Epílogo

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Sabía que él se molestaría por visitarlo tan temprano pero como siempre no lograba dormirme así que no me sorprendí entrando con paso firme al hospital. Imaginé donde se encontraba por lo que me dirigí hacia allá. Cuando llegué a la sala todo era un caos. Varios médicos corrían de un lugar a otro y los pacientes se agolpaban alrededor de la cama donde había visto a aquella chica: Alana. Sin comprender lo que sucedía me acerqué lo más que pude. Entonces la vi.

Alana convulsionaba en la cama y sus gritos se escuchaban por toda la habitación. Tal parecía que un demonio había poseído su cuerpo. Me quedé en shock por unos segundos pero me recuperé rápidamente. Tengo que encontrarlo, pensé, pero justo cuando me disponía a buscarlo lo vi. Me sentí tranquila. Rápidamente apartó a las personas e indicó que le administraran sedantes y la ataran a la cama. Después de unos instantes observé como Alana finalmente se tranquilizaba. Sonreí, él era el mejor especialista del lugar. ¡No habían dudas! Contemplé como se alejaba, por lo que parecía, rumbo a su oficina así que me apresuré a ir a su encuentro. Cuando ya estaba a pocos pasos de él un paciente se interpuso en su camino. Me miró brevemente como si pidiera un minuto a solas con él así que decidí alejarme pero sus palabras me detuvieron.

–No creas que te saldrás con la tuya, monstruo –le dijo lo suficientemente alto. –Hay muchas personas que están al tanto de lo que planeas. Esta vez será diferente. No podrás seguir ocultándote detrás de la sombra de tu hija. Pronto descubrirán de lo que eres capaz.

Él solamente rió por lo bajo ante aquellas palabras. Esta no era la primera vez que alguien lo acusaba falsamente, tenía muchos pacientes paranoicos. Sabía que la esquizofrenia no era algo tan simple como algunos pensaban. Viendo como se desenvolvían las cosas seguí mi camino hasta él pero me sorprendió como su mano se aferró rápidamente al cuello de aquel hombre que pronto comenzó a luchar por su vida. No podía dar crédito a lo que veía. Incapaz de moverme sólo podía mirar como le iba quitando su vida lentamente. Una voz detrás de mí me hizo reaccionar.

–Cristal ¿todo bien? –Sin poder esbozar palabra volteé a mirar a Sandra que me observaba preocupada.

–Todo bien. No hay por qué preocuparse ¿verdad, cariño?– respondió él detrás de mí, apretando con fuerza mis hombros.

–Si, papá.– afirmé temblorosa sin poder aceptar que ese hombre que había intentado matar a una persona indefensa fuera el mismo padre cariñoso que conocía.

SacrificioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora