ascender tan alto, que la caída dolería como la flagelación más inhumana, tan aberrante que nadie podría siquiera pensarla.
Quería que me amarás, incluso si fuese solo una mentira.
Se abrazó el cuerpo, el camino se sentía mucho más extenso de lo que en verdad era, porque sus propias lágrimas ponían trabas a sus pasos. Al menos tres veces cayó al suelo en medio de su viaje de regreso, uno lleno de sollozos que se apagaban en mordeduras dolorosas de labios, jadeos de pulmones que clamaban por piedad, que su torturador no les daría. Archer no pensaba detenerse, no podía esperar más para terminar de destruir lo poco que le quedaba.
Siempre supe que no podrías darme lo que merecía, pero cariño... no podría haber vivido con la efímera ilusión de creer que eras mío.
Arreglándose los lentes, con la ropa sucia, el sudor desprendiendo en él un aroma un tanto desagradable, y una que otra raspadura en su imperfecta piel que poco a poco perdía el color y el calor de horas previas... llamó a la puerta para ser recibido por su amigo, su mejor amigo.
— Tardaste — murmuró el omega de hermosos cabellos de tonalidades naranjas, sus ojos yacían prendados en un tornado, un mar impasible que arrojaba su furia en el par de coquetas mejillas rojizas — Hice lo que me pediste, Thiago te está esperando —
Archer solo asintió, intentó pintarle una sonrisa a sus labios, falló y encorvado se adentró en la casa. Estaba asustado, su propio reflejo en el espejo del cuartito de baño le hizo sentir pena de sí mismo, se miraba como un completo desastre, de esos que no eran elegidos por alfas porque no eran lo suficientemente agraciados para formar una familia. Su anillo brilló como las gotas saladas que le hicieron ver mucho más miserable.
Archer amaba tomar malas decisiones.
Salir con Paúl, dejarse marcar por Paúl, tener sexo con Paúl, nacer como hijo de sus padres, darle motivos a sus padres de despreciarlo, salir preñado a una edad inadecuada para tener un bebé, no poder darle las comodidades que su pequeño merecía (recuerda llorar en la ducha cuando Thiago le pedía un juguete y él no podía comprarlo), escuchar la desastrosa historia de amor de su abuelo, mudarse a la casa de su abuelo, conocer a Eugene, convivir con Eugene, enamorarse de Eugene, creer que Eugene le amaría pese a saber que nunca sería su número uno...
¿Marcharse también era una de esas malas decisiones?
Lo pensó al recordar la forma en la que fue sostenía por los brazos del alfa, nunca debió acostarse por una última vez con Gene, porque ese recuerdo acabaría por quemar las cenizas.
Lo pensó al sentir el calor que desprendía Raylee cuando le sacó hasta el aire en ese abrazo demoledor de despedida.
Lo pensó al notar los ojitos llorosos de Thiago, quien se aferró a él, al tomar del borde de su sudadera mientras caminaban en silencio hasta la estación de buses. Su niño sabía que era una despedida silenciosa, su madre le estaba alejando de su padre, y aún así se mantuvo callado aceptando sin rechistar.
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Más allá del destino
RomansaEugene y Mylo son destinados, se aman con locura desmedida, sin embargo, por discrepancias en sus sueños, se ven obligados a separarse... Eugene cree que el tema amor se acabó para él, hasta que conoce a Archer, un omega con un lazo roto y un hijo ...