Escuchar su agitada respiración por teléfono no pudo gustarle más. Sentir su miedo y desesperación lo llevó a un ataque de euforia. No podía imaginar más, deseaba vivirlo. Su mente se nubló cuando aquel pequeño recipiente con agua había caído justo al lado del árbol donde se ocultaba. Esperó pacientemente a que ella se acercara y lo tomara pero eso nunca sucedió, tristemente. Sin embargo, Alana no dejaba de sorprenderlo. Se sentía orgulloso de ella. Sonrió feliz cuando vio su nombre en la pantalla del teléfono del estúpido que había matado recientemente. Se sintió orgulloso. Más de lo que ya estaba. Aunque... Cometió un error. Ahora Alana estaría alerta. Probablemente no regresara a su casa.
-No importa- pensó.Abrió la puerta de la casa. Todo estaba a oscuras pero aquello no le molestó. Dominaba las sombras. Nada estaba fuera de lugar pero de igual forma caminó con cuidado hasta el dormitorio. Ella no estaba allí.
Se acercó a la cama y tomó las sábanas que yacían revueltas. No pudo evitarlo: las olió. Su aroma inundó sus fosas nasales. Droga, eso era. Él quería tenerla cerca. Deseaba conservarla, cuál muñeca. Ella era su objeto.
Adoraría su cuerpo. La haría gritar y retorcerse de dolor. Quería ver sus lágrimas, su fragilidad...Suspiró.
Tendría que esperar un poco más. Se sentó en la cama mirando hacia la puerta. Deseaba que ella entrara justo en aquel momento. Nada lo haría más feliz. La premiaría, incluso.
Sólo tenía que... Entonces lo vio.—¿Por qué? Sólo quería que me notaras. ¿Ni eso pudiste hacer bien?
La ira lo invadió. Allí, justo al lado de la mesita de noche estaba el anillo. Tirado en el suelo. Solo, a oscuras.
-¿Así tratas mi regalo?- cuestionó al vacío.
Ella no lo había valorado.
Merecía ser castigada.

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Sacrificio
Misterio / SuspensoAlana es una joven como cualquier otra. O tal vez no. Tal vez es más solitaria, más callada, más fuerte. Alana tiene una historia, un pasado oscuro, unas sombras que amenazan con absorberla, una decisión que la persigue en sus días, en sus noches, e...