Back to Black | Terry Silver

V

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—Con cuidado, imbécil —refunfuñó cuando su médico personal trataba su pómulo.

La pelea con Daina lo había dejado bastante mal, aunque no lo admitiera. Sus golpes no fueron un problema, pero las patadas... las patada ya eran otra cosa.

Se preguntó, incluso, si ella se habría contenido. Él lo hizo sólo al principio, después de que esquivara todos sus golpes supo que lo mejor sería pelear de verdad.

—Deberá colocarse hielo en los hematomas mínimo una semana. Aquí están las patillas para las contusiones, una cada doce horas. Manténgase hidratado y evite esas patadas —después de guardar sus cosas en su maletín se acercó a la puerta— Buenas noches, señor Silver —finalmente se fue.

El castaño se limitó a observar desde su sillón de cuero, todo su departamento. No era lo suficientemente grande, pero es lo mejor que había en el valle y sus sirvientas lo habían ambientado con artilugios ostentosos, para que sea más de su estilo.

Sus pensamientos se desviaron nuevamente a Daina. La vio como alguien fina y escrupulosa, ¿habría algo en el valle que pueda ser de su agrado, que la satisfaga? No lo creía; aunque desconociera los pasatiempos de ella. 

Aunque seguramente sus hobbies serían leer, escuchar música y cocinar. Pero como es tan reservada seguro tendría otros pasatiempos que nunca se hubiera imaginado.

Se interrumpió a sí mismo cuando se percató sobre lo que estaba pensado ¿Fina y escrupulosa? Más bien pobre y amargada. No podía hacerse la cabeza por alguien así.

—Te juro que ya no sé que hacer —miraba la espuma del café girar en su taza.

—Ya sabes mi respuesta —Keila, la única amiga de Daina, le respondió a la vez que limpiaba el mostrador de la cafetería que atendía—. A mí nunca me gusto tu pareja con Aiden, son tan, como tan chocantes. No se complementan en nada y él es un idiota.

—No le voy a cortar a Aiden, llevamos casi ocho meses.

—Mejor que lo termines ahora que cuando tengas cuarenta años, Daina.

—Es que lo voy a seguir viendo todos los días, digo, somo vecinos. Hoy no lo vi sólo porque me fui antes de que el saliera a trabajar pero si me levanto una vez más a las cinco y media de la mañana me voy a suicidar.

—Con razón tu cara de demacrada —rio la azabache.

—Uh —puso dos dedos en su ceño fruncido a modo de queja—, y a la mañana tuve que soportar a mi nuevo compañero del dojo.

—¿...?

—Kreese se fue vacaciones y trajo a un amigo suyo, ahora doy clases con él pero nuestro primer encuentro fue nefasto. Creo que ya nos odiamos mutuamente.

—Exageras, nena —rodó sus ojos oscuros.

—Literalmente durante la primera clase me contradijo y al final de ésta combatimos para ver quién dirigiría las clases.

—Ah, son unos inmaduros los dos —se burló.

—Él es un inmaduro, yo había tenido la pelea con Aiden hace unos minutos como para que venga ese idiota a joderme las clases —se dejó caer sobre el respaldo de la banqueta.

—Pero si lo pusiste en su lugar desde el primer momento supongo que está bien.

—El problema es que me gano, Keila —suspiró apoyando su cabeza en su mano.

—¡Qué! No es posible, ¿alguien te ganó en una pelea? Ni Kreese había hecho tanto.

—Igual hizo trampa —aclaró.

—Uy, uy, uy pero alguien por primera vez te ganó, debe estar durísimo —sonrió con picardía a lo que Daina rodó los ojos.

—No siempre se trata de conseguirme un remplazo de Aiden, Keila.

—Pero chica, tienes que estar con alguien de tu altura. Aiden no te puede hacer frente a ti. Pero si tu nuevo compañerito puede ganarte, te puede dominar, algo que por supuesto te encanta —sólo recibió un bufido de Daina, ambas sabían que eso último era cierto—  ¿Cómo se llama? ¿Está bueno?

—Terence —evitó la última pregunta para que Keila no la moleste tanto.

—Mmh, Terence, nombre de hombre blanco con dinero. 

—Eres rápida para sacarle la ficha a la gente, eh.

—¿Tiene dinero? —preguntó como si fuera el colmo, como si Daina tuviera que abalanzarse sobre Terry para escaparse juntos del valle.

—Seguro es rico, hoy llegó con un auto distinto al que usó ayer, uno más caro que el otro —bebió de su café recordando ese hermoso Mazda MX-5 con el que había llegado hoy a la mañana.

—¡Y tiene autos! Lo que te gusta a ti —cambió su semblante a uno totalmente serio y obvio, como si estuviera por decir un mandamiento bíblico—. Daina, si no te casas con él creo que voy a tener que encerrarlos a ambos en un cuarto para que se confiesen mutuamente su amor.

—Lo conocí ayer, enferma —dijo disgustada.

—¿Es alto? —Keila hizo la pregunta que consideró más importante.

—Deja de preguntarme cosas sobre él —sabía que si respondía Keila podría ser tres veces más molesta.

—Me muero por ver cómo se ven juntos, seguro mucho mejor que cómo te ves con el tarado de Aiden.

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