Capítulo 01.

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La alarma sonó indicando que debía ir a la universidad. Takemichi se estiró antes de apagarla, Dios realmente no quería ir a clases, estar sentado horas y horas escuchando a su profesor hablar de temas que no le importaban en absoluto, teniendo que soportar y rechazar a un sinfín de alfas que trataban de contejarlo.

Esos alfas ni siquera lo querían por ser el mismo, sólo querían llevarlo a la cama, abrirle las piernas y que les dé una enorme camada de cachorros.

Takemichi sabía que en el momento en que llegara su alfa destinado, el podría hacerlo feliz dándole los cachorros que quisiera sanamente.

Lo malo de todo esto, era que aparte de ser el centro de atención de los alfas, también era de los omegas, la mayoría de omegas lo envidiaban por tener un olor delicioso para quien sea.

Vainilla, rosas y caramelo

Su físico era otro tema, el pelinegro no poseía el físico delicado de todo omega, no, era alto, sus hombros eran firmes, tenía caderas delgadas y delicadas pero estas eran opacadas por sus largas y gruesas piernas, a lo largo del tiempo habia entrenado por su propia cuenta, consiguiendo un físico perfecto a los ojos de cualquiera.

Sus muslos eran blancos y suaves, sabía perfectamente que muchos de los alfas de su universidad se morían por tocarlos, lamerlos y morderlos como si de un caramelo se tratasen.

Hanagaki estaba orgulloso de su físico, por eso, cada día asistía a clases con poleras que dejaran a la vista sus clavículas y apetecible cuello, o simplemente alguna prenda ajustada que resaltara su cintura y piernas, no para provocar a los alfas sino porque se sentía a gusto consigo mismo.

Finalmente se levantó, se ducho, y sacó una manzana para el camino.

—Adiós mamá —Se despidió el pelinegro de su adorable madre.

—Adiós bebé, cuidate —Sonrió para luego salir de casa rumbo a la universidad.

Ese dia se había puesto unos pantalones de cuero ajustados a sus muslos, una camisa roja con los primeros 3 botones desabrochados.

Tomó el autobus y se coloco sus fieles audífonos para mirar por la ventana y sumergirse en la música.

Al llegar a la parada se bajó y se adentro a la universidad, sin sacarse sus audífonos, por alguna extraña razón estaba feliz, tenía el presentimiento de que algo importante pasaría.

Al entrar se dirigió por el medio del pasillo con un aura relajada y alegre llamando la atención de todos allí, alfas miraban su cuerpo con hambre y los omegas con notable envidia.

—¡Hey! ¿Donde esta el omega favorito de todos? —Se acercaron Inui y Chifuyu, sus mejores amigos.

Seishu Inui era un adorable y hermoso omega que se había mudado hace 3 años desde Australia, al no tener buena pronunciación del idioma tuvo bastantes problemas, Takemichi decidió ayudarlo y comenzaron con su amistad.

Chifuyu Matsuno era un omega bastante tierno a decir verdad, tenía tiernas mejillas que le daban apariencia de ardilla, el primer día de clases chocó contra Takemichi botando su café sobre la polera del pelinegro, le ayudó a limpiarse y se llevaron bien al instante.

Ambos lo apoyaban y defendían y no podía estar más feliz por eso.

—Hola chicos, ¿como están? —Saludo animado Hanagaki, guardando sus audífonos en su mochila, los tres tomaron asiento en una de las mesa de la cafetería, tomaron su desayuno tranquilamente hasta que escucharon unos gritos y alboroto en la entrada.

—Ah no puede ser son ellos otra vez —Reclamó Inui rodando los ojos.

—¿Quienes? —Preguntó curioso Takemichi.

—Ese grupito de alfas populares, se creen lo mejor de la universidad y no son más que unos imbéciles —Gruñó Chifuyu.

Takemichi dirigío su mirada al montón de omegas que redeaban a los alfas, estaba tratando de ver algo cuando de pronto, un delicioso aroma llegó a él.

Tierra mojada, café y chocolate amargo.

Hanagaki sintió como su omega se alteraba y comenzaba a saltar feliz en su interior.

Alfa, nuestro alfa, marca, cachorros ¡ve a reclamarlo!

Escuchó a su omega hablar en su mente.

Narra Mikey:

Me desperté por la maldita alarma, la apague y me fui directo al baño luego de terminar, salí de mi departamento. Me dirigí al ascensor y espere pacientemente a que llegara al subterráneo.

Soy Manjiro Sano, un alfa de raza pura, vivo solo en mi departamento desde los 17 años cuando me fui de casa buscando ser independiente, la ventaja de ser un alfa puro esque a donde sea que vayas te muestran máximo respeto, así que no fue difícil encontrar trabajo de medio tiempo para pagar mis estudios, ahorré dinero y me compre una moto, aun así mi familia me envía un poco de dinero al mes.

Llegue a los estacionamientos y al encontrar mi moto, me puse el casco y me subí en ella.

Era realmente molesto ir a la universidad, tenía un buen promedio, pero lo que le molestaba eran todos esos omegas ofrecidos que se arrodillan ante él con tal de recibir siquera una mirada.

Manjiro aún esperaba con paciencia a que llegara su omega destinado, le gustaría formar una hermosa familia, pero sabía de ante-mano que su omega no era ninguno de esos ofrecidos con olor asqueroso, odiaba cada vez que los omegas a su alrededor soltaban feromonas, buscando despertar a su lobo, que quería vomitar por tantos olores.

Al llegar fue a su casillero para guardar sus libros y al instante vio que este estaba a punto de explotar por la cantidad de cartas, regalos y peluches, ya estaba harto de todo esto.

—¿Que tal Key? —Recibió un golpe en la espalda con parte de su mejor amigo Kokonoi, un alfa puro al igual que el por lo tanto igual de popular entre omegas.

—Te dije que no me llames así —Se rio cuando recibió un golpe en la cabeza por parte del otro.

—Como sea, vamos a la cafetería tengo hambre —Pidió el más alto.

—Esta bien vamos —Comenzó a caminar el rubio seguido por Kokonoi.

Al llegar a las puertas de la cafetería fueron rodeados por una multitud de omegas, tratando de llamar su atención o mejor aún, la de sus lobos posiblemente dormidos en su interior.

Mikey estaba bastante irritado con la situación y estaba comenzando a desesperarse, pensó seriamente en usar su voz de mando para alejar a todos de una vez, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por un aroma que destacaba entre todos los demás.

Vainilla, rosas y caramelo

Miró alrededor buscando al dueño de ese delicioso aroma, que hizo que su lobo despertará y moviera la cola feliz.

Barrió con la mirada toda la cafetería y en una de las mesas de al fondo, lo vió.

Era un verdadero ángel, nunca vio un omega como él.

Su mirada se cruzó con la del omega y ambos lobos saltaron felices, Mikey quería correr hacia el chico pelinegro, recostarlo sobre la mesa y besarlo hasta quedar sin aliento.

Entré pensamientos nada puros su visión fue nuevamente tapada por la multitud de omegas.

Una vez logró salir dirigió su mirada buscando al omega, pero no hubo rastro ni de él, ni de los chicos que estaban sentados con él que suponía eran sus amigos.

Solo esperó volver a verlo pronto.

Mi Omega Especial → Mitake ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora