Querida Anorexia

8 3 0
                                    

Hoy con lágrimas en mis ojos, te escribo para despedirme de ti, para siempre. Pensé que sería fácil, que sería como una de las tantas despedidas que la vida me regala. Pero no, me siento extraña, aturdida y temerosa, pero debo despedirme de ti. Ya es hora.

No recuerdo el momento exacto en el que permití que entraras a mi vida, llegaste sin aviso previo, me dejé llevar por los panoramas perfectos donde todo era bonito, me robaste la adolescencia, juventud y parte de mi adultez.

Oye, eres buena en esto, has caminado junto a mí de una forma discreta, pero no me di cuenta que poco a poco tomarías todo de mí tan fuerte que fue imposible escapar. Fui tuya, tus promesas me las creí todas al pie de cada letra, me juraste que me convertirías en la chica más delgada y feliz, me ofreciste un mundo de colores, que secarías mis lágrimas, que nadie se volvería a reír de mí, mi ingenuidad se dejó llevar y acepté tu contrato sin darme cuenta que en letras pequeñas decía "eternidad".

Y empezó, me hiciste medirme por números, kilos y ellos reflejarían mi vida, me definirían o acabarían. Me hice experta en las cuentas calóricas, mi mente se convirtió en una calculadora andante.

Oye, gracias, en serio, empecé a querer los números, pero me traicionaste, dijiste que no me harías daño, aunque si comía más de lo acordado, debía purgarme y no te bastaba, me volviste esclava del ejercicio, ya no era por salud, era por obsesión. Jugaste conmigo, me despertabas a media noche y como una intrusa me escabullía en la cocina, me hacías devorar todo, me controlabas y cuando veías que ya iba a estallar me hacías correr al baño. Era un juego para ti. Me hiciste daño, me cortaste pieza a pieza y me reordenaste a tu antojo. Te apoderaste de mi mente y autoestima, ni se diga, la bajaste a cero o menos que eso. Me volviste una persona diferente, me volviste terca, necia, mentirosa y víctima.

Las noches ya no eran buenas, tenía miedo cuando daban las siete de la noche porque venías despiadadamente: tenía que correr más de cinco kilómetros y no me dejabas parar hasta que mis piernas desmayaran. Ya no me importaba adelgazar, ya no me importaba nada, la luz se apagó, pero tú volvías con engaños, les decías "recompensas". Cuando lograba cualquier objetivo dictado por ti me premiabas; pero me volviste obsesiva, ya no me bastaba cumplir tus metas, quería hacerlo a mi manera, y cuando descansaba de ti, aparecías violenta y me dañabas, me golpeabas, me hacías odiarme más de lo que ya habías logrado.

Me hiciste sombría y malvada, o más bien solitaria, me hiciste creer que todos me odiaban, que me criticaban y jurabas que estarías para mí. Que si yo no te fallaba siempre serías buena conmigo. Aún recuerdo mi primer desmayo, los doctores dijeron que estaba muy delgada para mi edad, y tú desde una esquina me observabas enojada y me dabas señales para contestar o no. Me aferré a ti, a tu falsa compañía y seguridad; pero a pesar de tus partes malvadas en un determinado punto de mi vida me cumpliste un deseo, olvidé ciertas emociones, me escuchabas cuando me sentía incomprendida. Es verdad, estuviste para mí, pero se te pasó la mano, te apoderaste de mi vida y la cambiaste a tu conveniencia.

No solo era "estar delgada", mentalmente me causaste tanto daño, que por un instante pensé que pude engañarte, me escondí de ti y ante los demás demostraba libertad y bienestar. Pero era nefasto y agotador porque cuando quise alejarme de ti estabas presente en las reuniones de amigos y familia. La comida me seguía y no podía fingir por más tiempo, pensé que sí podía, pero volvía a ti. Para ganar tu confianza me hiciste cumplir tantas penitencias, y mi depresión jugó a tu favor. Las autolesiones cada vez eran más profundas, no te bastó y me sometiste a ti hasta que dejara de respirar.

Me dejaste ahí varada, sin señal de vida.

Mi primer internamiento, ¡vaya mierda!, volviste a mí de una forma amable y prometiste que esta vez sería diferente.

Si seguía tus consejos saldría de ahí rápido y volvería al camino de la perfección.

Me hiciste conocer el mundo vegetariano, pero me dijiste que debía pasar por tus aprobaciones. Yo ya no era la niña que conociste, tomé la decisión de alimentarme, aunque ahí estabas, siempre estabas recordando las calorías. Me costó mucho volver a tomar control de mi vida, de mi mente, de mi cuerpo. Pero finalmente me di cuenta que no eras una persona, eres una enfermedad que quería mi vida con locura, y no te importaba nada de mí, solo tenías ganas de sangre, ganas de vida.

Aún apareces en mi vida después de todo, pero eres como esa "mejor amiga" que no quiero escuchar. Gritas mi nombre y te presentas de nuevas formas, pero, querida anorexia, me controlaste desde los quince, conozco todos tus trucos, me arruinaste hasta ahora mis veinticuatro años, así que ya no, no eres bienvenida.

He aprendido tanto, odio los hospitales, estar entubada y sentir la comida líquida entrar en mi cuerpo a la fuerza. Aprendí mucho de ti, aprendí que soy más frágil de lo que creía. Aún tengo miedo cuando devoro una hamburguesa o pizza, considerando que ahora mi estilo de vida es vegano. Aun así, me asusta.

Siento que estoy rompiendo algo de mucho tiempo, siento tropezar y ser más obsesiva, pero sé que podré contra todo. Porque eso aprendí de ti, a no darme por vencida, así que en este momento estoy preparada para dejarte ir, te puedes marchar.

Fuiste mi compañera del pasado, colegio y universidad parcialmente, ahora te dejo, conocí el amor propio, es más complicado que tú, debo admitirlo, pero este nuevo amigo no me hace daño, tampoco quiere mi muerte. Así que, querida anorexia, Ana, me despido, hasta nunca, vieja amiga.


Con cariño.

Lucy, tu ex mejor amiga de muerte.

Canciones en la Luna (✓) en librerías.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora