La maltrecha camioneta doble cabina hacía su propio viaje de regreso a la granja de la familia Hemsley Lawles. Las llantas barrieron el suelo elevando una capa de polvo, hasta detener su marcha en la entrada de la valla que separaba la extensión de la tierra privada con la del camino, desde el vehículo empolvado descendió el alfa, quien cargaba en sus brazos al pequeño y adormecido Thiago, siguiéndoles el paso iba Archer, con una sonrisa más resplandeciente que el sol, con los ojos tan enrojecidos dando un aspecto discordante con el de sus labios.
El omega prácticamente iba avanzando al dar saltitos, cuchicheando un extenso parloteo que el alfa escuchaba sin chistar o sin intenciones de detener la descarga de información, Archer estaba feliz, eso conllevaba a que Eugene estuviese feliz, era simple, mucho más que una operación matemática. Omega contento daba igual a alfa contento, y no existía omega más dichoso en la faz de la tierra que Archer, al menos él así se sentía.
La puerta de su hogar fue abierta de par en par por un Mylo, quien les esperaba mientras bebía café con leche aquella mañana, la octava taza que se empinaba. Él había estado esperando a Eugene desde la noche anterior, se desveló sentado en el sillón drogándose con cafeína, con las horas pesando en sus párpados, la desesperación se hizo latente. Estaba solo y preocupado, por eso se marchó hacia el pueblo en plena madrugada, Raylee le recibió en su casa y le hizo entender que su alfa se había marchado con el omega de miel a una velada privada.
Se sintió un estúpido. Un completo idiota, porque él murió de preocupación y celos, durante todo ese tiempo en el que no supo donde estaba Eugene, y éste siquiera mostró atisbo de interés por su bienestar.
— Te estaba esperando... desde anoche — dijo al alzar la voz, la irritación de sus emociones se habían aglomerado, listas para explotar. Llevaba un maquillaje natural de color negro bajo los ojos, sus labios se habían agrietado por las múltiples mordeduras, le dolía hasta hablar — Pero no te apareciste —
— No tengo que darte explicaciones — Gene pasó largo de él, jalando al omega más bajo a adentrarse en la casa, su casa — Será mejor que bajes la voz, mi hijo está dormido — exigió al ignorar la molestia de su destinado, emprendiendo su marcha al piso de arriba, subiendo grada a grada para llegar a la pieza del pequeño Thiago, al que recostó en su cama a descansar.
A Mylo no le quedó más remedió que morderse la lengua y tragarse la cólera, antes de ganarse la ira del alfa sobre él, por despertar a su cría. A nadie le gustaban los alfas enfadados. Apretó la taza hasta blanquear sus dedos y entre molestas pisadas hechas de forma intencionada, marcó su enfado, yéndose a la cocina a apagar la estufa.
Archer siguió en silencio a su pareja, estaba contemplando lo que sucedería ahora que él había regresado, lo sentía mucho por Mylo, pero no lo quería rondando en su hogar, necesitaba recuperar el tiempo con Eugene, sin el temor que alguien los estuviese espiando en cada esquina.
— Alfa — murmuró para llamar la atención del hombre que posaba un casto beso sobre la frente de su hijo, le esperó en el marco de la puerta, apoyándose contra la madera — Alfa — insistió hasta que Eugene estuvo delante de él, con una expresión en calma, y los brazos libres.
— Dime — imitó el tono bajo del contrario, deleitando a sus iris con el hermoso rostro de su omega, quien abría los labios y los volvía a cerrar, como temiendo decir palabras impropias.
— Quiero estar contigo, a solas. Los dos, solo nosotros — balbuceó como si su punto no hubiese quedado claro a la primera frase, callándose al percatarse de las intenciones de su pareja, abriendo su boca, recibiendo la gloria de ser el elegido.
— Quieres que eche a Mylo, básicamente — resumió de forma más crudas los deseos del omega al que acababa de degustar con su lengua en aquel efímero y significativo beso. La idea no le parecía mal, después de todo él también tenía unas devastadoras ganas de estar solito con su familia, como siempre — Iré a hablar con él, no puede quedarse más tiempo con nosotros... pero tampoco voy a dejarle desamparado, ¿está bien? —
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Más allá del destino
RomansaEugene y Mylo son destinados, se aman con locura desmedida, sin embargo, por discrepancias en sus sueños, se ven obligados a separarse... Eugene cree que el tema amor se acabó para él, hasta que conoce a Archer, un omega con un lazo roto y un hijo ...