XVIII

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Solía tener la creencia de que cuando la porcelana se rompía o abollaba su valor queda aniquilado y relegado a un recuerdo a un habría sido y con esa descripción se conjuntaba y enunciaba su belleza, la dicha que provocó, lo útil que fue, su significado material y sentimental, más aún, mientras los ojos oscuros de vegas me pulverizan y arrebatan todo lo que algún día fui, me doy por enterado de que quizás, la transformación de la materia no implica una pérdida de su valor sino una nueva perspectiva sobre ella y el mundo que la rodea, pues yo, envuelto en los besos de un hombre que podría ser el dios del Inframundo, frío e infernal, me siento transformado de humano a musa a compañero de la parca y acepto gustoso la invitación para habitar el tártaro si es que eso significa ser y estar en posesión de él, de vegas. 

— Oh pete, mi bello y fuerte pete. 

No quiero cerrar los ojos ni por un momento a pesar del gran placer que siento, pues no deseo perder de vista cada uno de los gestos y movimientos del hombre que me reclama como suyo, el mismo hombre que lame con la punta de su lengua un camino desde el inicio de mi vientre hasta el hueco de mi ombligo. 

—¡Ah! 

Grito con éxtasis cuando los dedos de mi amado amante me separan las nalgas y sus dientes de entierran en la carne delicada de mis caderas y aunque siento que deliro de placer, todavía siento que deseo más, deseo sentir el dolor, el placer, la redención y el éxtasis total al que vegas me envía cada vez que me toma y me mira como lo hace ahora mismo, con esa mirada que dice: eres mío, para siempre mío. 

—¡Ah!

Jadeo; mi pecho sube y baja y la respiración se me entrecorta, quiero sentir a vegas moviéndose en mi interior, deseo sentir su esencia recorriéndome y deseo también que me abrace hasta que la noche se vuelva día más aún, él ha decidido que se tomará todo con calma, así que no me queda nada más que deleitarme con su lengua, su tacto y su mirada. 

— ¡Oh Pete! 

Siento humedad en todo mi cuerpo, estoy erizado en toda mi carne y todo lo que puedo pensar es en esa lengua pecaminosa y en el hombre que me mantiene excitado pues aunque ahora mismo las mariposas nos rodean, el miedo se ha ido y en su lugar ha quedado solamente la arrasadora pasión que hierve como lava de volcán y el amor que se siente en mi pecho como un bálsamo, fresco y ardiente. 

— Por favor vegas — suplico. 

— Solo un poco más pete. 

La boca de vegas muerde las impresiones de mariposas que llevo grabadas en la  piel y aunque en el pasado me causaba incomodidad su existencia , ahora deseo que mi amante lama una vez más sobre esas marcas. — ¡Ah, vegas! 

Cuando caigo de espaldas en la cama vegas se aproxima sobre mi cuerpo y separa mis piernas con sus caderas sin darme espacio a la exposición, entonces, sus manos me sostienen y me obligan a arrastrar mis propios brazos hasta el respaldo de la cama donde todavía se encuentran los dos lienzos que mi amado ha usado para atarme semanas atrás. — Luces adorable cuando estás al borde, ¿Lo sabías? 

Niego con la cabeza. 

— Pete, luces hermoso cuando es de mañana y tus ojos se abren debido a la luz del sol, pero también eres hermoso cuando estás debajo del chorro de agua, hundido en la tina, cuando comes, juegas, ríes o miras a la distancia como intentando descifrar algo, y pete, eres infinitamente hermoso cuando estás así, listo para recibirme en tu cuerpo, en tu interior y eres sumamente hermoso cuando me recibes aquí — dice vegas acercándose a mi pecho. — cuando me recibes en tu corazón. — termina y lame esa zona donde se supone se oculta mi corazón y yo no solamente veo a las mariposas aletear aquí y allá, las siento en mi interior.

EL JARDÍN DE LAS MARIPOSAS VP/ BBBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora