Juguemos en el bosque

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Mateo seguía a sus amigos hacia el bosque que se encontraba al lado de su escuela. Era hora del recreo y al grupo de amigos les llamó la atención aquel lugar tan tenebroso al cual nunca lo dejaban ir. Como en esta ocasión una de sus encargadas más gruñonas había faltado por temas de salud, los muchachos aprovecharon la oportunidad.

Corrían por el bosque lleno de árboles altos, piedras filosas y los ruidos de las aves que lo hacían ver tan fantasiosos para algunos, pero tan terroríficos para otros como era en el caso de Mateo. Él se había hecho el valiente para que sus amigos no lo cargaran, pero por dentro sentía que nada de aquello estaba bien, sentía que algo terrible sucedería. Aunque su alma de niño no lo hacía retroceder.

El juego que habían elegido era simple, las escondidas. Uno de sus amigos comenzó a contar mientras los otros niños corrieron por el extenso lugar a esconderse. Mateo por su parte encontró un tronco tirado, donde él cabía perfectamente. Se metió allí y esperó un tiempo bastante largo cuando comenzó a escuchar los gritos de sus compañeros y unos rugidos bastantes tétricos.

Los sonidos cesaron y comenzó a oír unas pisadas pesadas, como si alguien mayor estuviera en ese lugar. Contuvo la respiración sintiendo el miedo recorriéndolo en su pequeño cuerpo, aquella cosa se había detenido justo al tronco donde él se encontraba, pero al poco tiempo escucho como se alejaba.

Mateo esperó para luego salir corriendo por su vida hacia su escuela, sus pasos se detuvieron al ver un montón de cuerpos tirados en el piso, eran sus amigos llenos de sangre, sin partes de sus cuerpos y con alguna que otras entrañas salidas de estos mismos. Para Mateo, un niño de tan solo 7 años era una escena bastante fuerte.

Una respiración que no era la suya lo asustó, giró su cuerpito y vio algo horroroso. Una criatura con ojos amarillos bien grandes, encorvada con pelo en algunas partes, pero con escamas en otra, pero lo que más resaltaban eran sus largas garras y dientes afilados llenos de sangre. De su boca podía notarse los restos de sus compañeros de clases.

Tuvo el amago de irse, pero aquella criatura lo atrapó antes terminando así con su vida.

TAN SOLO ERAN NIÑOS QUERIENDO JUGAR EN EL BOSQUE.

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