VII. Capítulo Veintidós

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VII. Mentiras

―Harry―mencioné su nombre entrando a la azotea del edificio donde nuestro departamento estaba ubicado. Podía ver su silueta sentada en el borde de la azotea y estaba fumando marihuana según pude comprobarlo una vez el humo rozó mis fosas nasales cuando estuve cerca suyo.

―Déjame a solas, Louis―murmuró.

―No seas estúpido, Harry. ¿Por qué te enojaste?

―¿Por qué lloras por ella?―le dio una calada al cigarro de marihuana y alzó sus ojos a mí―. Dime.

―¿Acaso no me puedo sentir mal por la muerte de una persona que marcó mi vida?

―De manera negativa, he de agregar.

―Volveré a Nueva York para el funeral, Harry. Y quiero que vayas conmigo―le miré fijamente, con firmeza―. Quiero patearle el culo a Tomlinson. Y te necesito a mi lado.

―Ah, claro―se rió―, ¿y qué pretendes, uh?

―Que me acompañes.

―No, olvídalo―se levantó pasando por mi lado después. Me giré y admiré su silueta alta y delgada por un segundo, su cabello siendo agitado por el viento que corría y las nubes amenazando con dejar caer la lluvia otra vez―. Estás loco.

―Sí, lo sé.

Harry pasó por sus rizos la mano que no sostenía el cigarrillo y jaló los mismos, alzando su vista al cielo.

―No puedo sentirme mal por su muerte. Joder, le odio demasiado como para sentirme mal por su muerte.

―No te estoy pidiendo que te sientas mal. Sólo estoy pidiéndote que vayas a mi lado, que estés a mi lado―se giró y me miró a los ojos―. Te necesito. Sin ti no podré enfrentar a Tomlinson.

―Dime cuál es tu plan.

Suspiré. Mi plan consistía en más que otra cosa, una estupidez. Pero podía sacar provecho de ello. Estaba dispuesto a encontrar las piezas faltantes del rompecabezas. Y lo haría, costase lo que costase y mientras no involucrara la vida de uno de los míos. Lucharía por lo mío.

Si nunca disparas, nunca sabrás. Y si nunca comes, nunca crecerás―murmuré mirándole. Harry sonrió y caminó a mí. Sus brazos se apoyaron en mis hombros mientras que su mano acariciaba mis cabellos. Su boca estaba cerca de la mía mientras que mis brazos le abrazaban por la cadera. Podía apreciar las facciones de su rostro, sus ojos verdes, su cabello largo y rizado. Su piel tan blanca―. Eres hermoso.

―Te amo―susurró.

―Te amo―sonreí antes de unir nuestros labios en un beso gentil y suave. Cerré mis ojos sintiendo el agua de esa noche comenzar a caer sobre nuestros cuerpos. Sus brazos que aún rodeaban mi cuello me jalaron hasta un lugar de aquella azotea donde el agua no podía tocarnos. Le sonreí. Harry alzó el porro entre sus dedos y le dio una calada, acercándolo después a mis labios, invitándome a efectuar la misma acción. Y así lo hice. Me sonrió, sus ojos sonriéndome también y dejó escapar el humo por sus labios, segundos después lo hice yo también. La marihuana hacía mayor efecto en mi cuerpo que en el suyo. Suponía que la resistencia a las drogas en su cuerpo era mucho mayor que en el mío considerando la habitualidad con la que lo veía fumando yerba. Sin embargo yo con un par de caladas sentía el efecto recorrer mis extremidades, como en ese momento, cuando ya tenía el porro entre mis dedos terminándolo. Se lo tendí, él le dio la última calada posible y lo apagó con cuidado contra la pared cercana, guardándolo luego en una cajetilla que guardó en el bolsillo derecho de su chaqueta. Tomó de mis hombros y me empujó contra la pared, comenzando a besar mi boca como si de ello dependiese su vida. Nos jaló, caminó unos metros de espalda conmigo siguiéndole y sentí otra vez el agua empapando mi sudadera y mi cabello. Pero su boca era cálida, su boca me entregaba todo el calor que yo necesitaba. Sus manos fueron a mis caderas y me alzó haciéndome rodear su propia cadera con mis piernas, y ¡diablos, Harry era tan fuerte! Dio una vuelta conmigo, su boca sobre la mía y comenzamos a reír, como si todo fuese fácil, como si no hubiese situaciones que arruinaran ese momento. Solo éramos él y yo y la lluvia que caía con fuerza desde cielo gris. Harry y yo.

Diecinueve Veranos |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora