Capítulo 12

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4 días atrás

Alana no sabía cuánto tiempo había transcurrido pero aquel extraño sólo la visitaba para contemplarla. El individuo permanecía en la oscuridad no se acercaba ni un milímetro, siempre en la distancia. Aquello era peor que los millones de escenarios que se había imaginado, la atormentaban sus pensamientos. ¿Qué deseaba lograr con aquel extraño comportamiento? Alana no podía identificar dónde se hallaba, no escuchaba nada, estaba sumida en una oscuridad total y su cuerpo adolorido estaba exhausto. Pese a todo, no pensaba más que en la lamentable situación en la que se encontraba y lo difícil que sería para ella lograr salir de allí.

La puerta chirrió cuando el extraño se adentró en la habitación. Alana aguardó cual presa acorralada en la tenebrosa oscuridad. Entonces dió un paso. Y otro. Y otro más. Alana deseaba que algo ocurriera pero ahora que aquello sucedía añoraba la lejanía que había mantenido aquella persona hasta el momento. El extraño le acarició el cabello y un escalofrío le recorrió la columna. No sabía que hacer. ¿Debía pronunciar alguna palabra o mantenerse en silencio? Aún si tomaba la primera opción sus palabras no saldrían. Alana estaba en estado de shock. Confundida. Aterrada.

-Por favor, relájate- la voz de ese hombre la tomó por sorpresa, le pareció muy conocida. Sentía que la había escuchado. ¿Quién era él? ¿Su cerebro le jugaba una mala pasada?

-No deberías estar tan tensa, ya nos conocemos. ¿No me recuerdas?- siguió él. Alana se esforzó por pronunciar alguna palabra pero sólo salió un seco jadeo. Su captor rió. -¿Tienes sed?- él acarició tiernamente sus labios antes de continuar- Lo siento tanto. Mi objetivo es ese precisamente: que sientas tu boca secarse, que tu garganta arda, que se quiebren esos hermosos labios. Te llevaré a mi propio mundo. Lo amarás, lo sé.- él besó su frente y se marchó tranquilamente.

Una muerte lenta.
Esa era la finalidad de sus acciones.
Una lúgubre y tenebrosa muerte.
Sus ojos se inundaron de lágrimas.
No por su futuro sino por los horribles momentos que imaginaba había vivido su madre al final de sus días. Apretó las manos y sintió como regresaba su determinación. Tenía que idear un plan.
Todo era cuestión de tiempo. Primero tendría que aguantar el hambre y la sed. Ahora necesitaba dormir, conservar energías. No fingiría, sería muy sincera con su captor.

Alana decidió que no sería más la presa.

SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora