Capítulo 18

2 0 0
                                        

Todo siempre me ha salido perfecto. Desde que nací he calculado cada maldita cosa. Cuando tengo el control me siento muy bien. Así debe ser. En mi niñez siempre fui el niño perfecto, los profesores me amaban, mis compañeros me odiaban y mis padres no me comprendían. Papá resolvía todo con golpes y mamá con horribles palabras. Me hacían quedar muy mal ante todos, no podía soportarlo más así que tuve que matarlos. Claro, nadie se dio cuenta, era un niño indefenso. ¡Imposible que hiciera algo tan atroz! Además ¿a quién le importaba lo que pasara con dos buenos para nada? En fin, olvidemos esa mancha en mi expediente. Lleguemos al momento perfecto: Alicia Cuando conocí a Alicia pensé que sería la típica chica de una noche. Miradas cómplices, charlas cursis y frases bien inventadas para llamar su atención. Lo típico. Primera cita: todo color de rosa. Segunda cita: es hora de ir a la cama. Estaba tan equivocado. ¡Ella pretendía matarme! ¡A mí, un ser tan hermoso! Se veía tan sexy con ese cuchillo en la mano y esos guantes de látex. Jamás le brilló tanto la mirada. Era su premio, lo mejor de su colección. No la culpo. Soy único. Gustoso hubiera permanecido tranquilo, cual conejo de pascua en ¿cena de navidad? Pero no. Dos humanos perfectos con propósitos perfectos necesitan estar juntos en perfecta sintonía. Conocerla fue el mejor error de mi vida. ¡Hasta equivocarme me sale bien! ¡Diablos, Evans! Éramos una bomba de tiempo, unos jugadores de élite pero... Alicia quedó embarazada. No lo vi venir. Ella tampoco. No sentimos miedo. Crearíamos una hermosa máquina, un ser humano irremplazable en la historia. Juntos lado a lado. Y lo conseguimos. Me sentí muy orgulloso cuando contemplé a mi amada tendida en un río de sangre. Mi pequeña, mi ángel, mi Alana había apuñalado a su madre. Cometió el crimen perfecto. Alicia se había sacrificado por su bienestar, por su crecimiento. Pero la mirada de Alana me expresó sin palabras que necesitaba mejorar. Sentía miedo y... culpa. La culpa es cosa de débiles. Yo estaría ahí para mostrárselo. O esa era la idea. Mi hija tuvo un ataque de ansiedad y llamó a la policía. Ay cariño, te equivocaste tanto. Nosotros jugamos con ellos, no al revés. Tuve que huir y dejarla atrás. Ahora resulta que no recuerda a su padre. A su amado padre. No te preocupes, cariño. Papá va a hacer que recuerdes todo poco a poco. Todo ha dependido de mí hasta ahora y ha salido bien. A partir de ahora saldrá muchísimo mejor porque ya saben lo que dicen: “si quieres que las cosas salgan bien debes hacerlas tú mismo”. Así que empecemos por el castigo. Las niñas malas merecen ser castigadas.

SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora